Qué está pasando en Cuba
POR NICOLAS PEREZ
Con la reaparición de Fidel Castro trastabillando, hablando incoherencias de política internacional con lengua estropajosa sin pronunciar media palabra sobre la tétrica situación económica de la isla, se han disparado las especulaciones sobre quién manda en La Habana. Si Fidel dirige la política exterior y Raúl gobierna el quehacer diario de la isla. Si el hermano mayor le impide al menor tomar posiciones de apertura económica y un acercamiento hacia Estados Unidos. Y otras teorías más largas que el cuello de un cisne.
Para mí, respetando las opiniones de los expertos, hemos vuelto a caer en la trampa que siempre nos tiende el castrismo. Ellos repiten los escenarios que desean vendernos, y nosotros siempre se los compramos, quizás, porque emotivamente, necesitamos ver una situación de crisis grave en Cuba, que en realidad no existe.
Suponemos que las cosas que suceden allá son hechos reales y espontáneos. Primera interpretación falsa de la realidad. En Cuba se vive una patraña que obedece a un guión minuciosamente escrito. La revolución cubana de 1959 a la fecha siempre es una puesta en escena, una obra de teatro atractiva, con personajes perfectamente delineados y con actores que se aprenden el libreto de memoria, con paisajes de fondo que parecen naturales, diálogos sacados de obras griegas, sin el dolor y la soledad de Sófocles, ni el aire de comedia de Aristófanes, sino con una identificación total con Esquilo, el creador de la tragedia. Porque en Cuba todo es imponente y trágico.
La música de fondo de la revolución cubana no son ni los dulces aires de Schubert ni de Mendehlson. Ella cruje por los cuatro costados y sólo se cruje en la historia bajo los acordes de Richard Wagner, el racista, el nacionalista, el totalitario y que algunos han dado por llamar el protonazi. También aparecen en las travesuras teatrales castristas bocadillos que aparentemente no pertenecen al libreto pero que están astutamente elaborados. Como por ejemplo, los del cardenal Jaime Ortega Alamino y los del canciller Miguel Angel Moratinos, que aparecen en el elenco como componedores de bateas, cuando en realidad, son cómplices.
¿La segunda característica que retrata al castrismo? Debido al narcisismo de su Máximo Líder, su demencial deseo de estar siempre en primera página de la prensa mundial, y lo logran con una gran capacidad para manejar el secretismo y la simbología. Si Fidel aparece vestido con ropa deportiva y zapatos Adidas, ya especulamos que eso significa una cosa, y si de verde olivo, con o sin insignias, significa otra. Si Fidel y Raúl no hablan durante un Congreso Comunista ni hablemos de eso, enloquecemos especulando, y se desatan teorías más subyugantes de cómo se formó el universo según el Big Bang.
¿Qué pienso de todo? Me da pena desilusionarlos pero en Cuba no está pasando absolutamente nada. Fidel está vivo. Incoherente pero la incoherencia no es un certificado de defunción. Y no tiene una sola diferencia con su hermano. Es tonto pensar que un Raúl sumiso, sin una gota de personalidad, débil, se rebele frente a Fidel, un monstruo político moribundo. Lo que no ha tenido el valor de hacer en medio siglo, ¿va a hacerlo ahora que el gallo cantó tres veces?
La última orden que le dio Fidel a Raúl fue hace 15 minutos. Se retira todo el mundo, jamás los auténticos dictadores. No se retiraron ni Stalin, ni Hitler, ni Mussolini ni Franco. Fidel se retirará dentro de una caja de pino. Creo firmemente que no mantuvo con firmeza el control total de la situación en Cuba sólo en los días o semanas que estuvo moribundo, con un pie aquí y otro en el infierno. Pero eso sí, cada vez que volvía en sí tras una profunda anestesia, daba una orden. El no puede vivir sin dar órdenes.
A mí nadie me puede acusar de ser un exiliado de línea dura: creo en el diálogo con La Habana, la solución pacífica del problema de Cuba y la reconciliación nacional. Creo en intentar no derramar una sola gota más de sangre para que Cuba sea libre. Y vamos a lograrlo. Sin embargo, si Barack Obama me preguntara qué hacer con Cuba, le respondería de inmediato:
--Señor presidente, su país es el líder mundial y debe trazar su política exterior en base a las necesidades de Estados Unidos, no a las del resto del mundo. Pero algo le advierto: Fidel ha regresado. Es el mismo Fidel que en octubre de 1962 quiso desatar una guerra atómica entre Moscú y Washington y hoy se presenta como árbitro de la paz mundial en Irán, Corea y el Medio Oriente. Es el mismo Fidel que ayer fue el principal promotor de la guerrilla, y hoy trata de alzarse como mediador de la paz en Colombia conversando con Piedad Córdoba. Es el Fidel que en las últimas horas ha insultado a México y a Alvaro Uribe. Señor Obama, con el espíritu de destrucción de Fidel Castro no hay arreglo. Siga tendiendo puentes de comunicación entre la isla y el exilio, ayude humanitariamente al pueblo de Cuba, simule todo tipo de apertura, prometa diplomáticamente y sin comprometerte Villas y Castillas. Pero no tome a La Habana en serio, no pierda su tiempo soñando que al castrismo se le puede hacer hoy una proposición de paz justa, inteligente y honesta. Mientras Fidel siga vivo, sería echarle margaritas a los puercos.