"Soy el único monstruo drag que queda en en Rusia", me dice Danya con orgullo mientras se aplica un maquillaje blanco fantasmal frente a un espejo.
Estamos sentados en su cocina y una bandera del arcoíris adorna la pared.
La actuación de Danya tiene una temática de terror: un cruce entre Halloween y el transformismo. El joven de 22 años actuaba regularmente en un grupo queer en San Petersburgo llamado Gender Blender. Pero el proyecto ahora ha cancelado sus espectáculos después de que el Parlamento ruso aprobara en diciembre una nueva ley anti-LGBT. El trabajo de Danya se ha silenciado.
"De acuerdo con la ley, está prohibido hacer lo que estamos haciendo", dice Danya. "Estamos mucho más alterados ahora. Los riesgos son mucho mayores", agrega.
La nueva ley prohíbe la "propaganda de relaciones sexuales no tradicionales" entre todos los grupos de edad. Cualquiera que sea atrapado cometiendo este "delito" puede ser multado con hasta 400.000 rublos (unos US$5.840), al tiempo que para organizaciones y periodistas se prevén sanciones económicas mucho más altas.
Tras la aprobación de la ley, Danya decidió que dejará Rusia y se mudará a Francia. Vivir en un país donde es ilegal "simplemente ser uno mismo" le hace sentir miedo. "Tengo las manos atadas. Simplemente ya no tengo otra opción. O me voy del país o me quedo aquí y espero a que empeore. Lo que está pasando ahora es muy aterrador", afirma.
El proyecto de ley comenzó su recorrido por el sistema legislativo ruso a mediados del año pasado, poco después de que Moscú lanzara su llamada "operación militar especial".
El momento no es casual: Vladimir Putin dice que Rusia no solo está luchando contra Ucrania en el campo de batalla, sino también contra los valores "occidentales". Durante un discurso en el Kremlin para conmemorar la anexión ilegal de cuatro regiones ucranianas, el presidente arremetió contra Occidente y los derechos LGBT, calificándolos de "puro satanismo".
El activista LGBT Piotr Voskresensky cree que el vínculo con la guerra en Ucrania es "obvio". En su apartamento en el centro de San Petersburgo, me muestra las piezas que exhibe en su pequeño museo LGBT, el primero de Rusia. Abrió la exposición al público en septiembre del año pasado, pero tuvo que cerrarla una vez que se aprobó la nueva normativa.
Voskresensky argumenta que la ley es un intento del Kremlin de desviar la atención del público de los contratiempos en el campo de batalla. "La guerra está perdida, la economía está destruida y las autoridades deben mostrarle a la gente por qué han arriesgado sus vidas", dice. "Y la mejor idea que tienen es encontrar un nuevo chivo expiatorio: las personas LGBT".
Esta no es la primera ley que impone restricciones a la comunidad queer de Rusia. Hace diez años se aprobó un proyecto de ley que prohibía la llamada "propaganda gay" difundida a los niños. Los grupos de derechos humanos dicen que fue seguido por un aumento de los ataques homofóbicos con violencia física en Rusia.
Olga Baranova, del Centro Comunitario de Iniciativas LGBT+ de Moscú, me dijo que la nueva ley estigmatizará aún más a las personas LGBT. "Pasaremos completamente a la clandestinidad, habrá matrimonios ficticios, familias ficticias. Los privilegiados se irán del país. Los que no puedan salir del país pasarán a la clandestinidad y buscarán pareja de alguna manera, utilizando canales cerrados".
La preocupación ahora entre la comunidad LGBT es cómo, cuándo y contra quién se aplicará la ley. La legislación rusa es notoriamente vaga, dando a las autoridades un instrumento contundente que puede ser aplicado arbitrariamente.
Pero el miedo que genera la legislación ya está dando lugar a la censura: las plataformas de streaming han eliminado películas y series de temática LGBT y han editado escenas gay. En un episodio de la muy aclamada serie de HBO The White Lotus, un servicio de streaming ruso cambió la palabra "gay" por "hombre", agregó en edición una toalla al trasero desnudo de un personaje masculino y eliminó una escena de sexo gay, solo unos días después de que se adoptara la ley.
Los libros también están siendo censurados. Comercios de todo el país han retirado de la venta títulos con temática y personajes LGBT.
En una librería de San Petersburgo encuentro un título recientemente publicado, "Destrozado", una historia de romance entre dos hombres. Como el libro está envuelto en plástico, debo comprarlo para mirar dentro. El texto ha sido modificado por el editor, con secciones completas reemplazadas por líneas negras.
Uno de los coautores de la ley, un nacionalista abiertamente homofóbico llamado Vitaly Milonov, acepta hablar conmigo a través de una videollamada. Supuestamente se encuentra en la ciudad de Hórlivka, en el este de Ucrania ocupado, y viajó al frente como combatiente voluntario. El diputado desestima las acusaciones de que la ley es discriminatoria y dice que se respetará la vida privada de las personas.
En un momento en que miles mueren en Ucrania, Rusia está aislada internacionalmente y la gente está huyendo de este país, le pregunto si es apropiado centrarse en una ley LGBT. "Rusia no está siendo aislada, ¡tenemos un conflicto con el mundo occidental!", responde Milonov. "¿Por qué nos señala como que tenemos una ideología equivocada? Creo que es nuestro derecho soberano tener la legislación que nos gusta tener".
De vuelta en el apartamento de Danya, me muestra algunos de los atuendos que ha diseñado con cariño para su acto de transformismo. El público de los clubes nocturnos de San Petersburgo adora su espectáculo alternativo, dice. No quiere irse de este país.
"¿En qué clase de Rusia te imaginas querer vivir?", le pregunto. "Una Rusia libre", me dice, pensando en la pregunta cuidadosamente. "Una que no socave los derechos humanos más básicos que toda persona debería tener. Porque creo que mi orientación es mi derecho desde el nacimiento, y nadie tiene derecho a cancelarlo, prohibirlo o enjuiciarme por ello".