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General: LA Iglesia le mata el hambre a los cubanos pobres
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: administrador2  (Mensaje original) Enviado: 11/03/2012 14:14
 
La demanda por la labor caritativa de la Iglesia crece
La Iglesia es tabla de salvación para muchos cubanos
 
IGLESIA DE SAN LAZARO EN LA HABANA
 Juan O. Tamayo

La jubilada habanera María Antonia confiesa que se habría muerto de hambre sin los almuerzos gratuitos que reparte la Iglesia Católica de su barrio.
 
La viuda, de 69 años, tiene un retiro de $12 al mes que apenas cubre la comida para seis u ocho días al mes, y no tiene parientes en el extranjero que puedan enviarle algunos dólares adicionales.
 
“Un almuerzo gratis te salva la vida cuando una libra de puerco te cuesta más de un CUC [moneda convertible]”, afirmó María Antonia. “Para mí la iglesia es más que un templo o una misa. Es una manera de sobrevivir”.
 
Mientras que el gobernante cubano Raúl Castro recorta los subsidios gubernamentales a los alimentos y al sector de la salud en un intento de estimular la economía prácticamente estancada, la Iglesia Católica está tratando de cubrir las crecientes brechas en la red de bienestar social cubana, que está en proceso de desintegración.
 
Con millones en ayuda de los exiliados católicos y grupos en el extranjero, las parroquias están creando cada vez más comedores y programas de salud y educación, y trabajando con familias con problemas y cubanos VIH positivos.
 
“La necesidades están creciendo y los recursos del estado son limitados”, comentó Maritza Sánchez, directora de Caritas Cubana, la sucursal en la isla de la organización católica mundial de socorro, desarrollo y servicios sociales.
 
Las buenas relaciones entre Castro y el cardenal Jaime Ortega han abierto además las puertas para una mejor cooperación en asuntos tales como programas humanitarios y derechos humanos, como fue la liberación de unos 125 presos políticos en el 2010 y el 2011.
 
Incluso después de que Fidel Castro declaró el gobierno ateo, confiscó propiedades de la Iglesia y expulsó a cientos de sacerdotes y monjas a principios de la década de 1960, permitió a algunas órdenes religiosas católicas que administraran varios hospitales y hogares de ancianos.
 
Entre ellos está un hospital psiquiátrico y los hogares de ancianos Santovenia y La Edad de Oro en La Habana, además del hospital de San Juan de Dios y el hogar de ancianos Padre Olallo en la zona oriental de Camagüey. Además, en el Hospital San Lázaro para leprosos en La Habana son monjas las que trabajan, aunque es propiedad del gobierno.
 
Los hogares de ancianos administrados por la Iglesia cuentan con un prestigio tal que tienen listas de espera no oficiales para admisiones, confesó un voluntario de la parroquia. Algunos ancianos en busca de admisión rápida han propuesto donar sus casas a la Iglesia o a enfermeros legos.
 
Durante décadas, los funcionarios cubanos se mantuvieron incómodos con cualquier comentario público sobre el trabajo humanitario de la Iglesia, preocupados al parecer de que el mismo arrojara sombra sobre sus alardes sobre los avances en el sector de bienestar social de la revolución de Castro.
 
Pero el gobierno cubano empezó a permitir a la Iglesia un campo de acción más amplio después de que se terminaran los enormes subsidios de la Unión Soviética a la isla y se generalizara el hambre. En 1991, dieron permiso a Caritas para abrir su sucursal local.
 
En la actualidad, la demanda por la labor caritativa de la Iglesia está creciendo de nuevo, con los precios de los alimentos subiendo en casi un 20 por ciento el año pasado luego de que Raúl Castro recortara los subsidios y las importaciones de comida. Los gastos en el campo de la salud también bajaron en un 7.7 por ciento en el 2011.
 
Las relaciones entre las agencias de socorro de la Iglesia y el gobierno actualmente “parecen estar mejorando. Son menos tensas”, declaró Mary De Lorey, representante de América Latina y el Caribe de Catholic Relief Services (CRS), agencia radicada en Estados Unidos.
 
La mayoría de las parroquias importantes ofrecen ahora comidas gratis varios días por semana, clases de computadora e idiomas tales como inglés y francés, así como conferencias sobre historia de Cuba y tutoría sobre habilidades de negocios tales como contabilidad, según activistas de la Iglesia.
 
Algunas empresas estatales han llegado a enviar a sus empleados a los cursos de negocios de su parroquia, indicó Enrique López Oliva, periodista e historiador de la Iglesia retirado que vive en La Habana.
 
Caritas Cubana ayuda además a niños con síndrome de Down, niños desfavorecidos y sus padres, y cubanos que son VIH positivos o tienen sida, dijo Maritza Sánchez a El Nuevo Herald en una entrevista telefónica.
 
Pero los más afectados por los recortes del gobierno son los ancianos como María Antonia, economista retirada del Ministerio de Justicia que pidió que no se publicara su apellido porque se gana unos pocos pesos adicionales al mes en el mercado negro.
 
“En estos días, si uno depende de la jubilación para vivir, bueno, sería mejor pegarse un tiro”, añadió en conversación por teléfono desde La Habana.
 
Las pensiones de los cubanos son siempre magras, y aunque la salud pública es oficialmente gratis, muchas medicinas y suministros, desde agujas de inyectar a materiales para empastes dentales, sólo se pueden encontrar en el costoso mercado negro.
 
Varias parroquias de las 11 diócesis de la isla cuentan con voluntarios que llevan la comida a los ancianos y discapacitados que no pueden salir de sus casas y los bañan, y otros parroquianos incluso les lavan la ropa.
 
Médicos hacen visitas voluntarias a los ancianos y las parroquias se notifican mutuamente cuando uno de sus vecinos --ya sea católico practicante o no-- no consigue encontrar una medicina que le es indispensable, explicó un doctor.
 
Lo mismo que la mayoría de las demás iglesias en Cuba, la labor humanitaria de los católicos en la isla es financiada casi totalmente desde el extranjero, a través de tantos canales grandes y pequeños que se hace imposible estimar el valor total.
 
Caritas Cubana recibió donaciones en efectivo y artículos por un valor de casi $1.9 millones en el 2010, la mayoría de ellas enviadas por sus homólogos en España, Alemania y Suiza, explicó Sánchez. Tienen 72 empleados a tiempo completo y más de 3,200 voluntarios por toda la isla que prestan servicio a más de 28,000 adultos y niños de casi 5,000 familias.
 
Amigos de Caritas Cubana en Boston, donde el cardenal Sean Patrick ha participado durante mucho tiempo en asuntos relacionados con Cuba, enviaron a la isla el 23 por ciento de las donaciones recibidas en el 2010, y las de CRS representaron casi el 21 por ciento, agregó Sánchez.
 
De Lorey dijo que el programa cubano de CRS promedia entre $160,000 y $170,000 al año, en mayor medida para entrenar a empleados y voluntarios de Caritas Cubana. Además, envían a la isla dos o tres cargamentos de suministros médicos donados al año, aunque este tipo de ayuda es enviada sobre todo durante emergencias tales como ciclones, señaló.
 
Los esfuerzos de CRS en Cuba son estrechos comparados con los llevados a cabo en otros países, agregó De Lorey, porque en la mayoría de los otros países puede brindar asistencia en áreas tales como la educación, el desarrollo agrícola, el desarrollo de microempresas y microfinanciamiento.
 
El cardenal Tim Dolan de Nueva York también ha impulsado a su arquidiócesis a ayudar a Cuba, y otras diócesis y parroquias estadounidenses tienen sus propias relaciones directas con sus homólogas en la isla. Indianápolis y Camagüey, por ejemplo, son “diócesis hermanas”.
 
Los Caballeros de Colón de EEUU reportaron haber financiado la construcción de una nueva sede para el Seminario de San Carlos y San Ambrosio, una instalación de 55 acres cerca de La Habana equipada con computadoras.
 
Las monjas radicadas en Miami de la Orden de Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl dicen que envían a Cuba un promedio de un contenedor cada uno o dos meses cargado de suministros médicos, ropa usada y artículos imperecederos.
 
Exiliados católicos que viajan a Cuba dicen que a menudo llevan efectivo y suministros a sus antiguas parroquias para burlar los controles gubernamentales sobre la ayuda humanitaria.
 
Cuando el ex arzobispo de Santiago Pedro Meurice murió en Miami el año pasado, la aerolínea American Eagle donó uno de sus aviones para transportar su ataúd, familiares y amigos a la isla, señaló Vivian Mannerud, veterana de la industria de los viajes a Cuba.
 
Mannerud amplió que su compañía, Airline Brokers, también ha hecho envíos a la Iglesia cubana, sin cobrarles, de artículos tales como alimentos, biblias, rosarios, pañales para niños y adultos, así como sillas de ruedas y otros equipos médicos.
 
Asistencia adicional llega a la isla a través de otras organizaciones humanitarias católicas, tales como Adveniat en Alemania y Misereor y Pan Para el Mundo en Francia, según activistas de la Iglesia en La Habana.
 
Los programas de asistencia de la Iglesia no siempre funcionan sin problemas.
 
El gobierno cubano tiene que preaprobar la lista de envío de cualquier cargamento que entre al país, y ha confiscado cajas --generalmente las que se envían como ayuda después de los ciclones-- que contengan mensajes que ellos consideren ofensivos, tales como “Del exilio”.
 
Las parroquias ya no pueden mantener los dispensarios farmacéuticos que en un momento atrajeron a muchos cubanos en busca de medicinas difíciles de encontrar. Una fuente dijo que funcionarios cubanos le habían dicho que temían que las medicinas donadas contuvieran veneno o algún virus.
 
Según las reglas del embargo de EEUU, Caritas Cubana puede enviar cargamentos de suministros médicos a hospitales gubernamentales, siempre y cuando se certifique que los suministros no son desviados para ser usados por funcionarios del gobierno o del Partido Comunista, entre otros requisitos.
 
Varios veteranos del programa de asistencia de la Iglesia negaron firmemente reportes anteriores de que agencias y funcionarios del gobierno de Castro han exigido un porcentaje de un cargamento antes de permitir a la Iglesia que distribuya el resto.
 
“Bueno, el trabajo puede ser difícil y complicado”, declaró Sánchez. “Pero hay una necesidad que crece y que tenemos que tratar al menos de aliviar”.


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