Satanizados durante décadas, artistas del exilio florecen en los estanquillos de la ahora permitida economía informal.
Junto a cantos de abalanza a Jesucristo, asoma un recopilatorio de Willy Chirino, incluido su siempre perspectivo Ya viene llegando. Esquinada en el mismo bastidor, una Celia Cruz muestra su blanca dentadura y pelambre amarilla y más allá, Olga Guillot, cincuentona, frente a un micrófono, emerge con una mirada lánguida.
"¿Y Gloria Estefan?".
"Se llevaron el último ayer. Si viene mañana se lo puede llevar. Pero mire, señora, tenemos a Álvarez Guedes, si le interesa".
"¿Cuánto cuesta?"
"Dos pesos", responde el vendedor evitando decir dos CUC y dando por aceptado el sobreentendido.
En una concurrida esquina de La Habana, los iconos de la cultura masificada del exilio ya no son noticia. Se venden y compran como si tal cosa.
"¿Alguien le ha dicho qué autores puede tener aquí?".
"Para nada. Los inspectores se interesan por si tienes los papeles en regla. Lo demás no les importa", responde con las manos cogidas a la espalda mientras atiende a otro cliente que husmea entre títulos reguetoneros.
Tapiados durante décadas en los medios masivos cubanos, la contracultura envasada en soporte digital los ha traído de vuelta al mercado informal, al igual que a algunas películas producidas en Miami: Cercanía, Paraíso, o las actuaciones en el cabaret The Place de los comediantes Osvaldo Doimeadiós y Carlos Gonzalvo, residentes en la Isla. Si se pide a un Paquito D'Rivera o a un Mike Porcel, eso son ya exquisiteces. Los vendedores se encogen de hombros.
"Si no lo encuentras en los [mercados] callejeros, alguien lo tendrá en una flash", avisa un estudiante de la escuela de Derecho de la Universidad de La Habana, al recomendar las actuaciones de Doime —como se apocopa el apellido del humorista y actor dramático para sortear su rocambolesca fonética— en Esta Noche Tu Night, de MegaTV. Hoy por hoy, Doimeadiós es un actor de culto. Una manada de fans lo sigue allí donde se presente.
En una reciente entrevista en el teleprograma Con dos que se quieran, que tenía a Doimeadiós como invitado, el tema de las presentaciones en la llamada capital del exilio fue deliberadamente obviado, pese a que el suceso marcó un hito en las relaciones culturales entre Cuba y el sector crítico del exilio. Ambos comediantes, Doimeadiós y Gonzalvo tomaron su ticket de ida y vuelta, no fueron expiados de los medios cubanos y lograron colocar la primera piedra de futuros contratos allende los mares. Tan sólo cinco años atrás, tal experiencia habría sido impensable, como impensable igualmente era que una revista como La Gaceta de Cuba, de la UNEAC, publicara el año pasado un reportaje-entrevista sobre el actor Reinaldo Miravalles, residente en Miami; o saliera al aire un comentario radial que nombró sin coletillas a la Cruz y a la Guillot, a tenor del panegírico de un director musical como Félix Guerrero.
Una Cuba dentro de otra.
El consumo informal de audiovisuales o de música relegada por canales oficiales se expande en Cuba a la velocidad que permite la socialización de formatos reproductores y difusores: mp3, mp4, dvd, cd, hard disc player, señales pirateadas de televisión, internet. Por momentos, la censura mediática parece tomarse vacaciones obligadas. Mientras, se agrieta el techo ideológico de un sistema que antes se tomaba por impermeable.
Qué pueden hacer ante la avalancha. Eso no lo para nadie. Aparte de que es un negocio", opina un conocido director de televisión que pide el anonimato. "El problema está en cómo respondes a esa avalancha. Tumbando antenas no resuelves nada. Ni política, ni culturalmente. Al final, es contraproducente y creo que algunos allá arriba, en la toma de decisiones, lo comprenden así", enfatiza.
Cecilia Linares, del Juan Marinello, un instituto de investigación cultural de La Habana, estima que "se comienzan a romper los circuitos institucionales que tenían una política y una secuencia de desarrollo".
Una encuesta llevada a cabo hace un par de años por el centro de investigaciones sociales del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), censó la oferta de 250 bancos informales de audiovisuales. La prioridad eran las telenovelas, fundamentalmente brasileñas, colombianas y mexicanas, y luego las películas, en su casi totalidad estadounidenses, producciones de acción y violencia. También, y por fortuna, las últimas producciones del ICAIC aparecen en la oferta, incluso antes de su estreno en circuitos de cine.
Un estudioso de los mass media y profesor del Instituto Superior de Arte de La Habana, Mario Masvidal, no tiene pelos en la lengua. Hablando en el foro de debate Último jueves, que auspicia la revista teórica Temas, dijo que ya era hora de que la sociedad civil tuviera alternativas al control oficial de los medios.
"Ni el público es tan inerte, ni inerme, ni manipulable, como nos hacen creer, ni nadie en un buró puede decidir, con la mejor de las intenciones, qué se debe ver y qué no se debe ver", manifestó.
Masvidal insistió en que no abandera un movimiento a contrapelo de las instituciones políticas. "No se trata de hacer un gobierno o un país paralelo, pero sí que sean otros los que también decidan. ¿No decimos que somos un país con una alta cultura, que pienso que no es tan alta? Pues asumámoslo", conminó, entre aplausos de la audiencia.