'Nosotros' contra 'ellos'
"Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos".
El cardenal Jaime Ortega (c) durante
Gina Montaner | Miami
El cardenal cubano Jaime Ortega ha asegurado que en Cuba "algunas cosas han comenzado ya a cambiar". Es evidente que se trata de un hombre de fe. Tal vez por esta razón ve signos de apertura donde mortales menos espirituales sólo encuentran señales que apuntan a una mayor represión del Gobierno cubano.
Así es la religión: guiada por dogmas, sueños y visiones que no parecen obedecer a la realidad. Son cosas del otro mundo. De lo contrario, no se explica el abismo tan grande entre sus palabras y la escalada de acosos que padece la disidencia en la isla.
Es inevitable preguntarse si son hijos de un Dios menor el movimiento de 'blogueros', las 'Damas de Blanco' y los opositores que a duras penas consiguen alzar su voz en medio del estruendo del miedo.
Abandonados a su suerte y sin la protección de las homilías conciliatorias que la jerarquía eclesiástica lanza desde el altar. Porque mientras la Iglesia hace de portavoz del castrismo con comunicados que niegan la intervención directa de la policía política, en las calles los desafectos son acorralados por supuestas turbas espontáneas. Como ovejas condenadas al sacrificio.
Detenciones durante la procesión
Bien. Desde el púlpito se alaban unos cambios imperceptibles y la vista se eleva al cielo para no mirar lo que acontece en la tierra: en las festividades de la Virgen del Cobre, patrona de Cuba, se suceden los atropellos contra un puñado de opositores que irrumpe en las procesiones pidiendo "libertad".
Aunque parecen desamparados, sí se ha obrado un milagro, porque los brotes de manifestaciones van creciendo. Dos mujeres corajudas en el popular mercado de 'Cuatro Caminos' en La Habana. Integrantes del 'Grupo de los 75' en Santiago de Cuba. Las 'Damas de Blanco' en las calles de la capital. Murmullos de aire fresco en las adormecidas letanías. ¿Será que cuando el cardenal habla de pequeños cambios se le escapa que vienen de la disidencia y no de una dictadura esclerotizada?
La Iglesia no aprueba que los disidentes y sus proclamas se mezclen con sus feligreses y sus procesiones religiosas. Será por aquello de no juntar lo humano con lo divino.
Sin embargo, desde una humilde parroquia un sacerdote como José Conrado, líder espiritual de la verdadera teología de la liberación que es la que lucha por el libre albedrío de los cubanos, clama en sus sermones por la ansiada democratización del país. Mientras sus superiores lo trasladan a zonas más remotas para que su voz sólo se escuche en el desierto, Conrado no calla: "Mi pueblo sufre y no lo voy a abandonar".
En los peores años de la represión comunista en Polonia nadie apostaba por la disidencia. Cuando en 1984 el cura Jerzy Popieluszko, que llegó a ser capellán del movimiento Solidaridad, fue asesinado por sicarios del régimen, la conciencia colectiva sufrió una sacudida.
Tiempo después y al otro lado del océano, se equivoca la Iglesia cubana al alejarse del pulso de quienes con valentía conmovedora agitan endebles carteles con la subversiva palabra "libertad". Eso es pasar por alto a San Mateo: "Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos".
Adam Michnik, que junto con Lech Walesa fue uno de los líderes de la Primavera polaca, ha dicho que el fin del túnel se vislumbró cuando los polacos comprendieron que la fuerza estaba en el "nosotros" contra "ellos". Es la pregunta que debe hacerse el prelado en Cuba antes de confundirse fatalmente con "ellos". Todavía están a tiempo.