Al montar en el avión le sorprendió que entre sus cómplices de evasión hubiera no menos 10 colegas, algunos de ellos jefes de brigada y miembros destacados del Partido Comunista de Cuba. Con las luces de la pista del aeropuerto despegaron rumbo a los Estados Unidos.
Cuatro días después, cuando se sintió seguro, llamó a su familia y le comunicó que había dado el paso. La noticia conmocionó a la esposa y los hijos adolescentes. El mayor de los varones recordó las palabras del padre.
- Eres el mayor, cuida de tus hermanos y tu madre. Si me pasa algo, Dios no lo quiera, confío en ti.
Sin embargo, el médico no sabía que las autoridades cubanas se le adelantaron en dar la noticia. El dos de noviembre la esposa fue notificada y debía presentarse en CubaTécnica ante un funcionario, que le comunicó que su esposo era un traidor. Le congelaron la cuenta en divisa (había acumulado 600 pesos convertibles), y le suspendieron los beneficios agregados al tiempo de permanencia en el exterior. Al regresar a casa y tratar de conectarse por correo electrónico, descubrió que el servicio estaba suspendido.
Cuando el hombre conoció la venganza del régimen contra su indefensa familia, la ira lo asaltó, y pensó cómo serían los próximos años, el esfuerzo para revalidar su título, el tiempo de que lo esperaba, en un país donde pasará probablemente el resto de sus días. De las trabas burocráticas que enfrentará en la isla para reunirse otra vez con su familia.
Recuerda su patria, la familia, los amigos y el barrio. Comprende el precio de tomar el vuelo de la libertad, que se contabiliza en afectos, no en dinero.
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