¡Sigamos entretenidos con el precio del dólar!
El hambre, usada como método de control político, es un componente esencial del sistema
Si un asunto le ha robado atenciones a los molestos apagones es la "matraquilla" del dólar bajando sin nada que sin nada que justifique semajante locura.
LA HABANA, Cuba. – Si un asunto le ha robado atenciones a los molestos apagones (también al hambre, a la falta de medicamentos, al abandono de enfermos en los hospitales, a los presos políticos y las protestas en las calles, a la hipocresía de pedir la paz en Medio Oriente mientras se apoya la invasión de Rusia a Ucrania) es la “matraquilla” del dólar bajando sin nada que justifique semejante locura. Pero bueno, ha estado bajando hasta ahorita mismo y, entre tantas noticias malas y confusas, esa que parece buena (aunque no tenga sentido) es como para celebrar en este país de locos.
Y por locura no me refiero tanto a lo aparentemente “bueno” y demencial (por cuanto tenía de antojadiza aquella tasa de 1 por 24, que a la postre terminamos pagando bien cara a Marino Murillo y Alejandro Gil con nuestras ingenuidades más que con nuestros ahorros) que sería volver a aquellos tiempos no tan lejanos cuando un dólar costaba menos que un CUC —incluso con este “peso convertible” se podía comprar más comida que con el billete verde—, sino a los mensajes delirantes que se leen por ahí tanto a favor de que baje como de que vuelva a subir, como si en ese movimiento pendular estuviera la solución a todos los problemas que nos aquejan como país secuestrado por comunistas-emprendedores y militares-empresarios.
Mensajes tan estúpidos como esos donde se han atrevido a decir que un dólar más barato se traduciría en más niños con merienda escolar (en un país donde mucho antes del dólar caro y de la “Tarea Ordenamiento” desayunar ya era un lujo), así como aquellos especuladores de signo contrario que, habiendo agarrado el dólar en 400 pesos, pensando en venderlo por el doble en este verano, ahora temen estar al borde de la ruina.
Partidarios de que el dólar suba y defensores del “bajón” se pelean hasta la sangre. Jalan la soga (la misma que se comen) de un lado y del otro como riña callejera, como distracción que alborota el barrio para que, estando todos aturdidos por el chisme en la calle, las casas abiertas queden a merced del ladrón.
Y así estamos, siendo saqueados por unos terceros mientras Western Union se confabula para el asunto de las remesas con Hugo Cancio (el consentido del régimen que importa autos con licencia de la OFAC y a la vez juega al periodismo independiente con licencia del PCC), al mismo tiempo que el sancionado banco ruso Novikombank entra en Cuba y el español BBVA sale como alma que se lleva el diablo.
(Y, además, al tiempo que aquel barco de petróleo que estuvo cuatro meses dando vueltas a la Isla esperando por el pago de la carga, ahora que el dólar cae bien bajito ha decidido atracar, y con este los otros que también estuvieron a la espera de “tiempos mejores”).
Nos están pasando carretas y carretones (cargadas de verdes y de otras cosas más) por las narices y para cuando nos demos cuenta del desfalco (del cual el destituido ministro de Economía apenas fue la distracción), ya será demasiado tarde, y ni aquel que ha luchado por bajar el dólar podrá comprar comida barata en una mipyme ni a ese que puja por volver a subirlo le alcanzarán los pesos cubanos que obtenga, aunque los cuente por millones bajo el colchón. El dólar que sube y baja no es el problema sino a dónde están yendo a parar una vez que entran y rápido se vuelven a ir.
Pero los dimes y diretes del dólar le han venido como anillo al dedo a unos cuantos “casados” con el poder que, como el cornudo que cierra los ojos para no verse los tarros en el espejo, prefieren no enterarse de que el gran problema del hambre en Cuba no es cuestión de los precios en las mipymes —donde casi ninguna produce nada que alimente y donde todas viven de importar y revender mercancías a pesar de no cumplir con el objeto social por el cual fueron creadas— como tampoco depende del dólar alto o bajo ni de esa “producción nacional” que tanto invocamos como deseo y tabla de salvación pero que estamos conscientes de que es una quimera. Porque una población joven que emigra o que está pendiente de emigrar, más una población “residual” envejecida no son los mejores componentes para la fórmula de una economía próspera ni para un país libre.
El hambre, usada como método de control político, es un componente esencial del sistema y no hay fórmula que pueda resolverla siempre que la mediocridad y la corrupción saquen provecho de ella. Sobre esa base de “matar el hambre” pero no al punto de eliminarla como problema generalizado se sustenta la mayor parte de los “emprendimientos” que, con base en Cuba o en el exterior, existen precisamente porque giran alrededor del tema “bloqueo” sacando provecho de él (aunque de boca para afuera digan “repudiarlo”), tal como el régimen cubano ha sabido sacarle lascas a esa “singularidad política”.
De modo que algunos, más bribones que astutos, han encontrado en la zanahoria del dólar esa distracción oportuna que les ha permitido ganar tiempo (y dinero) mientras la gente coloca sus expectativas —de comer, de emigrar, de comprarse el carro o la casa, de hacerse la queratina o de ponerse las uñas— en cómo amanecerá mañana la tasa cambiaria en el mercado informal de divisas como si con solo igualarse esta con la del Banco Central ya se diera por terminado este nuevo “Período Especial”a que, para ser coherentes con el discurso del régimen, es “continuidad” del anterior, así como de las “malas rachas” que estén por llegar mientras nuestra “capacidad de adaptación” sea directamente proporcional a nuestra “voluntaria” desmemoria y nuestro “incondicional desenfado”.
Fuente: Cubanet
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