SIN HARINA Y SIN HOSTIAS EN CUBA
“TAMBIEN SIN VERGUENZAS”
Sin harina de trigo para la confección de la hostia sagrada, otra iglesia, “la roja”, dará cuerpo a lo que podríamos llamar la mala hostia
POR JORGE ÁNGEL PÉREZ DOMINGO
LA HABANA, Cuba. – Pareciera que en Cuba los peores acontecimientos, esos que tienen la apariencia de ser insólitos, suelen tener gran movilidad. Y son muchos los sucesos absurdos que nos acosan, extravagantes son casi todos los sucesos que reconocemos a diario, y que aparecen con una “fuerza avasalladora”, y se reproducen con una velocidad muy cercana a la de la luz. En Cuba todas las desgracias tienen un probado parentesco, sin dudas porque comparten los mismos contextos, y porque estamos subordinados a un atroz gobierno. En Cuba lo que sucede hoy tiene relación con lo que pasó ayer, antier, hace un año, hace 60 años. Los contextos en Cuba no tienen muchas diferencias, son casi idénticos, sobre todo los que afectan al pueblo.
Hoy se habla de una escasez que no tiene nada de exclusiva porque nos agobia desde hace muchos años, algo más de 60 años, solo que ahora creció mucho y más que mucho. Hoy se habla, porque se sufre, de la carestía de la vida, de esa carestía que es capaz de poner en crisis a cualquier familia, a cada uno de los miembros de cualquier familia. Hoy se habla de la carestía de la vida, pero también se habla, y mucho, de la Eucaristía. Resulta que en Cuba, en una gran cantidad de iglesias católicas, que son las de mayor tradición en la Isla, y también las que cuentan con mayor número de fieles, se hace difícil, debí escribir imposible, ofrecer la Eucaristía.
Los fieles católicos ya no consiguen con la frecuencia de siempre esa laminilla redonda y delgadita de pan ácimo que se consagra durante la misa y en presencia de los fieles, sobre todo en estos días que corren de manera muy diferente a como acontecen en el resto del mundo. En estos días cubanos los católicos ya no consiguen esa comunión que encamina la gracia divina al interior de los fieles católicos.
Hoy a los católicos cubanos les está vedada la consagración, y no faltan los que suponen que esté desaparecida por mucho tiempo esa harina de trigo con la que se confecciona la hostia. Confieso que me gustaría ser optimista, pero el optimismo en Cuba “era verde y se lo comió una vaca”. Y suben los precios y cualquier cosilla resulta cara, impagable. Así que la harina de trigo seguirá desaparecida por mucho tiempo, como sucede con todo lo que por acá desaparece, pero, y a no dudarlo, aparecerá otra hostia, que tampoco es nueva en esta tierra.
Desaparecida la harina de trigo para la confección del pan, y extraviada la harina para la confección de esa laminilla delgada de pan ácimo que consagran los sacerdotes durante la misa, hará que otra iglesia, “la roja”, esa que es una congregación que reúne a comunistas despiadados y asustados, se decidan entonces por la hostia, pero en otra de sus acepciones, esa a la que podríamos llamar “la mala hostia”, esa que no es otra que la que indica mal genio y mala intención, pero también golpe, y bofetada, y patadas, y encierros, que son de larga costumbre entre los comunistas cubanos.
Los cubanos estamos por (re)conocer a la peor de las hostias, esa que ya no será la cachetada leve, esa que podría ser entendida como si se tratara de un sermón, un breve golpe de advertencia en la cabeza. Los cubanos, y hablo de casi todos los cubanos, estamos por reconocer el trompón que noquea y que también es una hostia. Ellos, los del poder, quieren mostrar sus “valores”, que no es otro que el valor que les da el poder, pero también el valor que les da la fuerza de un ejército que rezuma odio, y un miedo más que peligroso.
Los comunistas usarán la hostia en la otra acepción, usarán los peores golpes. Los comunistas podrán usar la hostia, es decir, el bofetón, la celda oscura y el aire enrarecido del encierro. Los comunistas usarán el odio y la impiedad, esa que destila odio, para entonces regocijarse. Los comunistas, esos que adoran a la hostia en su peor acepción, en la más macabra, mostrarán su regocijo, pero alguna vez se cansará el pueblo de los hostigamientos y de esa otra hostia que duele y mata, y devolverán cada una de las hostias recibidas, para reconciliarnos luego, entre nosotros, con el amor y el bien, y con la buena hostia.
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