Los mendigos de Eusebio
Por Augusto Cesar San Martin /Cuba /Cubanet
El Centro Histórico de la capital se ha convertido en zona de tolerancia -controlada- para quienes intentan sobrevivir con la limosna del turismo extranjero. En el área histórica, establecida como destino turístico para los extranjeros fundamentalmente, el gobierno lo controla y explota todo; desde los restaurantes y hoteles de lujo, hasta el cobro de besos, fotos y sonrisas.
Dispersos por el llamado “Casco Histórico”, toda clase de personajes costumbristas, mendigos y dementes deambulan detrás de los extranjeros en busca del dólar. Los mendigos (correctamente vestidos) se abalanzan sobre las personas, en una especie de acoso autorizado.
Contrario a lo que ocurre en otras partes de la ciudad, son consentidos por la policía siempre que lleven colgando de su cuello la credencial de la Oficina del Historiador que los autoriza para importunar a los transeúntes. No todos piden sin dar nada a cambio, las vendedoras de flores con sus disfraces costumbristas, por ejemplo, ofrecen a los turistas besos, abrazos y la posibilidad de tomarse una foto.
“Antes se pedía un dólar por un beso y una foto pero ahora tenemos que pagar mucho al gobierno, y hay que pedir más”, comenta una de las cuatro floristas reunidas en la Plaza de Armas. Ellas pagan 150 pesos mensuales al Estado como tributo, 262,50 para la Seguridad social y 240 a la Oficina del Historiador por el derecho a utilizar el área histórica.
Un señor que exhibe tres perros salchichas disfrazados asegura pagar más, “tengo que darle a Eusebio Leal 300 pesos mensuales y 300 al gobierno”, dice con disgusto. Eso explica las protestas del “señor de los perros” cuando alguien le toma fotos o sonríe por la originalidad de su show, sin pagar.
El quinteto musical establecido en Obispo y Mercaderes, concuerda en que deben pedir mayores contribuciones a los turistas, porque los tributos al gobierno son altos. Cada uno paga al mes un total de 650 pesos entre impuestos, Seguridad Social y “derecho de área. “Nos cobran mucho por estar aquí, nosotros pagamos los impuestos de forma individual y las limosnas que nos dan hay que dividirlas entre el grupo”, explica uno de los músicos.
El conjunto exige dinero a cualquier transeúnte (cubano o extranjero) que se detiene a escuchar su música o intenta tomarle una foto. A los nacionales se les piden cualquier cosa, a los extranjeros le han subido a más de un dólar la colecta pero, “muchos solo dejan centavos”, confiesa la recolectora del quinteto.
En otra suerte de atracción turística se encuentran los cocheros que aprendieron de la agencia de viajes San Cristóbal perteneciente a la Oficina del Historiador, a cobrar en dependencia de la demanda. “Ellos venden en los cruceros una hora de paseo en el coche por 100 dólares. Por ese servicio nosotros no cobramos, nos como pago nos descuentan un por ciento mínimo de los impuestos”, revela uno de los cocheros apostados frente al convento de San Francisco de Asís.
Los cocheros están amenazados por la policía con desaparecer, los acusan de acosadores al turismo y vendedores de ron y tabaco en el mercado negro. Pero la Oficina del Historiador de la Ciudad les cobra 136 dólares mensuales por el “derecho de área”, o sea por tolerarlos.
Inválidos, ciegos, travestis y hasta un perro (al que aparentemente algun jodedor ha le ha colgado la famosa credencial), transitan las calles y callejones del Centro Histórico de la ciudad con “la credencial de Eusebio” en el pecho. Todos tienen tributar a las arcas del Historiador por permitirles mendigar, mostrándose a los truistas como pobres folclóricos, felices y revolucionarios, en este patético Disney World socialista que se ha montado Leal.
Junto a las corruptas Habaguanex y Puerto Carenas, este otro negocio de la Oficina del Historiador de la Ciudad bien podría llamarse Corporación de Mendigos de Eusebio Leal, S.A.