Ni casualidad ni inocencia
LA HABANA, Cuba, junio
“¿Sabes el último cuento de Pepito? –preguntó Lola, la vecina”. “No –respondí-, dispara”.
-La maestra manda a Pepito a escribir la fecha en el pizarrón. Pepito se levanta y escribe: La Habana, y debajo, Año del Café Mezclado con Chícharos.
Entonces, la señorita asustada le dice:
-¡No, Pepito, no, borra, borra!
Y Pepito le responde:
-Maestra, no. El de la borra es el año que viene.
Otra vecina me llamó el otro día para que fuera a visitarla para ver un clip de los Muppets que han hecho sobre los lineamientos del VI Congreso del PCC.
¿Hay algo más eficaz para lidiar con la solemnidad burocrática partidista que reírse?
El choteo en Cuba es el recurso más socorrido para dar a entender que a nadie le importa lo que se dice. Pero también es una manera de descargar la roña por nuestras vidas echadas a perder, atrapados en la isla de socialismo tropical.
En el teatro América, en la calle Galiano, reliquia del glorioso pasado de nuestra ruinosa ciudad y magnífico exponente del art-decó nacional, los jueves por la noche ponen barreras metálicas para que el público entre ordenadamente. Cada jueves la sala siempre se repleta. Desde hace años se presenta allí el show de Mariconchi, uno de los cómicos más populares de Cuba. Un personaje algo loca, pero muy lúcida, que expresa todo lo absurdo que al público le molesta en la vida cotidiana. Los espectadores se ríen de sus propias desgracias.
No soy sicólogo, pero intuyo que cuando río de mis manquedades, eso me alivia y me ayuda a soportar lo que se me viene encima. Supongo que lo mismo les pase a los demás.
Ahora se anuncia la próxima temporada del show humorístico de la televisión, Deja que yo te cuente. La sección del entrevistado la hace el conductor del programa y un actor conocido por Mentepollo. Hay quien dice que es el único actor que se atreve a criticar al gobierno en televisión.
Sin embargo, desestiman a los censores agazapados detrás de las consolas de los estudios. Todo lo que vemos y oímos en la pantalla grande en Cuba está autorizado por el gobierno. El único espacio libre de la tijera ideológica partidista son los hoteles, donde pueden verse los programas de algunas televisoras extranjeras.
Hay quienes ni ven las emisiones de noticias de la televisión nacional. Dicen que la política no les interesa, porque están saturados. Sólo encienden el aparato para ver las telenovelas y los programas musicales.
Escuchar en voz alta, en boca de otros lo que todos decimos en voz baja y con miedo, también es una forma de alivio, una válvula de escape, como que la catarsis de ellos también la hacemos nuestra y de ese modo descargamos un poco de nuestras frustraciones, siempre sin llegar a explotar. Quizás el gobierno lo permite porque también lo sabe; simplemente nos hace el juego porque siempre lo puede controlar.
En Cuba no hay casualidad, ni inocencia.