El arte de la fuga
Los actores Anailin de la Rua y Javier Níñez
Alejandro Ríos
La Guerra Fría no solo le dispensó glamour a la literatura de espionaje, donde llegó a instaurar un leído subgénero, sino a famosas deserciones. Sin duda aquellas protagonizadas por personalidades del arte son las que más han perdurado en el imaginario popular.
Hay un filme, Moscow on the Hudson, que disfrutamos en Cuba de manera clandestina por los años ochenta, muy recordado por su candor y aliento como parte de la filmografía de las escapadas del socialismo que también ha desarrollado un lado más oscuro de circunstancias violentas y desesperadas, como aquella otra película donde se cava un túnel para pasar por debajo del obsceno muro de Berlín.
En la mencionada comedia de Paul Mazursky, Robin Williams interpreta este atribulado músico de circo soviético que decide desertar y lo hace nada más y nada menos que en la tienda Bloomingdales de Nueva York.
El asunto vuelve a colación por el sonado capítulo mediático de la eventual desaparición de dos jóvenes actores cubanos que decidieron, recientemente, no continuar viaje a Nueva York, luego de aterrizar en Miami, invitados por el Festival de Cine de Tribeca para la presentación de una película que protagonizaron, paradójicamente, sobre una fuga en balsa y por la cual, uno de ellos mereciera premio de actuación.
En el pasado reciente, estas delegaciones culturales cubanas, de visita en otros países, eran acompañados por miembros de la policía política para impedir, dentro de lo posible, potenciales deserciones.
En nuestros días de florecientes intercambios culturales, casi siempre de una vía, de Cuba a los Estados Unidos, las fugas han caído en desuso. Ahora los artistas cubanos, de cualquier género y generación, viajan varias veces a Miami al año donde cargan las baterías financieras, coquetean con el disentimiento político y luego regresan al redil socialista con todas sus calamidades.
Suele ocurrir que algunos deciden quedarse no sin antes escoger en cuál de las visitas lo hacen y siempre y cuando garanticen algún tipo de compromiso laboral que les convenga, algo impensable para los otrora épicos desertores.
Curiosamente, es en el área del cine, sobre todo joven, donde no pocos de sus representantes han optado por quedarse en sus primeras incursiones, sospechando que no habrá segundas oportunidades como las de los actores, humoristas, músicos y cantantes más populares.
Los jóvenes en camino al Festival de Tribeca fueron entrenados como actores por la directora del filme que los encontró en las calles habaneras, así que no contaban con la protección de la fama para decidir sobre sus destinos y optaron por dar un paso más radical.
Otra forma, ya habitual, de la deserción es disfrutar de los eventos a donde han sido invitados y luego permanecer en los Estados Unidos, sin algazara publicitaria y mucho menos política, lo cual garantiza el regreso eventual a la isla no solo para departir con familiares y amigos, sino incluso para alguna que otra incursión en su escenario cultural natural donde son recibidos con pleitesía.
Hoy día jóvenes alemanes o polacos estudian las deserciones como un capítulo siniestro de la historia dejada atrás. Los cubanos, sin embargo, vienen escuchando la promesa de un cambio que no acaba de llegar y en lo que el cataclismo revolucionario dilata la solución para sus más elementales necesidades espirituales y materiales, prueban suerte en otra dimensión, aunque haya que recurrir al arte de la fuga.