Ramilletes de suicidas
BUENO,bueno,BUENO, esta historia la pude haber escrito yo hace 40 años cuándo vivia en la Habana, nada a cambiado en estos 30 años con relación al transporte nacional que verguenza...
LA HABANA, Cuba agosto 2011
En La Habana, desde hace muchos años nadie espera que un ómnibus de transporte urbano pare en la parada establecida; lo normal es que el chofer pare antes o después del lugar señalado, donde generalmente lo espera una muchedumbre lista a abalanzarse para subir al ómnibus “a como dé lugar”. Ante esto, muchos aspirantes a pasajeros también se apostan, ocultos, a la caza del ómnibus, antes o después de la parada.
Hace unos días presencié lo que les narro a continuación. Un ómnibus P6, que cubría la ruta Vedado-Calvario, paró a pocos metros de la parada oficial, en la céntrica esquina de Belascoaín y Carlos III. El pugilato para abordar el vehículo fue de tal magnitud, que, más que gente que quería montar un ómnibus en un país civilizado, hombres y mujeres parecían gladiadores luchando por sobrevivir en la arena de un coliseo romano.
Con el ómnibus repleto y montones de gente aún luchando por subir, el chófer decidió apagar el motor, mientras pedía a los pasajeros que colgaban de las puertas que se apretujaran para entrar y poder cerrarlas. “Yo no tengo apuro caballeros y no me voy desgraciar la vida por llevar gente colgada de las puertas”, dijo. No faltaron los improperios contra el chofer.
El ómnibus, sin aire acondicionado, fabricado en Belarús y con menos de tres años de uso, sobrepasaba con creces la carga de pasajeros que debía acomodar. Calculo que no menos de 150 personas resoplaban apiñadas dentro de él, víctimas del insoportable calor.
Finalmente, después de un largo rato y ante la obvia determinación del conductor, algunos desistieron de montar al vehículo y los más decididos lograron acotejarse como sardinas en lata para que pudieran cerrar las puertas. El P6 arrancó con su carga de sudor y mal humor; hasta la próxima parada en que seguramente se repetiría la escena.
Desde hace muchas décadas, casi desde que los comunistas decidieron apropiarse del eficiente y económico sistema de transporte urbano que tenía nuestra ciudad antes de 1959 -y de todo lo que había en el país- los siempre escasos ómnibus habaneros han circulado con ramilletes de suicidas colgando de sus puertas.
Como cualquier habanero, desde que tengo uso de razón he vivido en múltiples ocasiones momentos como el narrado; sobre todo en períodos en que ha arreciado la escasez de combustible o el descalabro del parque de ómnibus de transporte público, como durante los peores años del prolongado e inolvidable Periodo Especial.
Mientras el chófer del P6 se tomaba todo el tiempo del mundo en Belascoaín y Carlos III, parlamentarios cubanos y funcionarios del Ministerio de Transporte debatían, en el Palacio de Convenciones de La Habana, nuevas estrategias para aliviar la crisis en la transportación de pasajeros. Granma, el periódico oficial de los comunistas, dueños de las guaguas y el país, publicó una reseña de lo acontecido en esa reunión. Según el reporte de la periodista Mailyn Guerrero Ocaña, la principal afectación del transporte urbano e interurbano, está en que existe un “parque envejecido y una disposición técnica muy inestable”.
Aquel ómnibus que se estacionó en Belascoaín y Carlos III, precisamente pertenece a una de las terminales más críticas del país, la del Reparto Eléctrico, municipio de Arroyo Naranjo. Hace solamente tres años el Estado entregó a esta terminal 70 autobuses nuevos, entre articulados y rígidos, fabricados en Rusia y Belarús.
De este lote de ómnibus, hoy presta servicio solamente el 70%. El restante 30% ya permanece estacionado en el paradero, por falta de piezas de repuesto para repararlos. Como resultado, la frecuencia de los viajes disminuyó y los ómnibus que salían cada 6 minutos ahora lo hacen cada 15.
Estamos ahora en el periodo de vacaciones de verano y el sistema de transporte urbano de la capital mueve alrededor de 900 mil pasajeros diarios, cifra que se prevé aumente a 1,2 millones cuando comience el curso escolar, en septiembre.
Mientras, en el Palacio de las Convenciones, sentados en cómodas butacas y en un agradable ambiente climatizado, nuestros parlamentarios –llegados al lugar en sus autos- discuten la endémica crisis del transporte, los habaneros, colgando como ramilletes de de las puertas de las guaguas, seguiremos esperando.
Septiembre viene con mucho calor, más pasajeros y menos guaguas.