POR SARAH MORENO
Hace una década, un amigo tuvo una idea que, desafortunadamente, no pusimos en práctica porque de lo contrario hoy podríamos reírnos de la crisis económica tomando el sol en Miami Beach. El proponía abrir una tienda destinada a calmar la nostalgia de aquellos que pasaron su juventud en la Cuba de los 80. Muertos de risa, dudamos: ``Nah, ¿quién va a querer comprar latas de carne rusa, botas `cañeras', `kikos' plásticos y videos de La Calabacita y el payaso Ferdinando?' Suponíamos que al salir de Cuba, el gusto estético se recuperaría y nadie querría saber nada de zapatos que destruían los pies ni de bolas de carne que nadaban en grasa.
El público que han encontrando algunos de los artistas de la isla que han actuado en Miami, como parte del supuesto intercambio cultural, prueba que la nostalgia tiene un mercado en el sur de la Florida y en dondequiera que haya un asentamiento de cubanos dispuesto a recuperar sus memorias. Precisamente, sobre esos zapatos ``asesinos' y las pocas opciones que tuvimos los criados con la revolución giraba una buena parte de los chistes que hizo el actor y humorista Osvaldo Doimeadiós hace dos semanas en el club The Place de la Calle Ocho. En alguna medida me parecieron simpáticos. Sin embargo, a otros conocidos que vieron tanto ese espectáculo como el del comediante Carlos Gonzalvo --conocido como el profesor Mentepollo-- que también se presenta en el mismo club, no les pareció así.
Una de las claves del llamado ``intercambio cultural' es proporcionar información sobre el Otro, ese cubano de la isla a quien la distancia y el tiempo termina por convertir en un desconocido. La verdad es que, como alimento de la nostalgia y, si se quiere, producto mercadeable, lo que nos traen los artistas de la isla puede funcionar a nivel emocional e incluso estético para algunos, especialmente para aquéllos que han llegado en los últimos años y se sienten identificados con estas figuras. En cuanto a novedad, es un total fracaso. Muy poco nos enteramos por estos shows cómicos, las canciones de los Van Van o de Adalberto Alvarez o por las obras presentadas por los grupos de teatro El Público y Buendía del verdadero problema: la falta de libertades en la isla. Cuando éste aparece, es envuelto en ese galimatías que se trama para evadir la censura en Cuba y que en nuestro contexto carece de sentido.
Acostumbrados a llamar las cosas por su nombre en este país, solemos quedarnos con ganas de algo más preciso. Creo que se deben abordar las trabas que esos otros colegas artistas enfrentan para salir de la isla y la imposibilidad de la mayoría de los cubanos para abandonar o regresar a su país sin tener que pagar por un pasaporte cubano, si ya es ciudadano de otro país con pasaporte legítimo. Más grave es la situación cuando los artistas ofrecen entrevistas. Aunque en muchos casos parecen sinceros, lo que pueden decir sobre la situación del arte y el humor en la isla u otros temas de mayor implicación política es muy poco. Cuando se les pregunta por el desigual intercambio cultural, aunque a veces coinciden en que éste se da de un solo lado, suelen desligarse de responsabilidades, haciendo recaer este tipo de decisiones en las ``alturas'.
Así, el culpable de la prohibición de que los artistas cubanos de Miami no se presenten en la isla resulta ser un oscuro funcionario al que nadie se atreve a señalar con el dedo. Cuando ofrecen sus argumentos a favor del intercambio como método efectivo de encuentro entre Cuba y Estados Unidos enumeran a los creadores norteamericanos que llevan su arte a la isla.
Curiosamente, no mencionan a ninguno de los artistas residentes en Miami que suelen ir a Cuba y, de vez en cuando, hacen alguna colaboración extraoficial, propiciada por sus colegas y amigos artistas de allá. Este es el caso del cantante Descemer Bueno que, en la isla colabora, entre otros, con el músico Robertico Carcassés, quien se ha presentado varias veces en Miami.
A otros cubanos residentes en esta ciudad no les resulta tan fácil concretar una presentación en Cuba. Este es el caso de la cantautora Rita Rosa Ruesga, conocida por sus espectáculos y por sus discos de música infantil, entre ellos Insectos y bicharracos, ganador del Grammy este año. Según Ruesga, ella está tratando de ofrecer una serie de conciertos en escuelas de Cuba junto a la también intérprete de música infantil Rita del Prado. Su viaje aún no ha sido aprobado por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). El impedimento, cree Ruesga, es que es una cubana de Miami.
Un residente de Miami que sí ha conseguido trabajar en la isla es el actor Carlos Caballero, que ha tenido roles importantes en telenovelas y en el teatro de esta ciudad. Caballero, que perteneció a Teatro El Público y tuvo un pequeño papel en la obra Las amargas lágrimas de Petra Von Kant --presentada este verano en el teatro Colony de La Playa-- actúa bajo la dirección de Enrique Pineda Barnet en Verde, verde, el más reciente filme del veterano realizador cubano.
Mientras tanto, el desfile de artistas cubanos por Miami continúa. El concierto de Los Aldeanos y Silvito el Libre podría concretarse el 14 de noviembre en el Dade County Auditorium, y los Van Van harán una nueva visita en diciembre, junto al trovador Frank Delgado.