Alicia Alonso y el pederasta Agustín Bejarano ante un cuadro del artista dedicado
a la Prima Ballerina Assoluta y Directora del Ballet Nacional de Cuba
Por Leannes Imbert / LA HABANA,CUBA
Alarma ver la extrema desfachatez con que el régimen de la Isla protege y encubre a los malhechores de su bando. Se conoce la fiereza, el paternalismo y el derroche de recursos económicos con que defiende a sus cinco espías presos en Estados Unidos, pues, aunque quedó demostrado que estaban espiando, son “nuestros espías” y hay que defenderlos.
A veces esa protección y encubrimiento del delito resultan más sutiles, pero no por ello menos obvias. Puede ser el caso del pintor Agustín Bejarano, un pederasta que, estando de visita en Miami, intentó abusar de un niño de 5 años de edad, por lo cual fue justamente juzgado y condenado en esa ciudad. Mientras, los medios oficiales de Cuba ignoraban olímpicamente la noticia, y si han citado su nombre, fue sólo para promocionar una nueva exposición de sus cuadros en el antiguo convento de San Francisco de Asís.
Por supuesto que hasta los lascivos cañoneros de niños pueden pintar obras atractivas para el público, entonces no está mal que sean exhibidas. Lo malo, porque indica apoyo oficial, en un país donde todo lo planifica y decide el régimen, es que en el justo momento en que el lascivo agresor de niños era juzgado por su delito, aquí se le honraba inaugurando una exposición de sus cuadros. Más claro, y más desfachatado, no pudo ser el mensaje.
Para los cubanos que tienen la suerte de mantenerse más o menos informados (aunque no para la gente de a pie, que por lo general ni siquiera se han enterado del affaire Bejarano ), es un hecho que a raíz del escándalo que este pintor protagonizó en Miami, el régimen parecía dispuesto a utilizar su caso como pretexto para otra cruzada contra lo que llama la “mafia miamense”, culpándola de “volver a agredir a Cuba, apresando injustamente a un prestigioso artista del patio”. Sin embargo, todo indica que la veracidad del delito, confesado incluso por su propio ejecutor, les aconsejó prudencia. Así que no les quedaría otro remedio que darle al caso tratamiento de muy bajo perfil informativo. Hicieron bien, porque la moraleja que nos deja el caso es reveladora: lo que un pederasta -si es oficialista- puede hacer en La Habana, no puede hacerlo en Miami.
Por supuesto que se trata de una actitud muy cínica. Y todavía más, rufianesca, si se tiene en cuenta que obedece a la política oficial de un gobierno, el mismo gobierno que, hace algún tiempo (no tanto como para que lo olvidemos), encerró y obligó al exilio, cuando no al suicidio, a miles de cubanos, a los que, por ignorancia, llamaron “pederastas”, sólo porque se sentían atraídos sexual y afectivamente hacia otros hombres.
¿Qué dirían hoy, sobre esta cruel paradoja, Reinaldo Arenas, Lezama Lima y Virgilio Piñera, entre un largo etcétera? ¿Qué pueden decir en este mismo minuto otros tantos homosexuales que en la actualidad son afines y cómplices del régimen, pero que hace solamente unos años, por el simple hecho de ser homosexuales, fueron considerados enfermos, viciosos y lacras sociales, al tiempo que eran condenados a sufrir desempleo, marginación social, encierros en campos de concentración y otros atropellos?
Si ofende y consterna el comportamiento de Bejarano en Miami, en tanto representación de nuestro sector artístico, mucho más ofensivo aún resulta suponer que no sea la primera vez que comete este tipo de delito, pero en La Habana, donde su lascivia agresora de inocentes tal vez ha discurrido impunemente, sólo porque es una figura reconocida y protegida por el régimen. ¿Cuántos otros pederastas andarán a la caza ahora mismo, entre las élites habaneras, convencidos de que gozan de igual impunidad?
Sólo queda por ver si nuestra dictadura, homofóbica por vocación y convicción, ayudará a Bejarano a “disculparse y a pagar a la familia del niño abusado, el insulto y el dolor ”. ¿Y cómo le ayudarán a pagar? ¿Será con pesos convertibles? ¿Acaso hay otra forma más justa que la cárcel para que pague su delito? Aunque a estas alturas, no debe extrañarnos que la salvajada se califique oficialmente aquí como un error. No sería la primera vez. Tampoco hay que dudar que organicen una Mesa Redonda, donde un grupo de doctos especialistas oficialistas intente justificar las razones por las que un pintor tan “talentoso e intachable” incurrió.
La confesión pública de Bejarano el día de su arresto: “Yo lo que pienso es que bajo los efectos del alcohol sentí una cierta sensibilidad que no es normal, y que le toqué y lo besé y que pude haberme excitado, pero nunca con la necesidad que tiene un ser humano de hacer el sexo con nadie. Es posible que sí, que yo recuerde que me haya bajado la portañuela, pero nunca me quité el pantalón ni nada” Así dijo este desecho humano.
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