El Mundo - Javier Carrasco
Aún hoy hay gente que condena a los demás según si les gusta la carne o el pescado. El arzobispo de Alcalá de Henares es uno de ellos. A juicio por sus declaraciones, el alicantino Reig Pla parece estar muy preocupado por la vida sexual de sus compatriotas. Le interesa lo que ocurre en la cama más de lo que sucede en la calle o en las fábricas.
Reig Pla no tiene mejor cosas que hacer que arremeter contra los homosexuales un día sí y otro también. Dice majaderías como que son enfermos o que se van a condenar. Monseñor se cree más listo que Jesucristo de quien no se conoce una sola palabra contra los homosexuales en los Evangelios. Habría que esperar a Pablo de Tarso, aquel judío renegado, para encontrarlas.
Reig Pla, que fue también arzobispo de la Diócesis Segorbe-Castellón, no se baja de la burra y sigue sacando pecho en su cruzada contra los gays y las lesbianas. A mí este tipo de personajes me aburren los días pares y me dan tristeza los impares. Hay algunos ministros de la Iglesia (no todos, por suerte) que siempre han estado obsesionados con el sexo, con el demonio y la carne, un asunto que no deben dominar en demasía si de verdad cumplen con el voto de castidad.
El sexo es un don de Dios o de la naturaleza, allá cada cual con sus creencias, y no debería razón para condenar o salvar a nadie. Estamos en el siglo XXI, no en la Edad Media. Que cada uno haga lo que quiera con su cuerpo siempre que respete a los demás. No metan sus narices en los dormitorios de la gente.
Este principio tan elemental no parece entrarle en la cabecita a monseñor Reig Pla, a quien habría que enseñarle unas nociones básicas del significado de la libertad de las personas, también la libertad de errar, de perderse, de condenarse como él dice. Los sermones del arzobispo, además de carecer de hondura intelectual, reflejan la ausencia total de caridad cristiana por hombres y mujeres que siguen sufriendo discriminación en muchos lugares del mundo.
Más le valdría a monseñor mirar dentro de su casa. Es seguro que algunos de los sacerdotes y prelados con los que tiene trato son homosexuales, aunque no lo confiesen. Incluso puede que tengan novios o amigos furtivos de fin de semana. ¿También ellos necesitan terapia, monseñor? Leáse los Evangelios con calma y verá que lo usted dice es lo contrario del mensaje de amor y misericordia que predicó Jesús hace más de dos mil años.