Cuba, un pueblo insomne
Por Rafael Ferro / PINAR DEL RÍO, Cuba
Los desvelos comenzaron para los cubanos en enero de l959, cuando triunfó la revolución encabezada por Fidel Castro y todo cambió. La gesta revolucionaria contó con el apoyo de la mayoría del pueblo. Castro y sus tropas ganadoras, dieron el empujón definitivo a un gobierno que desde hacía rato estaba abocado a la debacle.
El pueblo participó en la batalla y esperaba que fuesen escuchados sus reclamos. Pero la idea de Fidel Castro era otra y el pueblo estaba totalmente ajeno a las manipulaciones que estaban por venir.
Desde su condición de autodenominado “Comandante en Jefe”, con poderes absolutos, Fidel Castro se dio a la tarea de buscar un enemigo mayor para Cuba. Siguiendo las reglas del arte de la guerra de Sun Tzu, el legendario general chino de la antigüedad, buscó a ese enemigo indispensable bien cerca y lo encontró en Estados Unidos.
Desde los primeros años revolucionarios comenzaron a inducirnos la paranoia por supuestas amenazas de invasiones norteamericanas y probables guerras, que hasta la fecha no han llegado. Estando el país entero en eterna alarma de combate, el sueño fue una de las prohibiciones primeras para los cubanos. Había que estar siempre alertas ante “la amenaza”.
Muchas familias se desvelaban además por tener hijos, hermanos o padres en peligro de terminar en el paredón de fusilamiento, marcados como traidores o supuestos criminales de la dictadura anterior. Con los sesenta comenzó además el éxodo y las separaciones que hoy continúan.
Llegó la década del setenta y nos trajo el horror de que los cubanos fueran obligados a luchar y morir en contiendas lejanas, con las que nada teníamos que ver. África fue el escenario donde los cubanos dejaron su sangre bajo el pretexto de una absurda doctrina de “internacionalismo revolucionario”, que nunca entendimos. Fueron muchas las familias con hijos combatiendo en Angola, condenadas no poder dormir en paz, el castigo divino de los cubanos.
Los ochenta comenzaron con el éxodo masivo del Mariel. El gobierno cubano en respuesta de arrebato contra una irrupción de ciudadanos en la embajada del Perú, abrió el puerto del Mariel para la emigración masiva hacia Estados Unidos por mar y, en cinco meses, se nos fueron 125 mil cubanos más. Fue otra década de sobresaltos familiares, lágrimas, nuevas ausencias y despedidas. Más noches de insomnio para nuestras familias.
Al final de los ochenta y principios de los noventa, cayeron cual fichas de dominó las dictaduras comunistas de Europa, el llamado “campo socialista”, y finalmente se desintegró la Unión Soviética, desapareciendo con ella los subsidios que constituían el principal soporte económico de nuestra dictadura. El gobierno cubano se negaba a cualquier cambio o a abrir nuevos espacios económicos, y llegó el Periodo Especial, que nos colocó en la miseria absoluta.
Brotaron manifestaciones de inconformidad a lo largo y ancho de la isla, y otra vez el mar devino puerta de salida a la esperanza. El gobierno, como válvula de escape, permitió irse a todo el que quisiera y se produjo una nueva estampida. Llegaron más de 33 mil cubanos a Estados Unidos, pero nadie sabe en realidad cuantos huyeron. En las precarias balsas se fueron decenas de miles, y hubo ahogados a montones. Muchos familiares de esos muertos quizás tengan aun noches de insomnio imaginando sus últimos momentos.
Llegó el nuevo milenio y seguimos sin alicientes y sin derecho al sueño los cubanos. Cambios indispensables que no llegan, desempleo masivo anunciado, fortalecimiento de las leyes represivas y nuevas maniobras de los de arriba para asegurar la perennidad de La Familia en el poder.
Parece que los cubanos sólo podemos aspirar a dormir tranquilos en la tumba.