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General: El Vicario de Cristo y su imagen para el mundo
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 14/03/2012 14:46
 
¡Imagen para el mundo!
El Vicario de Cristo y las Damas de Blanco juntos.
Me afecta mucho cuando leo los ruegos que las Damas de Blanco hacen a Benedicto XVI. Ahora le pidieron “un minuto”, sólo un minuto cuando vaya a Cuba.
 

 
Por Eleonora Bruzual, Univision Radio
Me afecta mucho cuando leo los ruegos que las Damas de Blanco hacen a Benedicto XVI. Ahora le pidieron “un minuto”, sólo un minuto cuando vaya a Cuba. Ellas dicen querer explicarle su situación y la de los presos políticos, como si esto no lo conociera ese Papa que también resultó amigote de tiranos…

Y quién les responde es el Arzobispado de La Habana, en la voz de monseñor Ramón Suárez Polcari, de la misma “Madera” que Jaime Ortega Alamino y quien rápidamente les alega que concretar una reunión será "muy difícil"… Y es que ya no falta tanto para que Benedicto XVI llegue a encochinarse con los Castro. Ya sabemos que el "Papamóvil" está en México, donde el Sumo Pontífice comenzará a fin de mes su gira, que concluirá en la mazmorra antillana. Pero el silencio Vaticano es como un grito que hace publica la complicidad con los verdugos del pueblo cubano.

Los disidentes, los demócratas cada vez tratan de presionar un posible encuentro con Benedicto XVI. Ahora son las Damas de Blanco, antes de ellas Guillermo Fariñas pidió por carta una cita y expresó su deseo de que el pontífice denuncie "los atropellos" del gobierno comunista. Pero como les digo la respuesta es el silencio irrespetuoso de un Papa que está resultando igualito que el Benedicto que lo antecedió en la historia del Vaticano, Benedicto XV conocido como el Papa de la Paz que otorgó a principios del siglo XX la Orden Piana al general Juan Vicente Gómez, que bañó de sangre a Venezuela y aterró a su pueblo durante 27 años…

Que fea historia parece ser la del Vaticano y que ahora Benedicto XVI obliga a recordar… Pero no haré un recuento de esa negra saga, prefiero relatar más bien que durante el encuentro con Monseñor Suárez Polcari, las Damas de Blanco expresaron su deseo de que el Cardenal Ortega Alamino vuelva a mediar ante la tiranía castrista y exija el fin del acoso contra su organización, que cada vez es más grave. Lo dicen casi con ingenuidad ya que Ortega Alamino mejor que nadie conoce ese acoso, un crimen más de los tiranos Castro.

Y al respecto de este desencanto que por fuerza tenemos que sentir ante la actitud del Pastor de los católicos del mundo, quiero comentar la carta del profesor de origen cubano Carlos M. N. Eire, catedrático de Historia y Religión de Yale University. Leeré algunos párrafos de su carta que encabeza así: “Muy Santísimo Padre, Le escribo para agradecerle su próxima visita a Cuba. Alienta mucho saber que usted va a visitar once millones de presos. Al fin y al cabo, la isla entera es una cárcel en la cual todos sus habitantes están presos.

Le escribo no solamente como cubano, pero también como miembro de su rebaño y como catedrático y hombre de letras. El profesorado que ejerzo aquí en la Universidad de Yale - plaza nombrada en honor al primer capellán católico de Yale - es la Cátedra de Estudios Católicos. Por extraño que parezca, muchos en esta universidad sumamente laica creen que yo soy su nuncio y que estoy en contacto continuo con usted sencillamente porque ocupo esta Cátedra Católica”.

En otro párrafo dice: “Todos los que están presos en Cuba necesitan su visita, desesperadamente. Su presencia física les elevará el espíritu, y les dará un vistazo al mundo que existe más allá de la muralla de agua salada de esa cárcel, quizás hasta vislumbren al mismo Reino del Cielo, sobre todo cuando usted haga presente a Cristo entre ellos al celebrar el sagrado sacrificio de la Misa.

Por supuesto que usted tendrá que reunirse con los tiranos, carceleros y verdugos. Eso es inevitable. Poco ha cambiado desde que Nuestro Señor dijo, “Os envío como ovejas en medio de lobos”. Lo más seguro es que los tiranos y sus secuaces vayan a la Misa, tal como asistieron cuando su antecesor el Venerable Juan Pablo II visitó la isla hace ya unos años. Esos hombres también lo necesitan a Ud., al modo retorcido de ellos. Ellos esperan que su visita les preste un aura de legitimidad, les traiga plata, y que engañe al mundo a creer que al fin y al cabo no son tiranos”.

El tiempo me obliga a saltarme párrafos de esta súplica maravillosa del Dr. Carlos Eire, termino leyendo esto: “Solamente tengo una cosa que rogarle: por favor, reúnase con las Damas de Blanco durante su visita a Cuba. Ellas mismas se lo han pedido, a través de su Nuncio Monseñor Bruno Musaro, con el cual se reunieron unas semanas atrás. Bendígalas con su presencia, por favor, muy Santo Padre. Ellas son asombrosamente valientes; pero, sometidas como están al continuo abuso físico y mental, y a la amenaza constante a prisión o muerte, necesitan abrumadoramente su bendición.

Como ya usted bien sabe, con frecuencia las atacan y golpean y se les impide que vayan a la iglesia; a veces hasta las han atacado estando dentro de las iglesias. Están viviendo el evangelio, a gran costo, arriesgando sus vidas por su hermandad. Como la cananea que le gritó a Jesús, “¡Señor, socórreme!”, o como la mujer que tocó el ruedo de Jesús con la esperanza de que El la curase, ellas aspiran, llenas de fe, suplicando contra toda probabilidad. En una isla donde a todos se les ha convertido en pordioseros, ellas suplican por el más raro y valioso don de todos: Su presencia.

Y, ¡Oh, qué imagen sería esa para el mundo entero! El Vicario de Cristo y las Damas de Blanco juntos. Qué sacudida para los sentidos: una imagen tan inesperada, que podría restaurarle la vista a los que ciega el odio, tal vez, o que detenga el desangre que ha estado manchando la hermosa isla prisión desde hace demasiado tiempo. Hasta tal vez saldrán en fuga los demonios. Su poder como Vicario de Cristo es único. Usted impone la atención mundial. Usted sirve como la conciencia del mundo. Su reconocimiento público de las Damas de Blanco podría cambiar el curso de la historia. Ellas rezan por ello; todos también rezamos con ellas. Yo, un mendigo, expulsado de mi patria cincuenta años atrás, me uno a las osadas Damas de Blanco en su súplica. Suplicamos como el ciego que no paró de llamar a Jesús y gritó más duro cuando le dijeron que se callara”…


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