Un avión-robot de la CIA mata en Yemen al enemigo número uno de Obama
Con su colaboración, el presidente yemení intenta ganar el favor de EE.UU. en
un momento en que la revolución le pone contra las cuerdas
MIKEL AYESTARAN
Osama Bin Laden ha desaparecido, pero Estados Unidos prosigue su lucha contra Al Qaida. Su última victoria ha sido la muerte de Anwar Al Awlaki en Yemen gracias al ataque de un drone, un avión teledirigido no tripulado. Al Qaida en la Península Arábiga (AQPA) pierde de esta forma a su ciberpredicador y a su rostro más internacional.
El ministerio de Defensa yemení anunció vía mensaje de texto la muerte del clérigo tras una operación llevada a cabo entre las provincias de Al Jawf y Marib, en un lugar situado a unos 150 kilómetros al norte de Saná y alejado de la zona de Shabwah, tradicional feudo de los integristas. A las pocas horas, Washington confirmó la muerte del terrorista americano-yemení, el primer ciudadano con pasaporte de Estados Unidos que formaba parte de la lista de diez nombres a los que la CIA tenía orden de matar y que estaba calificado de «terrorista global». Junto al egipcio Al Zawahiri, el enemigo público número uno de Estados Unidos.
.A la tercera fue la vencida ya que Al Awlaki fue objeto de dos ataques anteriores en diciembre de 2010 y el pasado mayo de los que logró salir ileso. Esta vez el misil alcanzó el vehículo del religioso en el que perdieron la vida también sus cuatro acompañantes, entre ellos podría estar un ciudadano
estadounidense de origen paquistaní identificado como Samir Jan que sería el director de la publicación yihadista «Inspire», principal publicación de propaganda de Al Qaida.
Entre el memorial de agravios formulado por los servicios de inteligencia de Estados Unidos contra el clérigo en cuestión figura el haber «inspirado» a través de correos electrónicos al mayor Nidal Malik Hasán, militar de la base tejana de Ford Hood que disparó contra sus compañeros causando la muerte a 13 personas. Su dominio del inglés y de las nuevas tecnologías permitieron a Al Awlaki predicar el mensaje de la yihad global a través de la red y llegar a militantes de cualquier parte del mundo.
Tras el anuncio de Saná y la confirmación de Washington comenzaron a filtrarse los detalles de la operación más importante contra Al Qaida que se lleva a cabo desde la muerte de su líder, Osama Bin Laden. La agencia AFP, citando fuentes tribales, apuntó a «misiles lanzados desde un avión no tripulado» y desde Estados Unidos se informó de que fue uno de sus drones armado con misiles «Hellfire» y dentro de una operación del Mando Conjunto de Operaciones Especiales bajo la dirección de la Agencia Central de Inteligencia. Con esta muerte EE.UU. elimina al que consideraban «jefe de operaciones externas de Al Qaida en la Península Arábiga» a quien acusan de estar detrás de las últimas grandes operaciones transfronterizas del grupo.
Tras el regreso de Saleh
La Administración Obama ha logrado su objetivo más preciado tan solo una semana después del regreso del presidente Alí Abdulá Saleh a Yemen tras pasar más de tres meses en Arabia Saudí curándose de las heridas sufridas en el atentado sufrido en su palacio. El asesor de la Casa Blanca en materia antiterrorista, John Brennan, aseguró que desde el estallido de la revolución contra Saleh en febrero la colaboración antiterrorista con las autoridades «ha mejorado notablemente», sobre todo a la hora de la localización de miembros de AQPA. Brenan atribuye este cambio de actitud a la necesidad de los actuales mandatarios de ganarse el favor de Estados Unidos en su lucha contra la revolución que le mantiene contra las cuerdas.
Como en Pakistán, los aviones no tripulados americanos tienen luz verde para operar en todo el país —lo que supone que cuentan con una red de informadores sobre el terreno que son quienes dan las coordenadas precisas de los objetivos— y el número de ataques se ha disparado en los últimos siete meses. El apoyo formal de Washington a las revoluciones de Egipto, Túnez. Libia o Siria contrasta con la actitud descafeinada en el caso de Yemen, un país calificado de «socio indispensable» en la lucha contra Al Qaeda, donde el pueblo demanda cambios.
Yemen engendra desde hace tres décadas a la bestia del integrismo islámico en lo más profundo de sus entrañas, acogida en valles y desiertos alejados de un poder central incapaz de suplir las leyes tribales que imperan en las provincias y más preocupado estos días por sofocar la revolución popular que desde hace siete meses exige la dimisión del presidente Saleh. El presidente yemení lleva 32 años en su puesto, se aferra al poder e intenta mostrar a Occidente que él es una figura imprescindible en la lucha contra el terror. Las organizaciones de derechos humanos y los grupos opositores, sin embargo, denuncian que Al Qaida en la Península Arábiga no es más que un juguete en manos de las autoridades para perpetuarse en el poder. Las dos visiones de una realidad que mantiene al país al borde de la guerra civil.
La guerra teledirigida de EE UU
El empleo de 'drones' cambia el concepto de Washington sobre la guerra y el espionaje
Antonio Caño Washington
Para matar a Anuar el Aulaki, Estados Unidos ha utlizado un avión teledirigido a miles de kilómetros de distancia. Se trata de un Drone, que significa literalmente abejorro. Se le dio ese nombre a unos aparatos que pretendían reproducir la facilidad de vuelo de ese insecto para incrementar la versatilidad y profundidad de los aviones norteamericanos. Actualmente existen algo más de 7.000 drones, que desde 2001, pero muy especialmente en los últimos dos años, han actuado en Irak, Afganistán, Pakistán y, más recientemente, en Yemen y Libia. La mayoría son de unos nueve metros de largo, pero ya funcionan algunos de menos de un metro, y el diario de The New York Times informaba recientemente de que se está experimentando modelos hasta del tamaño de una mosca.
Estos artefactos, que en sus versiones más avanzadas pueden estar en activo en menos de una década, cambiarán por completo el concepto de la guerra y el espionaje. Darán a Estados Unidos capacidad de penetrar en los lugares más inexpugnables de forma prácticamente incontenible y obligarán a un total replanteamiento de los sistemas de ataque y defensa en todos los países.
No es ciencia ficción. La revolución está ya en marcha. Actualmente la Fuerza Aérea norteamericana entrena a más especialistas en el vuelo de los aviones sin tripulación que pilotos tradicionales para misiones de espionaje o bombardeo. Los drones fueron fundamentales para la localización de Osama bin Laden y para el combate a los insurgentes en Afganistán.
En los últimos cuatro años, EE UU ha matado a cerca de 2.000 supuestos terroristas en Pakistán con esos aviones. Los drones han sido utilizados contra Muamar el Gadafi, y una versión algo más grande de avión sin piloto, el llamado Global Hawk, es utilizada para fotografiar Corea del Norte y sirvió para seguir la evolución de la central nuclear de Fukushima.
El más conocido de los drones es el Predator, el que con mayor frecuencia es utilizado en Afganistán y Pakistán. La mayoría de ellos son dirigidos con un sencillo joystick por especialistas sentados ante pantallas de ordenadores en sus oficinas de la CIA. Despegan desde bases norteamericanas en Oriente Próximo y regresan allí tras su misión sin que nadie en esas bases haya intervenido en el proceso.
El modelo más pequeño, generalmente utilizado por el Pentágono, el llamado Raven, de 90 centímetros, es transportado manualmente por los soldados y es usado generalmente para obtener información de zonas montañosas o de acceso peligroso antes de que las fuerzas de tierra penetren en esos lugares. Actualmente está en fase de prueba una versión mejorada y también manual de este aparato que es capaz de volar a 25 kilómetros por hora y aterrizar con éxito en un espacio tan reducido como el extremo de un poste. En los modelos del tamaño de una avispa se intenta reproducir las alas y los movimientos de ese animal.
No es difícil pronosticar, por tanto, una guerra futura dirigida desde miles de ordenadores y en la que la labor de los soldados sea armar y lanzar minúsculos juguetes a cientos de kilómetros de distancia del enemigo. Entre los experimentos en marcha está incluso el de conseguir que los propios ordenadores programen la hora y los movimientos de los drones, sin apenas intervención humana.
Toda esta tecnología tiene el riesgo -como afirma Peter Singer, un experto en robótica militar y autor el libro Wired for War- de deshumanizar y reducir el coste humano de las guerras, lo que puede hacerlas más frecuentes. "Esto creará una situación en la que los norteamericanos solo arriesgarán sus máquinas, lo que reduce aún más un nivel de exigencias para la guerra que ya es hoy muy bajo", afirma Singer en una entrevista a Mother Jones.
Los drones pueden convertir las guerras en lo que Singer llama "porno-guerras", una mera grabación que, si se le añade la música adecuada, se parecerá más a un videojuego que a la trágica realidad de la muerte.
Visto desde otro punto de vista, la tecnología no es responsable de la crueldad humana. Todo el salvajismo visualizado en la I Guerra Mundial no impidió el estallido de otra 30 años después. Por lo demás, el desarrollo acelerado de drones puede también, como otros avances tecnológicos militares, tener aplicaciones civiles.