El triunfo de los Reyes en España
No sonó un villancico, sólo música insulsa, ajena a la Navidad. Los presentadores no pronunciaron ni una vez el nombre del Niño Jesús
Cada carroza, de 2.000 kilos de peso, tenía aproximadamente unas 800.000 bombillas led. Además, todas estaban compuestas por cordones de luz, y la de Gaspar, además, también con un efecto tintineo. Acompañando a los Reyes iban 120 pajes, vestidos con trajes de diferentes culturas del mundo.
El alcalde de Barcelona, Jordi Hereu, contempla a los Reyes Magos mientras saludan a los niños a su llegada al puerto de Barcelona
IGNACIO CAMACHO
Miércoles , 06-01-2010
Miles de niños y sus familiares inundaron ayer el paseo de la Castellana pese al frío de la capital para ver pasar las carrozas de la tradicional Cabalgata de los Reyes Magos, que partió sobre las 18.30 horas de Nuevos Ministerios con dirección a la plaza de Cibeles, donde sus Majestades se dirigieron a los más pequeños antes de emprender su viaje por todo el mundo para entregar los regalos.
Así, mayores y pequeños se agolpaban a ambos lados de la calle para no perder detalle del desfile, este año dedicado a las culturas del mundo y a la paz. Elefantes, jirafas, dibujos de la tele y muchos otros animales y personajes desfilaron ante las miradas ilusionadas de los más pequeños de la casa, que no paraban de reclamar caramelos y otras chucherías.
Cerrando la comitiva fueron Melchor, Gaspar y Baltasar en sus carrozas luminosas -la de Baltasar tuvo algunos problemas iniciales con la iluminación pero finalmente funcionó con normalidad- acompañados por sus pajes.
Antes de comenzar el desfile, Melchor recordó a los niños que "hay que acostarse pronto" para que los magos de Oriente puedan hacer su trabajo, y aseguró que intentarán llevar todo lo que les han pedido. Por su parte, Baltasar reconoció estar "muy cansados del viaje desde Oriente", por lo que pidió a los protagonistas de la fiesta que "no se olviden de dejar comida para poder reponer fuerzas".
Finalmente, el tiempo dio una tregua a la capital y la Cabalgata, que retransmiten tanto TVE como Telemadrid, pudo celebrarse sin lluvia, aunque el frío hizo presencia en el centro de la ciudad. Sin embargo, las caras emocionadas de los niños muestran que para ellos la ilusión es más que suficiente para sobrellevar las bajas temperaturas.
EL progresivo avance de la Navidad abstracta, que poco a poco se va imponiendo mediante la abolición más o menos silenciosa de símbolos religiosos, tropieza en el mito de los Reyes Magos con la última barricada que le separa del triunfo completo.
El laicismo en boga ha sustituido la tradicional iluminación urbana por un decorado vagamente panteísta, ha neutralizado o suprimido muchas funciones escolares, ha abolido la iconografía cristiana de los christmas y ha arrinconado los belenes institucionales en beneficio del neutro árbol anglosajón, pero no encuentra el modo de superar la expectativa multitudinaria de esta gran noche de la ilusión infantil sin cometer un crimen contra la inocencia. El auge de Papá Nöel, Santa Claus, el olentzero y demás leyendas de la Nochebuena no ha podido derribar en España la supremacía mágica de Melchor, Gaspar y Baltasar; si acaso mantener una cohabitación razonable mientras la crisis no imponga a las familias la necesidad de escoger una sola oportunidad para la ceremonia fascinante de los regalos y los juguetes. Cuando eso ocurre, el liderazgo de los Reyes se muestra entre nosotros terminante, avasallador y perentorio. Incólume.
Bien es cierto que de todo el relato católico de la Navidad el episodio de la Adoración de los Magos es el de más débil base evangélica -sólo lo menciona Mateo, sin atribuirles la condición de reyes ni especificar el número-, que sus detalles proceden de una posterior tradición semiapócrifa y que el carácter fantástico, mestizo y orientalista del mito le otorga una condición fácil de integrar en el discurso multicultural; sin embargo resulta imposible soslayar de esta celebración su potente simbología religiosa, vinculada de forma inapelable al Nacimiento de Jesús y a un ritual de pleitesía y reconocimiento de su origen divino.
La celebración navideña puede encontrar sucedáneos antropológicos más o menos genéricos pero el bucle postrero de la Epifanía consagra el protagonismo esencial del Niño con la fuerza imparable de un homenaje a la infancia.
Es ahí, en el mundo sagrado e intocable de los sueños infantiles y de su evocación melancólica por los adultos, donde reside el secreto de la resistencia victoriosa de esta fiesta quimérica. Nadie se atreve a alterar el derecho de los niños a mantener viva la bellísima leyenda de esta fantasía candorosa, capaz de arrasar la inútil autocensura que la sociedad occidental se impone a sí misma para eliminar de su identidad moral la huella de una de sus más hermosas tradiciones espirituales. No habrá belén, ni estrella, ni pastores, ni ángeles, pero al cabo vienen los Reyes con su cortejo esplendoroso de imaginación y de utopía. Y no hay modo coherente de contar ese relato extraordinario sin la referencia última de un Niño en el que simbolizar el comienzo inocente y liberador de una nueva Historia.
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¿Y esto es una cabalgata
Un grupo de jirafas rojas de 8 metros de altura en la cabalgata de Reyes de Madrid
CARLOS SÁNCHEZ DE RODA. 05.01.2010
He visto en televisión la cabalgata de los Reyes Magos en Madrid. Un espectáculo fascinante. Pero eso no parecía una cabalgata de Reyes Magos. Más bien podía pensarse en un espectáculo circense, o en la ceremonia inaugural de un evento deportivo. Al final del desfile los Magos parecían estorbar, estaban fuera de su sitio, no pintaban nada en esa fiesta, no tenían al final de su recorrido al Niño Jesús al que ofrecer sus dones en un humilde belén, sino un escenario con saltimbanquis. Nada a su alrededor hacía alusión al motivo de su fiesta, de su presencia, de su llegada triunfal a Madrid.
Ni una sola alusión a Belén, al portal, a la Sagrada Familia, al Niño Jesús. Han desaparecido los pastores. La estrella de Belén ha sido sustituida por una contorsionista colgada por las alturas. No ha sonado ni un solo villancico, sólo música insulsa, totalmente ajena a la Navidad. Los presentadores no han pronunciado ni una sola vez el nombre del Niño Jesús. ¡Pobres Reyes Magos! Como no pueden hacerlos desaparecer, los quieren convertir en laicos. ¡Reyes Magos laicos! Nos están robando a nuestros queridos Reyes Magos, y los cristianos no podemos resignarnos.
¿Ya nadie dice a los niños que los Magos acudieron a adorar al Niño Jesús, nacido en un pesebre, guiados por una estrella? ¿Qué es eso lo que repiten año tras año con los privilegiados niños españoles? ¿Decir eso también puede herir sensibilidades?
El rey Melchor en la cabalgata de Reyes de Madrid, que cuenta este año con 120 pajes vestidos con trajes de los cinco continentes