A principios de la década de 1930, parecía improbable que Adolf Hitler y su partido nazi llegaran a tomar el poder.
En otoño de 1932, los nazis estaban perdiendo apoyo, a medida que la economía, golpeada por la depresión, empezaba a mejorar. En las elecciones federales de noviembre de 1932, las últimas libres celebradas antes de que los nazis se hicieran con el poder, el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) de Hitler obtuvo el mayor número de votos, pero no logró la mayoría, por lo que se vio obligado a formar una coalición en medio del bloqueo político.
Pocos pudieron prever entonces que Hitler llegaría a la cancillería el 30 de enero de 1933, según Dan Diner, historiador germano-israelí, escritor y profesor emérito de Historia Moderna en la Universidad Hebrea de Jerusalén.
Las consecuencias de la dictadura de Hitler son bien conocidas. A su muerte, en 1945, las devastadoras guerras de Hitler habían causado la muerte de 60 millones de personas en todo el mundo. Seis millones de judíos fueron asesinados en el Holocausto, junto con varios millones de sinti y romaníes, personas con discapacidad y homosexuales.
¿Tenía Hitler que convertirse en canciller?
En otoño de 1932, los nazis estaban "en declive, la economía estaba en alza", señala el historiador Dan Diner. "Y es precisamente en ese momento cuando Hitler es nombrado canciller del Reich. Eso realmente no debería haber ocurrido", dijo Diner a DW.
Pero sucedió. El resto es historia. Como señala Diner, el 30 de enero de 1933 se convirtió en una de las fechas más "significativas" de la historia alemana del siglo XX.
En alemán, el 30 de enero se conoce con el término Machtergreifung, o "toma del poder". Pero el poder no fue tomado por Hitler, sino que le fue entregado cuando el presidente del Reich, Paul von Hindenburg, nombró al líder nazi canciller del Reich.
El anciano líder se había resistido a Hitler durante mucho tiempo, negándole la cancillería a pesar de los buenos resultados en las urnas en agosto de 1932.
El nombramiento de Hitler como canciller fue el resultado de intrigas políticas detrás de bastidores. Un gran número de personas desempeñaron papeles siniestros. Entre ellos estaba el político nacionalista-conservador alemán Franz von Papen, que tuvo que dimitir como canciller del Reich en noviembre de 1932, y vio la oportunidad de recuperar el poder.
Franz von Papen convenció a Hindenburg de que nombrara a Hitler canciller, a fin poder convertirse él en vicecanciller. Las élites nacionalistas conservadoras creían que Hitler podía ser controlado y utilizado como "marioneta". Pero el plan no funcionó.
En medio de la Gran Depresión, los nacionalistas conservadores de derecha se convirtieron en los arquitectos involuntarios del ascenso de Hitler, ya que socavaron la democracia, junto lo que consideraban "la amenaza del socialismo", para preservar sus propios intereses, en gran parte económicos.
A causa de los trastornos provocados por la crisis económica mundial, la política respaldó un sistema autoritario, pero muchos subestimaron repetidamente la voluntad de poder y destrucción de Hitler. "Hitler no fue el resultado inevitable de un Sonderweg (camino especial) alemán", escribió el historiador británico Ian Kershaw en su obra "El Estado nazi: ¿un estado excepcional?" (1988), pero tampoco "solo un accidente". Hitler debe ser visto, según el autor, en el contexto de su tiempo: guerra, revolución, humillación nacional y miedo al bolchevismo.
Momentos cruciales de la historia alemana
La exposición Roads not taken. Oder: Es hätte auch anders kommen können (Caminos no tomados. O: podría haber sido de otra manera), en el Museo Histórico Alemán de Berlín, ofrece una reflexión sobre el 30 de enero de 1933, entre otras fechas que cambiaron el curso de la historia alemana, y a veces mundial.
La exposición, basada en una idea de Dan Diner, contempla cómo un ligero cambio en los acontecimientos que condujeron a 14 momentos históricos decisivos -en retrospectiva, desde 1989 hasta 1848- podría haber cambiado el pasado. Y también el futuro.
Al evaluar distintas posibilidades históricas utilizando imágenes de archivo en una "sala de la realidad", así como escenarios escenificados artísticamente en una "sala de las posibilidades", la muestra permite a los visitantes "comprender mejor los hechos reales que tuvieron lugar", dijo Diner. El ansia de poder y los intereses personales de los actores individuales también le allanaron el camino a Hitler.
El hundimiento de la democracia en Alemania
En medio del caos de finales de la República de Weimar, el presidente del Reich, Hindenburg, gobernaba por decreto de emergencia y a veces disolvía el Parlamento. Podía nombrar y destituir cancilleres a su antojo, como lo hizo con Hitler.
Si Hindenburg no hubiera tomado ese rumbo, es posible que Hitler no hubiera podido dictar su propio decreto presidencial tras el incendio del Reichstag, en 1933, mediante el cual suspendió los derechos democráticos plasmados en la Constitución de Weimar y asumió el poder absoluto.
"El gran problema fue que las instituciones que aseguraban la democracia se derrumbaron", afirma Diner. ¿Qué lecciones debemos aprender hoy de todo esto? La respuesta de Diner es sencilla pero significativa: "Se aprende de esto a respetar a las instituciones".
Y a permanecer vigilantes: a pesar de que los paramilitares nazis dirigieron una procesión de antorchas a través de Berlín hasta la Puerta de Brandeburgo, en la noche del 30 de enero de 1933, la mayoría de la gente no se dio cuenta de la catástrofe que estaba por comenzar.