Por René Gómez Manzano periodista independiente desde la Habana
El programa Espectador crítico, del sábado 19 de febrero, exhibió la película La caída, que trata sobre los días finales de la tiranía nazi en Berlín. El filme ofrece una versión sobre esas horas crepusculares de Adolfo Hitler y su entorno inmediato. Como telón de fondo, la situación catastrófica a la que el régimen condujo al pueblo alemán.
Esos temas me atraen tremendamente. El espectáculo de un caudillo enloquecido, que en pleno ocaso continúa actuando como si siguiera viviendo horas de esplendor, me parece harto reconfortante, pues constituye una demostración adicional del desastre al que esos líderes carismáticos pueden conducir incluso a sus propios partidarios.
Resulta acertada la selección de un filme como La caída, en momentos como los que estamos viviendo. Cada día que pasa, los pueblos árabes enseñan al mundo la vía para desembarazarse de regímenes autoritarios y corruptos. Si ayer fueron Túnez y Egipto, ahora toca el turno a Yemen, Bahrein, Marruecos y Argelia. También a Libia, aunque en este caso la reacción de la prensa oficialista en Cuba y en los países del llamado “socialismo del siglo XXI” es diferenciada. Si con el tunecino Ben Alí o el egipcio Mubarak no tuvieron paliativos, ahora con el coronel Gaddafi se muestran extremadamente cautos. Las noticias sobre las protestas populares libias llegan acompañadas por críticas a las “ambiciones del imperialismo”.
Hace poco la televisión chavista mostraba unas imágenes de la adoración al tirano de Trípoli. En un amplio salón, el dictador, en pose mayestática, observaba las desenfrenadas expresiones de apoyo de un nutrido grupo de incondicionales. Eso sí, curiosamente, los “apapipios” se mantenían a considerable distancia de su jefe. Su entusiasmo delirante no alcanzaba a hacerlos olvidar sus claros límites en el espacio. Alguna poderosa razón les impedía abalanzarse a tocar a su ídolo.
Mientras tanto, llegan noticias sobre la brutal represión desatada contra los protestantes libios, la que habría incluido el empleo de ametralladoras y aviones de combate. Varios coroneles llegaron a Malta en sus aparatos, pues se negaban a acribillar al pueblo inerme.
En su Reflexiones de la fecha, Fidel Castro discrimina entre unas noticias y otras. Con respecto a la brutal represión, se muestra cauteloso: “Habrá que esperar el tiempo necesario para conocer con rigor cuánto hay de verdad o mentira, o una mezcla de hechos de todo tipo que, en medio del caos, se produjeron en Libia”.
Los que sí concitan su enérgico rechazo son “los que con pérfidas intenciones inventaron la mentira de que Gaddafi se dirigía a Venezuela”. Para estos, la condena es fulminante y sin paliativos. Los cientos o miles de ametrallados pueden esperar.
El único crimen que sí es calificado de ese modo y que también merece una condena inmediata es el que —según afirma el reflexionante- “la OTAN se prepara a cometer contra el pueblo libio”. Hay al respecto un nuevo pronóstico castrista: “la orden de invadir ese rico país” será dada “en cuestión de horas o muy breves días”.
Veremos si en esta ocasión el autor sí da en el clavo, cosa que, como todos recordamos, no sucedió con sus vaticinios sobre el retorno de los cinco espías cubanos en 2010 y sobre el inicio de la guerra atómica, a propósito de Irán.