Damas Blancas
'Un minuto, eso es todo lo que le pedimos al Papa, un minuto'
Berta Soler, líder del movimiento Damas Blancas, con un cartel de la visita del Papa. | AFP
Afirma que será una decepción si Benedicto XVI no se reúne con ellas
Por Irene Hernández Velasco | La Habana
Todos los domingos, las esposas, madres, hermanas y abuelas de presos políticos cubanos que integran el movimiento de las Damas de Blanco acuden en La Habana a la parroquia de Santa Rita de Casia, la abogada de los casos imposibles.
"Es que lo que pedimos en Cuba parece imposible: que se libere a los presos políticos, que se ponga fin a la represión por motivos ideológicos, que se avance en la democracia, que se respeten los derechos humanos, que se hagan progresos en el terreno de la libertades
", asegura Berta Soler, de 48 años y líder de este movimiento.
Las Damas de Blanco se han convertido en uno de los principales motores en Cuba de la disidencia pacífica. Y, precisamente por eso, son también uno de los objetivos preferidos de los 'actos de repudio', como se conocen a las agresiones que grupos pro-gubernamentales llevan a cabo contra aquellos que se atreven a cuestionar públicamente a las autoridades comunistas.
Rara es la semana que alguna de las Damas de Blanco no es insultada, vejada, agredida, golpeada e incluso arrestada. Desde el pasado 8 de enero, por ejemplo, una de sus miembros (Yasmine Concedo) está en prisión. Y la propia Berta Soler fue arrestada la semana pasada durante más de diez horas.
Ante esa situación, no es de extañar que las Damas de Blanco tengan puestos sus ojos y muchas de sus esperanzas en el viaje a Cuba que Benedicto XVI emprenderá mañana lunes a este país, confiando en que el Papa hable alto y claro en defensa de los derechos humanos.
Pero les gustaría que, además de palabras, el Papa tuviera un gesto con todos los cubanos que desde hace años se dejan la piel en nombre de la democracia. Por ejemplo: que se reuniera con un grupo de Damas de Blanco.
'Somos agredidas cuando vamos a misa'
"Un minuto, eso es todo lo que le pedimos al Papa, que nos conceda un minuto", asegura a ELMUNDO.es Berta Soler, consciente de que el programa de la visita de Benedicto XVI no incluye ninguna reunión con representantes de su organización ni de ningún otro movimiento de la disidencia. "Sabemos que tiene una agenda apretada, pero tenemos derecho a que nos reciba, somos los oprimidos. En ese minuto queremos contarle la realidad del pueblo cubano: aquí no se respetan los derechos humanos, aquí no hay libertad, aquí no hay respeto por la Iglesia. Nosotras, las Damas de Blanco, somos agredidas cuando tratamos de ir a la misa dominical. La represión y la violencia crecen, porque al Gobierno le preocupa que el movimiento de los disidentes esté creciendo y sea cada vez más organizado".
Berta es técnica en microbiología y hasta hace unos años trabajaba como investigadora en un hospital. No tenía vinculaciones políticas pero cuando en 2003 su marido, ángel Juan Maya Acosta, fue encarcelado por su activismo en defensa de los derechos humanos, Berta decidió que había que hacer algo. "Dejé mi trabajo para dedicarme a la lucha pacífica en favor e la democracia y la libertad", cuenta. "Fue el Gobierno castrista el que me empujó a la militancia activa".
Las Damas de Blanco esperan que la visita del Papa suponga no sólo un soplo de esperanza para el pueblo cubano, sino que sirva también para impulsar avances en los derechos humanos. "El pueblo cubano está necesitado de esperanza, de amor, de paz, de apoyo, y todo eso nos lo va a traer el Papa. Pero también está muy necesitado de libertad. El Papa no nos va a traer la libertad, porque él no es un libertador y porque la libertad depende de los cubanos", asegura Berta. "Pero puede tener un gesto de apoyo hacía nosotros, los oprimidos, y reunirse con un grupo de Damas Blancas. Si no lo hace será una decepción".
Los mismos que agraden a las Damas de Blanco las insultan llamándolas "gusanas" y "vendepatrias", acusándolas de estar al servicio de Estados Unidos. "Lo dicen para desacreditarnos. Nosotras no recibimos dinero de ningún Gobierno, pero sí de exiliados cubanos que nos ayudan para poder llevar comida a los presos políticos y mejorar así sus condiciones. Ese dinero no lo utilizamos para hacer la contrarrevolución. No ponemos bombas, no cometemos atentados, ni siquiera pegamos carteles. Solo marchamos vestidas de blanco y con un gladiolo en la mano".