Julio Iglesias junta a Miranda, la mujer con quien comparte su vida
POR PEDRO LUIS GÓMEZ / MÁLAGA
Sigue en la cumbre: ha vendido 260 millones de discos, cada 30 segundos suena un tema suyo y, a sus 66 años, el miércoles abre gira europea en La Malagueta. Se desnuda en esta entrevista exclusiva Julio Iglesias regresa a su tierra. Hace unas horas que se ha instalado con Miranda y sus cinco hijos en su paraíso entre las lindes de Marbella y Ojén, entre el mar y la sierra de la Costa del Sol. Su casa será su cuartel general durante meses, coincidiendo con sus actuaciones en Europa. El año ha sido intenso. Frenética gira, conciertos multitudinarios y vuelta a empezar. Tras el concierto de Málaga del próximo miércoles, el 1 de agosto volará a Mónaco. La familia Grimaldi le espera en el «Baile de la Rosa». Luego, retornará a Málaga, tardes de toros, nombramiento de «Hijo Adoptivo de la Provincia de Málaga» (propuesta de PSOE, PP e IU), «de lo que me siento honrado», se enorgullece, como de la Medalla de Oro de las Bellas Artes, y todo regado con tres horas diarias de gimnasia o natación, y pan mojado en aceite de oliva de Mondrón, jamón, vino y queso manchego. Únicas excepciones a una dieta basada en productos de su huerta. Vive conectado a sus oficinas de Londres, Miami y Nueva York. Hace calor, y Julio aparece moreno, en excelente estado de forma, jovial, de punta en blanco, ordenado, estoico. Su vida es más sencilla de lo que muchos imaginan. —¿Qué queda del Julio Iglesias que debutó en julio del 68 en Benidorm? —La pasión de vivir y de cantar, y la fuerza para subirme al escenario. —Serán más las diferencias. —La diferencia es que han pasado 42 años, aunque, para mí, es como si hubiera sido ayer. Estoy muy agradecido a la vida y a mi público. —Habla como si le quedara mucha carrera por delante. —Toda la que quiera el público, que decide cuándo un artista se debe retirar. Es un privilegio que me ha dado la vida el ver acudir a mis conciertos a tres generaciones. —¿Cómo le suena la música hoy? —Me encanta ver que hay muchos jóvenes talentosos, que pueden llegar muy lejos a base de esfuerzo, de calidad y de disciplina. —¿Es su secreto? —Sin duda: con esfuerzo, calidad y disciplina se consiguen las metas. —Deja usted pocos cabos sueltos en la vida. ¿No improvisa? —Ni improviso, ni de ninguna manera hago las cosas a corto plazo. —¿Qué habría sido de usted si no se hubiese marchado a EE. UU? —Las circunstancias andan en las vidas de las gentes muchas veces. No sé qué hubiera pasado en mi vida. —¿Necesita reencontrar sus raíces? —Las raíces nunca se pierden, estés donde estés. Yo soy español, estoy orgulloso de serlo y, por supuesto, me encanta estar en mi país y enseñarles estas tierras a mis hijos pequeños. —¿Cómo nos ven desde fuera? —España es un país respetado, y despierta un altísimo interés entre los extranjeros por su atractivo cultural y turístico, por su gente generosa y acogedora, y por los grandes triunfos del deporte. La coyuntura económica, hoy, no nos favorece, pero nuestro país se ha hecho más fuerte ante la adversidad. España es un país fuerte y universal que ha sido siempre un atractivo básico para las demás naciones, y su ubicación en la historia le da una importancia fundamental. —¿Dónde vio el partido de la final del Mundial contra Holanda? —En Washington. Fue increíble... ¡Qué nervios! El nombre de España se ha colocado en lo más alto del deporte universal. Me emocionó y me llenó de orgullo verlo. Con este equipo, Nadal, Pau Gasol, Fernando Alonso, Alberto Contador y otros nombres ilustres nuestro país se coloca a la vanguardia de los grandísimos deportistas, y eso es buenísimo. —¿Y Vicente del Bosque? —Es un extraordinario entrenador y un caballero. Sabe mantener la calma, anticipar el movimiento del contrincante para contrarrestarlo, motivar a los jugadores, transmitirles confianza en los momentos clave. El fútbol español le debe mucho. —Su selección de fútbol favorita está clara. ¿Y su disco? —Muchísimos preferidos, desde Nat King Cole hasta Sinatra, pasando por los grandes del blues. —¿Cuál ha sido su gran error? —Me he equivocado en muchas cosas, como todo ser humano; lo importante es aprender de los errores. —¿Y su gran logro? —Mi gran éxito es seguir vivo, y con más ganas que nunca de vivir. —¿Vive en una burbuja de cristal? —El hecho de no estar presente en fiestas o actos sociales no significa vivir en una burbuja de cristal. Yo estoy en contacto con la gente a diario, canto en países de lo más diversos y esto es un privilegio porque ves la vida desde ángulos diferentes y la entiendes mejor. Si no salgo mucho es porque prefiero centrarme en mi trabajo, en la gira, en el próximo disco que preparo, y en mi familia. —¿Qué significa Miranda? —Miranda es mi vida. —Ocho hijos. El pequeño, Guillermo, de apenas tres años. ¿Ha parado ya o piensa seguir? —Tener ocho hijos, cinco de ellos críos, con 66 años, es un regalo de Dios. Mi mujer y yo los adoramos; son lo mejor de nuestras vidas. De momento, no tenemos planes de ampliar la familia, pero nunca se puede decir «de esa agua no beberé». —¿Es verdad que se lleva mal con los tres mayores, los hijos que tiene con Isabel Preysler? —¿Cómo me voy a llevar mal con mis hijos? ¿Quién puede pensar eso? Los adoro y estoy muy orgulloso de ellos. Cada uno ha conseguido forjarse un camino por su propio esfuerzo. Son generosos, campeones de la vida. —Padre, abuelo, con dos hermanos de menos de tres años. Su familia es la repera. —Muchas gracias. Sí, la vida me ha dado una familia numerosa y unida. —¿Echa de menos a su padre? —Muchísimo... Nadie ni nada podrán llenar jamás el vacío que ha dejado. —¿A qué aspira hoy Julio Iglesias? —A seguir aprendiendo, a tener salud y disciplina. —¿Qué le falta por conseguir? —Ver crecer a mis hijos, inculcarles los valores de la vida y enseñarles a volar alto, seguir con la música y agradecer a tantas gentes que me han regalado una vida privilegiada. —Y usted que emociona a millones de seguidores y seguidoras por medio mundo... ¿es cierto que ha hecho el amor con miles de mujeres? —Eso es la leyenda. La leyenda es mucho más atractiva que la realidad, pero mi respeto por la mujer ha sido siempre auténtico. De ellas he aprendido más que de nadie en la vida. —¿Se siente envidiado? —No. Me siento feliz.