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De: pura  (Mensaje original) Enviado: 22/10/2010 13:09
Protesta en contra de Japón en la ciudad china de Wuhan. | Reuters
 

Va a más la bronca entablada entre los chinos y los japoneses a cuento de la soberanía del archipiélago de las Senkaku (según la toponimia nipona) o de las Diaoyutai (en la lengua del Celeste Imperio). Desde 2006 no se había producido en Extremo Oriente una crisis de tanta envergadura.

Lo curioso, y hasta lo chusco, es que el origen etimológico de la primera denominación es chino y la del segundo, japonés. Las cabezas trocadas.

En las santabárbaras basta una cerilla para que todo salte por los aires. Polvorín, y mal de siglos, es la enconada relación existente entre los dos países. O tres, si metemos en danza a Taiwán.

Era, de hecho, hasta hace poco, el gobierno de Taipei, y no el de sus hermanos de sangre de la China continental, quien reclamaba, por su cercanía, la posesión de esa ensaladilla o jardín zen de cinco islotes y tres peñascos en los que no vive ni siquiera un farero. 'Res nullius', como lo es Perejil, que generó entre España y Marruecos un conflicto similar. En ese territorio yermo de siete kilómetros cuadrados no hay nada, absolutamente nada, excepto el orgullo nacionalista de quienes quieren que ondee en él bandera propia.

EEUU las puso bajo su control tras la II Guerra Mundial

Japón se adueñó de las Senkaku en el siglo XIX. Estados Unidos las puso bajo su control al término de la segunda Guerra Mundial y en 1972, al restituir Okinawa y las Riukiú al país vencido, incluyó en el lote las islas convertidas ahora en manzana de la discordia.

Están a 170 kilómetros de Taiwán, a 330 de China y a 410 de Japón.

Todo empezó el pasado 7 de septiembre con la captura del capitán de un pesquero chino que invadió las aguas territoriales y tropezó con un guardacostas japonés.

Hubo dimes y diretes, jaques y gambitos, presiones y chantajes, soltaron al capitán, volvió éste a la patria y 3.000 ultraderechistas nipones se manifestaron frente a la embajada china para protestar contra lo que consideran una clara amenaza de ocupación de las islas en litigio e, incluso, del resto del país y de otros países soberanos de la zona.

Diez mil personas se echaron a la calle en varias ciudades chinas

La respuesta de los chinos no tardó en llegar. Diez mil personas se echaron a la calle en las ciudades de Chengdú, Xiam y Ziengzú, apedrearon las cristaleras de varios establecimientos japoneses (el célebre Isetán, entre ellos), los saquearon, profirieron insultos, esgrimieron pancartas y quemaron banderas del Sol Naciente.

Las fuerzas del orden contuvieron, en teoría, a los manifestantes, pero no, según las autoridades niponas, con la contundencia -transformada en connivencia- que la situación exigía. Las cachiporras de los guardias eran de algodón hilado y sus ademanes versallescos.

¿Mecía el ministerio del Interior chino la cuna de la algarada, que no cesa, sino que va in crescendo? A saber, pero recordaba yo, al ver en el telediario de la NHK las imágenes de los sucesos y al escuchar las declaraciones de tirios y troyanos, lo que, según la leyenda, dijo el embajador inglés al ministro de Asuntos Exteriores de nuestro país en el invierno de 1954, cuando miles de estudiantes madrileños se echaron a la calle al grito de ¡Gibraltar español! y rodearon la sede de los servicios diplomáticos de la pérfida Albión.

El ministro anunció por teléfono al embajador inglés que iba a enviar más policías para meter en cintura a los protestones, a lo que su interlocutor adujo:

-No necesito más policías. Basta con que envíe menos estudiantes.

¿Llegarán los chinos al extremo de sentar sus reales por las bravas?

La tensión, como digo, crece. En lo que va de semana se han recrudecido en otras ciudades de China las manifestaciones hostiles. Nadie, de momento, da su brazo a torcer. ¿Llegarán los chinos al extremo de sentar sus reales por las bravas, como en Perejil lo hiciera Rabat, en las islas Senkaku?

No es probable, a la corta, pero sí posible, a medio plazo. Y si eso sucediera, Japón, cuyas fuerzas armadas son meramente testimoniales y, por así decir, de tanteo y paso atrás, tendría que agachar la cabeza, aceptar el hecho consumado, romper las relaciones diplomáticas, interrumpir las culturales y estrangular las comerciales. Una decisión así, con Corea del Norte al acecho, pondría patas arriba la estabilidad de la zona.

Todo son, por ahora, cruces de malas palabras, rostros ceñudos, alteraciones pasajeras del orden público en las que el ruido supera a las nueces, congelación de acuerdos de poco fuste y caída del turismo hacia y desde los dos países. Entre el 15% y el 25%, según las distintas fuentes, de los recíprocos viajes de recreo ya apalabrados han sido espontáneamente cancelados por quienes iban a participar en ellos.

Y lo que es más grave: China ha dejado de exportar a Japón las 'earth rares' o minerales raros, 17 en total, que sus vecinos necesitan -sine qua non- para fabricar las pantallas planas de televisión, los laser de los llamados 'automóviles híbridos', los teléfonos móviles y otros muchos productos de alta tecnología. El efecto dominó provocado por ese trágala, que el Ministerio de Asuntos Exteriores niega, sería catastrófico para la ya de por sí menguante productividad nipona.

China necesita fuentes de energía para alimentar su desarrollo

¿Hay algo más -sombras chinescas- en el telón de fondo y tras los bastidores del conflicto? Podría haberlo. Cerca de las Senkaku reposan, bajo el agua turbia de un mar famoso por sus malas pulgas, importantes yacimientos de gas y de petróleo. Sabido es que China necesita fuentes de energía capaces de alimentar su formidable índice de desarrollo. Por eso, según los servicios de Inteligencia de Washington, está ayudando Pekín a los iraníes en su arriesgada apuesta de nuclearización, y a Hugo Chávez, que no pierde comba, para lo mismo.

Otra cerilla, o más bien bazuka, en la santabárbara de las relaciones internacionales y nuevos problemas para Obama, que los tiene a puñados dentro de su país, y para una Europa económica y socialmente asfixiada por la crisis y el pataleo del electorado que recula en todos los frentes. Japón también lo hace. Llega el Nuevo Orden Mundial mientras los gerifaltes del Antiguo contemplan las musarañas. Al tiem

 
 


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