Al firmar la carta, Pérez Vidal no sólo se unió a un esfuerzo, por parte de Cuba, destinado a neutralizar la repulsa mundial ante los actos represivos de la primavera del 2003, sino que contribuyó a que el gobierno de La Habana repitiera una vez más uno de sus mecanismos favoritos, a la hora de tratar con la intelectualidad europea y norteamericana: cerca de púas y fuegos artificiales. Levantar la alambrada cada vez que escucha declaraciones desfavorables, pero al mismo tiempo continuar lanzando luces de bengala que hagan atractiva la entrada a ese territorio cercado. Por supuesto que en esa labor siempre ha tenido la cooperación --casi siempre premeditada, otras espontánea, en raras ocasiones inconsciente-- de un gobierno norteamericano y una ideología imperialista que también ha hecho todo lo posible por mantener aislada a la isla. Combinar el antiimperialismo y el anticastrismo es una mezcla difícil y un duro oficio.
La actitud de Pérez Vidal, que en Cuba firma o se siente presionado a firmar una carta en defensa de la cara más oscura del castrismo y en Miami hace lo imposible por enseñar sólo la otra mejilla, encuentra por lo general dos respuestas en el exilio: el enfrentamiento o el pasar por alto lo ocurrido.
Desgraciadamente, la primera se limita en ocasiones al reproche de quienes con anterioridad participaron en complicidades similares.
A segunda tiende a enfatizar los aspectos prácticos del asunto. Desde este punto de vista, que prioriza la comprensión de las circunstancias al precepto moral, la carta en cuestión no es el equivalente a una orden de fusilamiento y tanto Pérez Vidal como buena parte de los firmantes no participaron en las decisiones que llevaron al acto. Lo suyo fue un apoyo a posteriori, dictado por el temor, el oportunismo o la sinceridad, y el conocimiento de que en nada iba a cambiar los hechos.
En este sentido, y dentro del terreno personal, Pérez Vidal no es considerado ni un extremista a favor del régimen de La Habana, ni un comisario político y tampoco un funcionario de cultura. Colocarlo en una lista negra es actuar con igual extremismo y rigidez que se le achaca al enemigo.
Hay sin embargo otro aspecto, en que la actitud del cantante y compositor es simplemente el reflejo de la incertidumbre que viene caracterizando a la conducta de gran parte de los escritores y artistas residentes en la isla. Esa falta de compromiso con la verdad es uno de los mayores lastres que arrastra un grupo social con frecuencia rezagado de la realidad, que mira selectivamente al pasado y encuentra en las compensaciones breves, si no una esperanza al menos un refugio.
Esta ilusión de poder mantenerse en la cerca, con pequeñas o grandes mentiras, es también uno de los males que afectan a la nación cubana.
Paz sin fronteras
La mas reciente actividad llevada a cabo por Amaury Pérez ha sido su participación en la segunda representación del evento Paz sin fronteras, efectuado el domingo 20 de septiembre de 2009 junto a otros célebres del canto popular, como Silvio Rodríguez, Miguel Bosé, Carlos Varela, Danny Rivera, Olga Tañón y Juanes, patrocinante del evento. De acuerdo a cálculos numéricos de Miguel Bosé, el lugar del espectáculo, la Plaza de la Revolución, en La Habana se colmó con un lleno de un millón ciento cincuenta mil espectadores.