Elecciones EE.UU.
Obama y Romney, tregua por una buena causa
Los contendientes a la presidencia de Estados Unidos participaron en una
cena benéfica en Nueva York donde enarbolaron la bandera blanca del humor y el civismo
Obama, Romney y el arzobispo de NYC, durante la cena benéfica
Esto solo ocurre en EE.UU.
Gobernantes de otros paises deberián aprender esta lección
Maria González picatoste / corresponsal en New York
Menos de 48 horas después de haberse visto las caras en el segundo debate presidencial y de haber intercambiado agrios ataques, Barack Obama y Mitt Romney asistieron en Manhattan a la Al Smith Dinner, una cena benéfica organizada por la archidiócesis católica de Nueva York y la Fundación por la Memoria de Alfred E. Smith.
Durante la velada, ambos candidatos hicieron gala de buen humor en sus discursos, cuajados con diversas bromas que hicieron las delicias de la sala. Los asistentes, convidados por el cardenal Timothy Dolan y el maestro de ceremonias, Alfred E. Smith IV, no pudieron controlar la risa después de que Obama explicase que en el reciente debate había estado «más enérgico porque en el primero se había echado una larga siesta» o que tras su mala actuación descubrió que había «cosas peores que olvidarse de comprar un regalo de aniversario a tu mujer», aludiendo a que el primer debate coincidió con su vigésimo aniversario de casado con Michelle Obama.
Por su parte, Romney le dio una pista a Obama para triunfar en los debates de aquí en adelante: no beber alcohol en 65 años; un chascarrillo en referencia a la abstinencia que impone el mormonismo, religión que profesa Romney.
La distensión y afabilidad que gobernó la velada supuso un paréntesis a la acrimonia que ha dominado los meses precedentes a las elecciones, previstas para el próximo 6 de noviembre. Un inciso muy breve que no fue suficiente para convertirse en el espíritu del día, ya que por la mañana, en sendos mítines políticos, Barack Obama y Paul Ryan, candidato republicano a la vicepresidencia, avasallaron a sus contrincantes con la ristra de críticas poco originales que se han convertido en la tónica de estas elecciones.
Además de los candidatos, el evento reunió en el lujoso hotel Waldorf Astoria a la elite católica de Nueva York y a invitados como el alcalde de la ciudad, Michael Bloomberg; el gobernador del Estado de Nueva York, Andrew Cuomo; o el ex secretario de Estado, Henry Kissinger entre otros con la finalidad de recaudar fondos para diversas obras de caridad de la archidiócesis en un entorno apolítico. Los más de 5 millones de dólares recaudados y el ambiente cordial que se vivió son prueba del éxito de la velada.
Los que se ausentaron fueron los candidatos a la vicepresidencia, Joe Biden y Paul Ryan, ambos católicos. Obama, quien ya asistió como candidato presidencial a la cena en su edición de 2008, se convirtió con su presencia en esta ocasión en el primer presidente en activo en acudir a la gala desde Ronald Reagan en 1984.
La presencia de Obama estuvo precedida de polémica
La tradicional cena estuvo precedida por cierto revuelo en torno a la lista de invitados. En concreto, por la presencia de Barack Obama. Y es que cuando en agosto el cardenal Dolan anunció que había convidado al actual presidente, parte de su congregación denostó la decisión apuntando que Obama, candidato del partido demócrata, defiende el matrimonio entre personas del mismo sexo, y tiene un punto de vista discordante con el de la fe católica en materias como el aborto o el uso de métodos anticonceptivos.
En un alegato por el civismo, Dolan justificó en su blog «El evangelio en la era digital» la asistencia del presidente apuntando que quienes comenzaron a organizar esta cena hace 67 años creían que se podía conseguir mucho más invitando a personas de diferentes lealtades políticas a un evento edificante en vez de cerrándoles la puerta en las narices. «Es mejor invitar que ignorar, más efectivo hablar juntos que gritarse desde la distancia, y más productivo abrir puertas que cerrarlas», preconizó el cardenal.
En el mismo artículo, Dolan se hacía eco de las quejas de muchos americanos que ven como las campañas políticas son cada vez más negativas y carentes de respeto, sustancia, cordialidad y civismo. Precisamente el hacer del panorama político un lugar más respetuoso y respetable fue el legado del gobernador Alfred Smith. Este político fue en 1928 el primer católico en ser candidato a la presidencia de EE.UU. Entonces Smith, conocido en los mentideros de Washington como «el guerrero feliz», a pesar de sufrir los constantes ataques de sus oponentes por su fe, nunca cesó en sus esfuerzos y continuó trabajando a pesar de las críticas sin nunca devolver los golpes bajos a sus contrincantes. Hoy su memoria y su ejemplo, casi olvidados, parecen más necesarios que nunca.
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