
Un hombre baja su equipaje en el aereopuerto de La Habana
Por Gina Montaner
Este lunes los cubanos compraron el documento oficial de "Los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución" para enterarse del nuevo rumbo que está tomando el país bajo el mando de Raúl Castro.
Una suerte de hoja de ruta que los conmina a la precaria aventura de un capitalismo escuálido y sin mercado. Por lo pronto, entre las novedades esbozadas en un tabloide de 48 páginas, la que más ha llamado la atención es la posibilidad de que los nacionales puedan hacer turismo en el extranjero.
Es muy pronto para llegar a conclusiones porque el documento, que se ha publicado después de la celebración del VI congreso del Partido Comunista de Cuba, no ofrece detalles de los posibles cambios o requisitos para viajar al exterior. El texto sólo especifica que se "va a estudiar la disposición para viajar al extranjero".
O sea, el compás de espera antes de conocer Roma o comparar las playas de Cancún con las de la isla puede dilatarse, pero, después de más de medio siglo de encierro, la resignación es un pasatiempo nacional.
A pesar de la burocracia elefantiásica que caracteriza a los totalitarismos, es buena noticia el anuncio de que la población podría viajar con mayor libertad. Se trata –junto a otras medidas como la compra-venta de coches y propiedades– de rendijas que pudieran propiciar aún más el debilitamiento de un sistema que sobrevive gracias a los parches que quita y pone.
No obstante, hasta ahora los cubanos sólo podían viajar si obtenían un Permiso de Viaje al Exterior, más conocido como la Carta Blanca. Es preciso recordar que Cuba es de los pocas naciones en el mundo que arbitrariamente le concede o le niega a sus ciudadanos el derecho de salida.
Es decir, no sólo están sujetos a que el país que desean visitar les otorgue una visa. También dependen de que la dictadura castrista mire con lupa cada caso antes de permitirles abandonar el territorio.
Bien, el proyecto de modificaciones invita a soñar desde ya con cruceros y excursiones a ciudades lejanas. Pero todavía está por ver si la apetecible oferta encierra uno de los trucos habituales del gobierno: ¿Eliminarán, como pretenden hacerlo con la libreta de racionamiento, la ominosa Tarjeta Blanca? ¿Podrán hacer turismo todos los cubanos incluyendo a disidentes conocidos como Oscar Elías Biscet, Oswaldo Payá o Yoani Sánchez? ¿Si la mundialmente famosa bloguera aprovechara uno de estos hipotéticos viajes para recoger todos los premios que hasta ahora no ha podido recibir personalmente, podría regresar a Cuba sin problema alguno?
Estas son muchas de las preguntas que quedan en el aire mientras el Comité Central sigue debatiendo cómo impulsar unas reformas que hasta ahora no ha sabido poner en marcha por miedo a perder el control en la calle. Es el eterno y perverso dilema de las dictaduras que pretenden introducir cambios con el objetivo de perpetuarse en el poder.
Es posible que se suavicen las restricciones, pero el pueblo, cuyo sueldo medio es de unos 15 dólares al mes, sabe que su economía tercermundista no le alcanza ni para pasar unas vacaciones en un all inclusive de Varadero o Cayo Coco.
Sumidos en una grave crisis económica y sin recursos para convertirse en entrepeneurs por libre, si algún día verdaderamente pueden viajar sin obstáculos, les costará lo suyo incorporarse a la legión de turistas que se alojan en las grandes capitales.
Hoy por hoy, si no fuera por los casi 2 mil millones de dólares que sus familias en la diáspora les mandan por medio de remesas y envíos, a duras penas saldrían adelante. Y es que los “lineamientos” castristas pasan por alto que la más grande subvención del estado cubano la proporciona la comunidad exiliada. Vaya paradoja.
Este lunes los cubanos se fueron a la cama con el estómago semi-vacío y con la imaginación llena de lugares por conocer. ¿Recuerdan cuando en 1998 el Papa Juan Pablo II proclamó en la Habana que Cuba se abriera al mundo? El verdadero milagro sería la eliminación sin excepciones del dichoso Permiso de Viaje. Soñar no cuesta nada. Y once millones de cubanos se frotaron los ojos.