Las Guerras Secretas de Fidel Castro
LA CRISIS DE LOS COHETES
Por Juan F. Benemelis
En febrero de 1960 arriba a La Habana el vicepremier soviético Anastas Mikoyán, hecho que marcaría un corte en el desarrollo del proceso, al acelerar Castro su cometido con la Unión Soviética. La etapa siguiente de nacionalizaciones, se hallaba ya contenida en la proyección política anterior, de vocación anti-norteamericana y totalitaria. El movimiento ascensional de la revolución cubana quedará frustrado en la etapa que se liquidan los mecanismos democráticos e institucionales; a medida que adquiere proporciones el totalitarismo de Castro. Posteriormente, la revolución desaparecerá al consolidarse una clase burocrático-militar.
La producción industrial del país está relacionada, en su grueso, con la agricultura, siendo muy poco el peso de las ramas química y mecánica. El régimen no lograría construir un sector de producción de equipos y maquinarias. Su comercio exterior influiría decisivamente en la marcha económica de la Isla, no solo debido al azúcar sino a la dependencia de materias primas y tecnología del exterior. La carencia de recursos naturales y energéticos (salvo excepciones como el mineral de hierro y el níquel) y la deformación agropecuaria de nivel rudimentario presentaría dificultades insalvables.
La declaración de Castro como marxista leninista a fines de 1961 coincide con está presencia soviética, a partir de la cual la subversión exterior cobra interés político y estratégico. En 1961, agentes de la KGB arriban a Cuba, para supervisar y reorganizar la inteligencia. Ello coadyuvó a disparar la oposición política y profundizar la represión y la paralización social. El embargo norteamericano estaba desestabilizando una economía cuyo vacío tecnológico y comercial el campo socialista no pudo llenar con rapidez y calidad.
Los levantamientos armados anti-castristas que se producirían en estos primeros tiempos, cantarían además con el beneplácito de las capas rurales más pobres, temerosas de un minotauro estatal que las iba regulando y controlando cada vez más. El período de la guerra civil campesina contra el régimen estatalizador (1960-1963 en su etapa más aguda, aunque no fue liquidada totalmente sino en 1966) provocaría una contracción aguda de la producción agrícola, que mantendría en precario la alimentación de las ciudades. De no ser por la represión organizada por Castro y la ayuda bélica recibida de la URSS, el régimen hubiese naufragado en estos primeros años.
La victoria que logra Castro en Bahía de Cochinos le ayuda a estabilizarse más firmemente y le provee de mayor valor a los ojos del bloque soviético. El castrismo se debate en su disenso con Estados Unidos, las marchas y contramarchas con respecto a la URSS, y la subversión general de la América Latina1.
Los soviéticos se comprometían más profundamente en la preservación y fortalecimiento del régimen de Castro. El ejército cubano, con la ayuda soviética, estaba pasando de un cuerpo de intimidación y supresión interna capaz de repeler invasiones pequeñas -como los del resto del continente latinoamericano- a unas fuerzas armadas con capacidad ofensiva fuera de su territorio.
La burocracia moscovita convence a Jruschov de que Castro es un instrumento valioso para la intimidación. El dilema estriba, para la dirección soviética, en cómo aprovechar el carisma de Castro y favorecerse a la vez de su programa subversivo. Washington estaba multiplicando un nuevo programa de cohetería que hacía más vulnerable a la URSS. Jruschov concibe la posibilidad de solventar la falta de bombarderos atómicos de largo alcance y "mísiles" intercontinentales2, y decide instalar en Cuba sus cohetes nucleares tácticos.
Jruschov pensaba que podía lograr una ventaja nuclear instantánea sobre los Estados Unidos, instalando los cohetes de largo alcance en Cuba. Sólo que los servicios secretos norteamricanos contaban con un elemento técnico que les posibilitó detectar la instalación de los cohetes y obtener superioridad de información en toda la crisis: el reconocimiento fotográfico aéreo utilizando los aviones espías U-2.
ARMAS OFENSIVAS
En junio de 1962, Che Guevara y Raúl Castro firman un tratado secreto con para reforzar las fuerzas armadas cubanas y emplazar los cohetes nucleares de alcance medio en la Isla. De este modo Castro sucumbía al tramado del tapiz oriental que tejían los viejos bolcheviques. Pero, la crisis que estallaría poco después, patentiza que este gesto, más que la preocupación de preservar al comunismo cubano era una movida ante el disuasivo potencial nuclear norteamericano.
Mientras Estados Unidos recién había lanzado la “fuerza Ottawa” compuesta de 25 unidades de superficie con 200 cohetes Polaris, y había remitido a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) varios submarinos atómicos Polaris, los soviéticos se comprometían más profundamente en la preservación y fortalecimiento del régimen de Castro. El ejército cubano, con la ayuda soviética, estaba pasando de un cuerpo de intimidación y supresión interna capaz de repeler invasiones pequeñas -como los del resto del continente latinoamericano- a unas fuerzas armadas con capacidad ofensiva fuera de su territorio.
Tras la visita a Moscú del ministro de las Fuerzas Armadas Raúl Castro alrededor de 21 buques soviéticos atracan secretamente en Cuba, entre julio y agosto, descargando equipos de guerra de enormes dimensiones, componentes electrónicos sofisticados y sistemas de radares. Por otro lado, se recibían evidencias desde dentro de la Isla del arribo de unidades de combate soviéticas que eran acantonadas en diversos puntos de la isla de forma secreta y aisladas de la población.
Estas evidencias provoca una reunión de emergencia de los generales Maxwell Taylor y Lyman Lemnitzer con el secretario de estado Dean Rusk, el secretario de defensa Robert McNamara, el fiscal general Alexis Johnson y el asesor de seguridad McGeorge Bundy. McNamara expresó su criterio que debía intensificarse el trabajo de inteligencia, sabotajes y guerra de guerrillas, utilizando a cubanos dentro y fuera de la isla con vistas a provocar una división dentro del régimen cubano. El fiscal general, Johnson, propuso un acto de provocación desde la base naval de Guantánamo que permitiese a los Estados Unidos responder, o envolver a un tercer país del continente americano3.
Pero la Casa Blanca temía que la acción soviética estuviese enfilada a presionar en otros puntos neurálgicos. Es decir, al provocar un bloqueo norteamericano en Cuba ello le permitiría efectuar un bloqueo en Berlín; o si Estados Unidos iniciaba alguna acción militar directa en Cuba contra los lugares donde se iniciaba el emplazamiento de tales equipos, los soviéticos por su parte tomarían una acción similar contra las instalaciones coheteriles norteamericanas en Turquía o Italia. Preocupada por una reacción soviética en otros lugares del planeta, la administración del presidente John F. Kennedy aconsejó en esta reunión la no-consideración de opciones que implicasen el uso de fuerza militar.
Para el 23 de agosto, en una reunión del presidente Kennedy con sus principales asesores, generales y con la comunidad de inteligencia, el secretario de estado Rusk recomienda que se debía informar a Canadá y a todos los aliados de la OTAN sobre la tensa situación que se desarrollaba en Cuba, así como la remoción de todas las restricciones para el desencadenamiento sobre territorio cubano, desde la base naval de Guantánamo de la “operación Mongoose” organizada por el Pentágono, que comprendía la acción comando de grupos de cubanos exilados altamente entrenados que operaban bajo las órdenes del general Edward Landsdale4.
John McCone, director de la Agencia Central de Inteligencia, por su parte, propone acciones agresivas para desestabilizar al régimen de Castro, ante la perspectiva de su consolidación y su política posterior subversiva conjunta con la URSS respecto a la América Latina. McCone advierte también que la consolidación de Castro permitirá a la URSS no sólo la instalación de cohetes de mediano alcance sino de equipos de espionaje electrónicos dirigidos a territorio norteamericano y a la base espacial de Cabo Cañaveral.
Para septiembre, los soviéticos se hallan envueltos en la construcción de los sitios donde serían emplazados los cohetes intercontinentales en las localidades de Guanajay y Remedios, y la de los cohetes de mediano alcance en San Cristóbal y Sagua la Grande. Mientras el resto de la administración Kennedy seguía con escepticismo los reportes de satélites sobre la construcción de las instalaciones coheteriles en Cuba, estimándolas de carácter defensivas, la CIA se hallaba alarmada en extremo al considerar que los mismos darían cabida a cohetes ofensivos de largo alcance capaces de portar ojivas nucleares.
El 7 de septiembre, McCone envía un telegrama secreto desde Francia al general Marshall Carter, vicedirector de la CIA5 donde le urge que proponga a Rusk, secretario de estado, el desarrollo de una política conjunta de acción con respecto a Cuba escogiendo algunos países del Caribe y América del Sur, como una alternativa ante la posibilidad de que Estados Unidos no logre un compromiso efectivo de solución contra Cuba en la OEA.
Para el 10 de septiembre, McCone consideraba que el gran sigilo y secreto cubano alrededor de tales construcciones era un indicio de por lo menos la instalación de cohetes de mediano alcance, capaces de alcanzar territorio norteamericano. La CIA, de conjunto con Bundy, asesor de seguridad nacional, proponen la programación de vuelos de espionaje sobre Cuba para determinar cuantas baterías de cohetes tierra-aire se hallan en construcción. Pero Rusk, preocupado por la suerte que recién había corrido el U-2 de espionaje sobre la URSS y la pérdida del ChiNat no se muestra inclinado a conceder el permiso a la CIA para tales vuelos.
El 11 de septiembre el gobierno soviético declaró públicamente que los armamentos y equipo militar enviados a Cuba eran, por su naturaleza, exclusivamente para fines defensivos y que la URSS no tenía necesidad de trasladar sus armas a Cuba, para la acción de represalia contra cualquier otro país, pues el arsenal coheteril nuclear soviético no necesita de otros emplazamientos más allá de sus fronteras.
El día 13 la CIA vuelve a alertar a la administración Kennedy de que las construcciones en proceso en Cuba eran el preludio para el emplazamiento de cohetes atómicos que luego de instalados resultaría muy difícil su remoción. El 16 de ese mes McCone apuntaba lacónicamente que la experiencia norteamericana en la instalación de los cohetes Thor en Inglaterra y Júpiter en Italia arroja que los soviéticos también eran capaces de instalar cohetes similares con todos sus equipos de control de tal forma que en pocas horas podían ser operacionales6.
Los vuelos de espionaje del U-2 se efectuaron con éxito sobre Cuba entre el 26 de septiembre y el 7 de octubre. El 14 de octubre de 1962, los aviones U-2 de espionaje norteamericanos tomaron fotos de la instalación de cohetes de alcance medio, con ojivas nucleares, en territorio de Cuba. Esta secreta, extraordinaria y acelerada acumulación de proyectiles dirigidos soviéticos en una región que tiene con Estados Unidos nexos especiales e históricos llevó a que los militares instaran al presidente Kennedy a lanzar un ataque aéreo masivo contra las baterías de "mísiles" que instalaban los soviéticos.
Mientras Estados Unidos fotografiaba varios barcos soviéticos -el Fritz Kurchatov, el Antonov-, transportando armamento ofensivo, visible sobre cubierta, el día 13 de octubre, las baterías antiaéreas cubanas, cumpliendo órdenes directas de Castro, derriban el U-2 espía que pilotaba Rudolf Anderson a lo que siguieron horas de febril preparación norteamericana para un inminente asalto aéreo y terrestre.
ESTALLA LA CRISIS
El 20 de octubre, aconsejado por McNamara y Robert Kennedy el presidente se determinó a imponer una cuarentena naval a la Isla hasta que se removiesen los cohetes, manteniendo como una opción final el asalto militar. El presidente Kennedy se entrevistó con el canciller soviético Andrei Gromiko7 y éste le aseguró que la asistencia soviética a Cuba perseguía solamente el propósito de contribuir a la capacitación de Cuba para su defensa; que el adiestramiento de los cubanos en el manejo de armamento defensivo por parte de especialistas soviéticos no era, en forma alguna, de carácter ofensivo.
Las características de estos emplazamientos de proyectiles dirigidos indican dos tipos de instalaciones. Varios de estos emplazamientos comprenden proyectiles balísticos de alcance medio, capaces de llevar una carga nuclear a más de 1,000 millas náuticas de distancia. Cada uno de estos proyectiles es capaz de caer sobre Washington D.C., el Canal de Panamá, la ciudad de Méjico, Puerto Rico o cualquier otra ciudad en la parte sudeste de los Estados Unidos, de Centroamérica o de la región del Caribe. Asimismo, están por terminar emplazamientos adicionales destinados a proyectiles balísticos intermedios, capaces de recorrer más del doble de la distancia, desde la bahía de Hudson, Canadá, por el norte, hasta Lima, Perú, por el sur. Además se están armando con apresuramiento bombarderos de retropropulsión de alcance medio, para el transporte de armas nucleares.
El 22 de octubre, horas antes de que el presidente Kennedy hiciera una alocución pública denunciando la presencia de armas ofensivas en Cuba, el secretario de estado Rusk se entrevistaba con el embajador soviético. El presidente Kennedy anunció la imposición de una cuarentena naval a Cuba sobre todo de equipo militar ofensivo; la vigilancia aérea contínua y creciente sobre las instalaciones militares cubanas; la preparación de las fuerzas armadas para cualquier eventualidad; el refuerzo de la base naval de Guantánamo; la convocación de una reunión del órgano de consulta de la OEA para que invoque los artículos Sexto y Octavo del Tratado de Río de Janeiro en apoyo de cualesquiera medidas que sean necesarias.
Asimismo, el presidente Kennedy solicitó una reunión de urgencia del Consejo de Seguridad de la ONU para estudiar el proyecto norteamericano de desmantelamiento y retiro pronto de todas las armas ofensivas de Cuba, bajo la inspección de observadores de las Naciones Unidas, antes de que sea levantada la cuarentena.
Finalmente el presidente Kennedy se dirigió al presidente del consejo de ministros soviético, Jruschov para que detuviese y eliminase la clandestina y provocadora amenaza a la paz mundial, y le reiteró su disposición a conferenciar sobre nuevas propuestas dirigidas a eliminar las tensiones de ambas partes, incluyendo una Cuba genuinamente independiente, libre para determinar sus propios destinos. En su alocución el presidente Kennedy expresó que la transformación de Cuba en una importante base estratégica mediante los emplazamientos de proyectiles nucleares ofensivos, era el de establecer las condiciones técnicas necesarias para un ataque nuclear contra el hemisferio occidental, constituyendo una flagrante violación al Pacto de Río de Janeiro de 1947.
Al día siguiente, el embajador norteamericano ante la ONU, Adlai Stevenson, en una reunión del Consejo de Seguridad presentó las pruebas de la instalación en Cuba de los cohetes ofensivos y argumentó el peligro de que Cuba pudiese quebrar la armonía hemisférica concediendo a los soviéticos una cabeza de playa, invitando a un poder extracontinental en el hemisferio.
U'Thant, secretario general de la ONU, reclamó del presidente Kennedy el cese del bloque y del premier Jruschov el cambio de rumbo de todos los barcos en ruta hacia Cuba. Jruschov respondió a U'Thant proponiendo una reunión cumbre y anuncia que suspenderá el envío de armas a Cuba si los Estados Unidos levantaban su bloqueo naval. Jruschov aceptó la propuesta de U'Thant de que los barcos soviéticos que llevaban armas a Cuba se alejasen de la zona del Caribe en tanto se encontrara una solución. Pero el embajador norteamericano Stevenson declaró que el problema principal no era el bloqueo sino el desmantelamiento de las bases de cohetes.
El primer ministro inglés Harold MacMillan expresaba que la revelación hecha por el presidente Kennedy sobre refuerzos militares soviéticos en Cuba había producido una conmoción en todo el mundo civilizado. El canciller alemán Konrad Adenauer se solidarizaba con las medidas norteamericanas8. El gobierno de La Habana acusaba a Estados Unidos de preparar una agresión contra Cuba en medio de una histeria belicista.
La tensión crecía en el mundo mientras se aguardaba el primer contacto entre los barcos soviéticos que se dirigían a Cuba y la flota norteamericana que bloqueaban la región. Desde Washington, los altos mandos militares ponían en estado de alerta los bombarderos nucleares del Comando Aéreo Estratégico y otras unidades claves alrededor del planeta, como las que se encontraban en Berlín y Alemania Occidental. Además, se redistribuían las unidades de defensa aérea en la costa oriental de los Estados Unidos, mientras la flota naval se desplegaba en todo el estrecho de la Florida. Voceros del Pentágono apuntaban que Estados Unidos estaba dispuesto a hundir cualquier barco del bloque comunista que se dirija a Cuba y rehúse detenerse y ser registrado de acuerdo con el bloqueo.
Los preparativos militares en el Pacto de Varsovia se incrementaron y en Cuba se inició la inmediata movilización de todas las fuerzas armadas. La Habana mantenía la posición pública de que las armas instaladas en Cuba eran defensivas. El embajador y miembro de la inteligencia soviética, Alexander Shitov fungió durante toda la crisis como el consejero principal de Castro9. El tráfico aéreo estaba suspendido, el acceso a las costas estaba prohibido. Castro dirigía desde La Habana las operaciones militares, el ministro de defensa Raúl Castro asumía el mando del centro de la Isla, y Che Guevara de la parte occidental. Pero no había forma de que las combinadas fuerzas soviético-cubanos en la Isla, pudieran enfrentar exitosamente la invasión convencional norteamericana.
Horas después de la declaración del presidente Kennedy, el Kremlin declaró que las medidas tomadas por el gobierno de Washington constituían un paso hacia la declaración de una guerra atómica mundial, donde Estados Unidos se atribuía el derecho de atacar en alta mar a los buques de otras potencias. La URSS reiteraba que la ayuda soviética a Cuba sólo busca a aumentar su capacidad defensiva.
El día 25, alrededor de una docena de buques soviéticos en ruta hacia Cuba y que conducían armas ofensivas viraban hacia la Unión Soviética. El 27 de octubre Castro invitaba a U'Thant para concretar personalmente las negociaciones tendientes a lograr una solución de la grave crisis. En su mensaje Castro declaraba estar dispuesto a suspender la construcción de instalaciones militares en Cuba, con la condición de que los Estados Unidos levanten el bloqueo naval.
Pero en Washington crecía la posibilidad de una inminente invasión a Cuba a menos que se iniciase el desmantelamiento de las bases de proyectiles construidos por los soviéticos, pues los últimos reconocimientos aéreos mostraban que los técnicos soviéticos estaban apresurando el trabajo de completar la capacidad de operación lo más pronto posible en las bases de lanzamiento de cohetes de alcance medio.
El presidente Kennedy realizó otra alocución pública dirigida a Jruschov donde le conminaba a eliminar las bases de cohetes en Cuba. Los aviones de reacción de los portaaviones y bases terrestres de Estados Unidos estaban en estado de alerta total y al sur de Florida los preparativos militares eran intensos. Toda la línea costera se hallaba erizada de proyectiles tierra-aire, en el mar las naves de guerra de todo tipo, entre ellas gran cantidad de destructores asumían posiciones de combate.
CLAUDICAN LOS SOVIETICOS
Al día siguiente, un abatido Jruschov propone iniciar la negociación del retiro de los cohetes nucleares y los bombarderos Il-28 de la Isla a cambio de instalaciones norteamericanas cercanas a la Unión Soviética, en especial la remoción de los cohetes estratégicos nucleares Júpiter que en 1959 habían sido emplazados en Turquía, el flanco sur europeo, y que enfilaban hacia la profundidad de la masa continental de Eurásia. A excepción del general Curtis LeMay10, el resto del generalato norteamericano consideraba a los mísiles de combustión líquida Júpiter como un arma obsoleta ante los modernos y móviles submarinos Polaris, de combustión sólida. A su vez Estados Unidos prometió no invadir a Cuba.
Pero la reacción a la solución de la crisis por parte de Castro fue diferente a la soviética y norteamericana. Castro realizó reclamaciones airadas como el abandono de la base naval de Guantánamo, el inmediato levantamiento del bloqueo naval y dirigió acerbas críticas a la decisión soviética. En el plano militar las baterías cubanas derribaron un avión norteamericano de reconocimiento, hecho que casi lleva a que Estados Unidos decretase la invasión de la isla.
La instalación de los cohetes soviéticos en Cuba tenía una significación estratégica, y era lógico el considerar que tal movida de Jruschov tenía importancia militar. De haberse completado esta instalación, ello concedía a los soviéticos un incremento de un 40 % en su capacidad para propinar el primer golpe nuclear. Asimismo, era probable que con el tiempo los soviéticos siguieran aumentando el número de cohetes atómicos en la isla de Cuba, ya que tales mísiles podían golpear los Estados Unidos sin que sus sistemas de alarma lo detectasen y todo el Comando Aéreo Estratégico se hallaría expuesto a un ataque sorpresivo. Todo el balance de fuerzas estratégicas entre ambos poderes se hubiese alterado drásticamente en favor de la Unión Soviética.
Como resultado de la Crisis de los Cohetes, el prestigio de Castro sufre un rudo golpe, especialmente ante los No-alineados, al evidenciarse el papel de su régimen como dependencia militar de una superpotencia, y por la forma en que manejó públicamente tal aprieto sin contar con Cuba. Países como Ghana, India e Indonesia demandan la inspección in situ del desmantelamiento nuclear, pero un Castro enfurecido les acusa de pro-imperialistas; su larga y tirante negociación con el soviético Mikoyán termina con la aceptación del acuerdo secreto Jruschov-Kennedy, que prohíbe las actividades subversivas cubanas en América Latina.
La Crisis de los Cohetes no debilita los compromisos de seguridad y lazos militares cubano-soviéticos tan duramente edificados, puesto que no es sólo la estrategia de sostenerse ante los Estados Unidos lo que mantiene tal alianza; influye, además, la necesidad de Castro, de un soporte exterior para sustentarse internamente. La lúgubre sorpresa para Castro resultó ser la vulnerabilidad estratégica moscovita ante el potencial nuclear norteamericano, hecho que sumirá al PCUS en una larga lucha intestina, que contraerá a los soviéticos hacia Europa y ciertos puntos periféricos como Cuba, Egipto, Yemen del Norte y Siria. Al unísono, Moscú se halla envuelta en la insidiosa querella con China, que desgarra el movimiento comunista internacional.
Indudablemente que Jruschov se equivocó totalmente con la administración Kennedy, y la cresta de esta proyección quedaría congelada en la postura norteamericana respecto a Alemania, la crisis de los cohetes en Cuba y finalmente con el desembarco de tropas norteamericanas en Vietnam. Durante toda esta etapa los Estados Unidos funcionaron bajo la noción de que los soviéticos disponían de capacidad en las fuerzas nucleares estratégicas para un primer golpe devastador. Pero, después de la solución de la Crisis de los Cohetes cubana en 1962, se tuvo la convicción de que los soviéticos no continuarían presionando sobre el caso de Berlín. Jruschov nunca tomó un paso que lo llevase a una crisis nuclear que no pudiese controlar, pues consideraba que una guerra atómica no tenía vencedores, y temía al poder letal de las fuerzas de respuesta norteamericana.
En lo adelante, la disuasión hacia Moscú descansó en los cohetes ubicados en Estados Unidos, quedando Europa sólo con fuerzas convencionales para detener la masa blindada del Pacto de Varsovia. No sería hasta la década de los ochenta que la OTAN dispondría nuevamente de cohetes atómicos en Europa.
La crisis de los Cohetes en 1962 concluyó de forma tan rápida y decisiva por que los Estados Unidos podían destruir a la Unión Soviética totalmente en el primer golpe nuclear sin que ésta pudiese responder. La misma, además, mostró al Occidente que la supuesta paridad nuclear era sólo fruto de los mecanismos de desinformación soviéticos, corroborado por el coronel Oleg Vladimirovich Penkovsky, el topo angloamericano en la agencia de inteligencia militar soviética, el GRU. Penkovsky ofreció a Estados Unidos, durante la crisis, información valiosa sobre los cohetes balísticos intercontinentales y la fuerza de cohetería estratégica. Las fotografías suministradas por Penkovsky sobre tales emplazamientos secretos en territorio soviético permitió a Estados Unidos cotejar e identificar las bases que se construían en Cuba. Penkovsky, luego, fue descubierto y ejecutado.
El aborto de la Crisis de los Cohetes, el diferendo con Pequín, el conflicto norteamericano en Indochina, el choque árabe-israelí y el caso cubano marcarían líneas tangenciales moscovitas en los sesenta.
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