Un nuevo paso
Los años, la enfermedad y su hermano Raúl están
empeñados en destruir la imagen pública de Fidel Castro
Foto de la supuesta visita de Fidel Castro al Hotel Nacional, en La Habana.
A la derecha, el ex vicepresidente venezolano Elías Jaua.
Alejandro Armengol, Miami |
Entre todos los dictadores, tiranos, sátrapas y cualquier otro nombre al uso, Fidel Castro ha adquirido el récord de sufrir en vida una mayor destrucción de su imagen.
Quizá algún día se sepa si fue un esfuerzo combinado o solo se trató de un plan de Raúl. Lo más probable es la influencia de diversos factores, desde una al parecer pérfida esposa hasta unos hijos más interesados en vivir bien y comprometer lo menos posible futuro y presente.
Lo cierto es que Raúl Castro es el más favorecido con este infortunio de la figura de su hermano mayor. Indudable que para su ascenso era necesario que su hermano descendiera, no solo al deterioro que significa cualquier enfermedad sino a la humillación de una vejez que ha logrado esquivar la ignominia pública pero no el descrédito.
A los efectos políticos, la foto de Fidel Castro con el ex vicepresidente de Venezuela, Elías Jaua, al parecer está destinada a refutar los rumores sobre la muerte de éste, pero también reafirma que a estas alturas del juego, el otrora Comandante en Jefe “ni pincha ni corta”.
Lo que tenemos hasta el momento de escribir este artículo —posiblemente, como en ocasiones anteriores, se produzca una dosificación de las imágenes— es una foto de una foto, en la que Castro se ve al fondo, con una de sus típica camisas y un inusual sombrero campesino, quizá para protegerse del sol o para reafirmar que realmente está volcado a los asuntos agrícolas.
Si para confirmar que Fidel Castro está vivo, el Gobierno cubano no tiene mejores recursos que el testimonio de la camarera de un hotel y las afirmaciones de un político latinoamericano de tercera línea, su manejo del tema ha descendido al de los comentarios de verduleras, chismes de esquina, afirmaciones de café con leche.
Que todas las muertes y resurrecciones de Fidel Castro no sean más que un recurso cansado para alimentar la mitología del líder, matar el poco entusiasmo que queda sobre el futuro de la Isla y jugar con el exilio y la desilusión de los cubanos, ya no resulta noticia. Lo que sí cada vez es más burdo todo el entramado alrededor de estas fabricaciones. Por supuesto que la muerte de Castro será noticia mundial de primera plana y por supuesto también que una y otra vez un rumor alrededor de ella logrará un crecimiento desproporcionado. Es algo así como los movimientos lunares y las mareas, algo inevitable. Pero las respuestas a estos rumores —algunos descabellados, otros simplemente ignorantes, como el último lanzado por un “periodista” venezolano— son cada vez más propias de un teatro de títeres de pacotilla y escenario de papel periódico.
Curioso que quien una y otra vez adoptara el nombre de Alejandro, no simplemente como un mote de guerra sino como un destino, termine reducido a la imagen del deterioro y el símbolo de la decadencia.