La crónica roja alternativa
Curiosos observan los vehículos de Medicina Legal.
Por Luis Cino Álvarez , LA HABANA, Cuba, septiembre, Cubanet -
A juzgar por los medios oficiales, es como si en esta sociedad no existieran asaltantes, violadores, sicópatas y homicidas. En Cuba no hay crónica roja, los crímenes también son secreto de Estado. Pero cada vez lo son menos.
En los últimos años, además de las ofertas de los bancos de video –películas, documentales, musicales, programas de la TV norteamericana, pornografía- y los materiales audiovisuales realizados por blogueros y disidentes, circulan profusamente series de fotos de homicidios horrendos, que se filtran –no se sabe cómo- de los archivos de Medicina Legal y Criminalística.
Presentados en Power Point, pasan de mano. Mientras más espeluznantes, más demandados son. Resulta preocupante el interés demasiado morboso que provocan en algunas personas. Recuerdo que hace unos años, uno de estos documentales escapados de los archivos del MININT sobre el asesinato en Luyanó de un empleado de un frigorífico de Arroyo Naranjo y que mostraba los trocitos –como de carne de puerco en tarima- en que los asesinos habían picado a la víctima, me tuvo sin comer varios días. Pero hay gentes que tienen estómagos a prueba de todo.
Las truculencias forenses que se filtran y circulan por las computadoras y los reproductores de DVD, van in crescendo. CSI o la Doctora G palidecerían ante la más reciente. Se trata de un crimen pasional atribuido por los rumores a la conocida locutora de televisión Laritza Camacho. El cadáver del adúltero fue descuartizado y empaquetado en bolsas que fueron abandonadas en distintos puntos de la capital. Pero lo más escalofriante del caso es que la asesina, enloquecida por los celos y el afán de venganza, devoró el corazón de la víctima.
Otro de estos materiales refiere con lujo de detalles la violación y asesinato de una niña de doce años. Su cadáver fue hallado en unos matorrales. El caso ocurrió en Alamar. Su asesino es mostrado en la presentación Power Point. Un tipo común. Nada lombrosiano. Con cara de “yo no fui”, como decimos por acá. Nadie adivinaría en él a semejante monstruo.
Se sabe que hechos así pueden ocurrir en cualquier país del mundo. Pero pensábamos –nos gustaba pensar, era más cómodo para nuestras conciencias- que “en Cuba no pasan esas cosas”. O al menos que no eran usuales. Estábamos equivocados. Y no salíamos del error principalmente por culpa de la prensa oficial, que también en eso nos engañaba. Ahora, estos escalofriantes materiales vienen a hacer la función de crónica roja alternativa.
Parece que hay demasiados monstruos entre nosotros y ni lo sospechamos. Asusta pensar hasta donde nos puede arrastrar la creciente pérdida de valores, la desesperanza y la deshumanización de esta sociedad enferma, en la que una vez pretendieron crear el hombre nuevo.
Coincido con lo que escribió sobre el tema el colega Juan González Febles en el número 237 de Primavera Digital: “Este no es el país en que nací y que creía conocer. No reconozco este espacio peligroso en que me muevo. Tampoco a las gentes que lo habitan. Algo muy grave pasó…”