Se acercan esos días de diciembre en que todos hacemos balance, nos trazamos nuevas metas y pronosticamos lo que va a ocurrir. El año 2023 llega a una Isla sumida en una profunda crisis, con un panorama incierto. A falta de certezas, quiero aventurar en esta lista (muy particular, subjetiva y absolutamente determinada por mis circunstancias) mis asideros personales y nacionales, lo que creo que sí ocurrirá el próximo año:
Voy a seguir viviendo aquí en Cuba, en el país donde nací. Soy testaruda (muy testaruda) y un día mis cenizas las esparcirán en esta tierra, bajo una mata de guayaba.
Cada mañana, de lunes a viernes, intentaré grabar y difundir mi podcast "Cafecito informativo", un modesto aporte al ecosistema informativo cubano.
Mis mejores horas las dedicaré al diario 14ymedio, un espacio informativo que cumplirá sus nueve años el próximo mes de mayo y que se ha labrado una reputación de serio, constante y con gente en el terreno informativo. Falta mucho por lograr, pero lo alcanzaremos con trabajo, trabajo y trabajo.
No voy a permitir que la policía política me impida disfrutar de los amaneceres, el olor de la flor del romerillo o del mar que rompe en la Caleta de San Lázaro. Eso también es mío.
Trataré de leer más, aunque la entrada de libros y material impreso sigue siendo tan complicada en esta Isla, pero soy una "rara" filóloga que disfruta de los audiolibros y de la lectura de volúmenes en formato digital. A falta de papel, me vienen bien los kilobytes.
Voy a estar menos tiempo en las redes sociales, especialmente en Facebook, porque tengo varios proyectos profesionales que demandan mucho tiempo. No obstante, tengo un ojo siempre pendiente de todo lo que se publique desde el interior de la Isla a manera de denuncia, noticia o reporte.
Sembraré nuevas plantas. La jardinería y el huerto urbano son las formas particulares que he elegido para que este sistema autoritario no destruya mi parte más sensible. Miraré crecer mis tomates, regaré mis calabazas, me comeré los brotes de lechuga y acelga que crezcan en mi balcón mientras observo el disfuncional Ministerio de la Agricultura que -erigido justo frente a mi terraza- no logra cosechar casi nada.
Seguiré sin dirigirle palabra alguna a la Seguridad del Estado. Si me citan, ya saben, les repetiré lo que tanto he dicho: "yo no hablo con la policía política". No me importa si se llaman como el guerrillero Ernesto, el desaparecido Camilo o el faraón Ramsés. No tengo nada que decirles. Huelga de silencio es lo que toca en esos casos y ya lo saben.
Miraré más a los ojos de mis perros y mis gatos. En esas pupilas infinitas hay mucha sabiduría.
Mi denuncia sobre los autoritarismos, los nuevos modos del totalitarismo y el rostro de generales que se transmutan en gerentes continuará.
Pero lo más importante es que voy a seguir siendo una persona feliz. Mi felicidad no depende del modelo político o económico en el que vivo. Yo soy feliz porque respiro, porque estoy viva, porque comprendo que cada bocanada es un milagro para mí y se la debo a todos los que me precedieron. Yo soy feliz pese a la dictadura y a vivir en un país fallido. Yo soy feliz porque esa es una forma también de rebeldía.
Dicho esto, les deseo a todos un feliz 2023. Quizás no sea el año que todos estamos esperando, pero sí el que hemos conseguido.