Por Miriam Leiva El folleto de los Lineamientos del Partido Comunista de Cuba, adoptados por el VI Congreso el 19 de abril, comenzó a venderse en los estanquillos el 9 de mayo. Se trata de las modificaciones introducidas al proyecto circulado antes de evento, por lo cual se escudriña el texto para procurar encontrar algunas novedades, no ya cambios, pues se insiste en la “actualización” del modelo económico. ¿Qué se permitirá a los cubanos entre las prohibiciones que regulan todos los aspectos de su vida?
Algunas personas, al parecer, han leído entre líneas y descubierto que los cubanos podrán salir al extranjero. Pero atención, no es tan así. En el capítulo IX, Política para el Turismo, Punto 265, sólo se expresa: “Estudiar una política que facilite a los cubanos residentes en el país viajar al exterior como turistas”. Esa práctica usual desde tiempos inmemoriales, es tan obvia para la mayoría de los habitantes del planeta, que resulta impensable que los cubanos no puedan realizarla. Quizás por eso, la euforia internacional al intuir que no se requerirá el tormentoso permiso de salida, la famosa Tarjeta Blanca, con los altos costos a la salud mental, y en CUC (pesos convertibles), y el gran efecto represivo, porque se otorga según juzguen el comportamiento político.
Atención, apenas se va a estudiar, para ir entreteniendo a los nacionales con la ilusión, y a los extranjeros con que se abre espacio para el respeto de los derechos humanos. Quizás no se recuerda que los cubanos hacían turismo dirigido a los países socialistas como “estímulo” a los obreros de vanguardia, héroes del trabajo, dirigentes y familiares. Con su astucia tropical, las autoridades podrían crear una nueva categoría de aptos por confiabilidad o compromiso. Tendría que resolverse la forma de pago en divisas. Acaso se utilice el intercambio turístico con China o Irán, con atractivas culturas y control totalitario garantizado. Hasta el viaje a Venezuela encontraría dificultades, pues sería una vía para los cientos de miles que quieren escapar.
Los éxodos masivos fomentados por el gobierno para desactivar la presión social hasta la década de 1990, cuando Estados Unidos los consideró un ataque a su seguridad nacional, ya no son peligrosos por eso, sino porque Cuba se está quedando sin personas calificadas y jóvenes con talento en potencia. La población envejece y se niega a crecer. La estampida podría ser irreversible, si los cubanos continúan sin poder forjar su presente para tener un futuro; si saben que sólo podrán ofrecer a sus hijos vivir en un país que pugna por llegar a superar a Haití en su injusto atraso.
Pero ver para creer en las promesas de viaje del Partido Comunista, que en el VI Congreso el nuevo Primer Secretario caracterizó como totalmente fallido, aunque continuará determinando la vida de cada ciudadano desde la Constitución y todo el aparato represivo. Ahora, posiblemente no se recuerde, o no se conozca que cuando se preparaba el IV Congreso del PCC, el tema se insinuó más ampliamente.
En el inicio de la leve apertura impuesta por la pérdida de los subsidios soviéticos y el llamado Período Especial, en una entrevista a la revista española Cambio 16 , numero 1000 de enero de 1991, Carlos Aldana, miembro del Buró Político y el Secretariado -ex ayudante personal del General Raúl Castro- a la pregunta ¿confirma que los cubanos podrán viajar pronto libremente?, respondió: “La decisión es que en un futuro próximo se autorizará a viajar al exterior a todas las personas que lo soliciten, sin más requisitos que tener a dónde ir y que tengan quien les pague el billete. ¿Podría fijar una fecha para la flexibilización? Puede decirse que en los próximos meses. El tiempo para elaborar la legislación, pues la decisión política ya está tomada”.
El asunto no se mencionó en los documentos del Congreso, y meses después el pragmático dirigente fue defenestrado al unísono con cualquier expresión semejante, aunque lejana, a la perestroika y la glasnost, incluso si la animaba la conveniencia de adecuarse a los nuevos derroteros mundiales.
Probablemente, la diferencia mayor ahora esté en que, al parecer, las fuerzas inmovilistas a ultranza perdieron primacía en el VI Congreso. Sin embargo, no se conoce el verdadero alcance de los propósitos de sus sustitutas, atenazadas entre la necesidad de realizar cambios para sobrevivir, y de agarrar las cuerdas “a lo cortico” por miedo a perder el poder absoluto.
De todos modos, el coqueteo con la ilusión de abrir el movimiento de los cubanos hacia el exterior, contenida en los Lineamientos, evidencia la pujanza de las aspiraciones de la población, si bien, lamentablemente, más allá del ansia de ejercer un derecho elemental, está la esperanza de huir, sin concientizar aun las potencialidades para cambiar el destino propio y de la patria, mediante demandas pacíficas y firmes. Las autoridades no deberían confiarse en sus maniobras de entretenimiento, pues la capacidad de soportar puede estar llegando al límite. La represión no será tampoco la solución, sino las verdaderas oportunidades para todos.