LAS NAVIDADES EN CUBA - Cuba Eterna

Navidad en comunismo
La última cena
La Navidad en Cuba no es como en cualquier lugar. En la isla las fiestas están marcadas por la moneda enemiga: el dólar.

El interior de una casa cubana con decoración navideña

Iván García | La Habana
Sábado 19/12/2009

Ya empezó el ajetreo. Olvídense. En La Habana de fin de año usted no observa a ningún Santa Claus, gordo y barbudo, vestido de rojo brillante. Tampoco abundan los bellos e iluminados árboles de Navidad. La capital cubana está partida en dos. En los hoteles, restaurantes, centros nocturnos y lugares exclusivos en moneda dura se respiran aires navideños.

Como en el Pain de Paris de la Calzada de 10 de 0ctubre, una cafetería que vende dulces finos, croissants y panes franceses a un precio por encima de las nubes. Desde que usted entra, ve los adornos y una serie de vinos y turrones, para la cena de Nochebuena.

En los 'lobbys' de los hoteles como el Parque Central, Meliá Cohíba o Habana Libre, gigantescos árboles de navidad le dan la bienvenida a los huéspedes. Si se camina por tiendas o cafeterías con moneda nacional el ambiente es otro. Los pisos sucios, como casi siempre, los empleados desaliñados y una oferta de productos alimenticios, verdaderos bodrios, sin la higiene adecuada.

La pizzería El Encanto o el café El Expreso, en la propia Calzada de 10 de Octubre, y a pocos metros del Pain de Paris, es una muestra clara que en Cuba sólo funcionan medianamente bien los establecimientos en divisas. Aunque tampoco es para tirar cohetes.

El dólar es la moneda fuerte
En muchos cafés que trabajan con c.u.c (Pesos cubanos convertibles), las cervezas y los refrescos están calientes y los dependientes, de la manera más ingeniosa posible, intentan estafarte. Ya sea robándote en el peso, a la hora de preparar un pollo frito o un bocadito, o no darte el vuelto correcto.

Pero a lo que vamos. De cualquier manera, en los refrigerados y limpios locales por moneda dura el servicio, la calidad y el ambiente navideño es algo que se nota a golpe de vista. Son como dos islas diferentes. En una, precaria, oscura y deprimida, los establecimientos en pesos. Y en la otra, llena de las luces y guirnaldas que usted paga con el dinero que no cobra.

Esa triste dualidad monetaria, donde el dólar, dinero del enemigo número uno de Fidel Castro hace la vida más llevadera, es el arma secreta si se desea tener unas Navidades en familia, con pavo o cerdo asado, vino o cerveza, y de postre, turrones de Jijona y Alicante. Si por casualidad sus parientes de Miami o Madrid, debido a la cruda crisis mundial, no pudieron enviarle suficientes dólares o euros, entonces la cena del 24 de diciembre y la del 31, serán frugales.

La Navidad, una fiesta prohibida
Fidel Castro, quien hasta donde se sabe siempre ha celebrado estas fechas, al igual que todos sus ministros, en 1969 se ufanó para que la gente de a pie dejara a un lado la acostumbrada tradición. A raíz de la zafra de los 10 millones de toneladas de azúcar, justificándose por la necesidad de no distraerse y concentrarse en el corte de caña, abolió la Navidad. Eso no impidió que la zafra de 1970 fuera un rotundo fracaso.

Después, por amnesia o pensar que no eran útiles las festividades navideñas, estuvieron 28 años oficialmente prohibidas. No se adornaban tiendas, ni centros nocturnos y sólo después de que se legalizara el dólar, en 1993, fue que el cubano de a pie pudo comprar árboles y adornos navideños.

Gracias a la visita del papa Juan Pablo II, en enero de 1998, la isla retomó la cristiana tradición. Pese a la prohibición, los cubanos nunca dejaron de festejarla, a su manera. Desde hace once años, el 25 de diciembre ha vuelto a ser un día feriado, pero los organismos gubernamentales y sitios públicos no se decoran con motivos navideños. "Ni falta que hace.

La Navidad es para celebrarla en casa", apunta Ricardo Santiago, administrador de un agromercado.
Lo que ya se están colocando en los lugares públicos y edificios del gobierno, son grandes pancartas alegóricas al 51 aniversario de la Revolución y la liberación de los cinco espías presos en Estados Unidos.

La población sí se toma en serio el 24 de diciembre y el 31. Y se nota, en las cajas registradoras, repiqueteando al ritmo de las compras de artículos para regalar en los días finales de 2009. En centros laborales se hacen intercambios de regalos, y en los que pueden, de acuerdo a su situación financiera, compran un pernil de cerdo, varias cajas de cervezas y ron... y ¡que rompa la timba!

Al final todos celebran como pueden

Los cubanos que reciben remesas o poseen algún tipo de negocio legal o ilegal, son quienes se pueden dar el lujo de comprar uvas, sidras y turrones. Los que tienen que contar hasta el último centavo, compran bistec de puerco, arroz, frijoles negros, yuca, ensalada, ron y cerveza barata. Unos y otros se reúnen en familia o con sus amigos. Por esos días se suele comer como no se puede hacer el resto del año. A lo grande. Tanto en la cena del 24, como la última del año, la gente tira la casa por la ventana.

A las doce de la noche del 31 de diciembre, borrachos, jubilosos y deseando que su futuro sea distinto, tiran cubos de agua a la calle.

Según la tradición popular, es buen augurio para recibir el nuevo año.
Ya lo de sentarse a analizar cómo rayos reparar nuestras casas o vislumbrar nuestro porvenir y razonar sobre el raquitismo de nuestra alcancía familiar, es un asunto que se posterga para el año entrante. La mayoría de las familias cubanas desean que la vida vaya a mejor y las cosas cambien para bien. Lo que no saben es qué hacer para lograrlo. He ahí el problema.