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General: SU Majestad Lucho Gatica el Rey del bolero
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 19/12/2012 17:40
 
Su Majestad Lucho Gatica el Rey del bolero
Lucho Gatica
 
Ena Curnow
La llegada de Lucho Gatica a La Habana cambió el ritmo de su carrera. Aunque ya conocía el género del bolero, allí enriqueció su repertorio y dejó de cantar tangos y folclor chileno. Y anduvo con el pie derecho porque La Habana de entonces no dormía. Inquieta, llena de luces, despertaba cada día con nuevos temas y propuestas musicales. El bolero salía de su letargo y se nutría de recursos interpretativos nunca antes vistos.
“Yo cantaba música folclórica y tango. Pero lo que me hizo dedicarme al bolero fue la cantidad de canciones, boleros, que había sobre todo en Cuba y en México”, dice Lucho Gatica en una entrevista telefónica desde México para El Nuevo Herald. El destacado cantante acaba de regresar de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara donde recibió, semanas atrás, un gran homenaje en el Pabellón de Chile, país invitado de honor.
 
Lucho Gatica “ha marcado a fuego la música chilena y ha representado también, como ninguno tal vez, el nombre de nuestro país en el extranjero”, dijo el Ministro de Cultura de Chile, Luciano Cruz-Coke, al entregarle la Orden al Mérito Pablo Neruda, la máxima distinción del Consejo de la Cultura y las Artes a figuras del quehacer artístico cultural de alcance internacional.
 
La familia del artista, entre ellos su hija Aída Gatica y su nieto Carlos Hermosillo Gatica, estuvo presente en el homenaje, que la estrella de la canción calificó de maravilloso. “Sobre todo, por parte del pueblo de Guadalajara que es cariñosísimo. Cuando terminó, todo la gente empezó a aplaudir y yo a cantar con ellos las canciones mías”.
 
Luis Enrique Gatica Silva, Lucho, nació el 11 de agosto de 1931 en el barrio Población Rubio de Rancagua, pueblo minero de la zona central de Chile, en el seno de una familia de siete hermanos (Humberto, Orlando, María, Arturo, José Agustín, Yolanda y él, cuyo apodo era Pitico.). Sus padres fueron Don José Agustín Gatica, comerciante y pequeño agricultor, y Doña Juana Silva, ama de casa y aficionada a la música (tocaba el arpa y la guitarra). El padre murió cuando el futuro Rey del bolero tenía apenas cuatro años de edad y le tocó a Doña Juana sacar adelante a tan extensa prole y hasta cubrir los gastos de los estudios de sus hijos, incluyendo los de mecánica dental de su hijo Lucho. Para entonces, con tan solo 15 años, ya cantaba en Radio Minería de Chile con su hermano Arturo Gatica, diez años mayor que él.
 
No interpretó el bolero de la forma tradicional ni con el estilo del feeling. Lo suyo era puro romanticismo, una invitación constante a intimar, a despertar la líbido.
 
Lucho Gatica llegó a La Habana por primera vez en 1952. Olga Guillot, la gran bolerista ya fallecida, contó que le pidió a su representante Eugenio “Tito” Garrote lo invitara a la capital cubana, que junto con México eran sitios obligados para llegar a ser un artista famoso. Lucho la deslumbró con su voz durante su gira a finales del año anterior por el país austral. Arturo Gatica, cantante ya reconocido, lo llevó ante ella y lo escuchó cantar, acompañándose con su guitarra, las cuecas más bellas, mientras Olga, a capella, interpretaba los boleros feeling de José Antonio Méndez y de César Portillo de la Luz. “Lucho se entusiasmó con este nuevo estilo de bolero y se aprendió La gloria eres tú, Contigo en la distancia, Delirio, y otros números”, afirmó la Guillot.
 
En esta entrevista, el cantante lo ratifica: “Sí, fue así, a través de Garrote que era muy amigo de mi manager”, y amplía que ya la intérprete había grabado Tú me acostumbraste, de Frank Domínguez. El tiene palabras muy bonitas para la Guillot y la llama su hermana. “Olga decía que si ella era la Reina del Boleto, yo era el Rey.”
 
Fue también en La Habana donde Lucho debutó en televisión y lo hizo precisamente en la Escuela de Televisión, como le decían al Canal 4 de Gaspar Pumarejo, quien llevó el medio a la Isla. En ese mismo año, grabó Me importas tú ( Piel Canela, de Bobby Capó), En nosotros (de Tania Castellanos) y Amor, qué malo eres (de Los Panchos).
 
El chileno visita de nuevo la ciudad de las noches mágicas en 1954, luego de actuar en Perú y Brasil. De su visita a Lima, da cuenta el escritor Mario Vargas Llosa quien reseña en La tía Julia y el Escribidor cómo fue perseguido “con saña” por sus admiradoras al terminar un programa en Radio Panamericana. Vargas Llosa calificó el asedio como “una agresión en regla”, de la cual el astro pudo salir indemne, “pero de su ropa sólo conservaba íntegros los zapatos y los calzoncillos”.
 
En Brasil obtuvo un éxito rotundo con Bésame mucho, de la mexicana Consuelo “Chelo” Velázquez. “Esa es la canción latina más conocida en el mundo”, y sin lugar a dudas el chileno la inmortalizó con su estilo tan peculiar de acariciar las letras, arrastrándolas como en un éxtasis y rozando provocativamente sus labios con el micrófono. “Yo cantaba de una manera sensual y fue Dios quien me dio ese don”, reconoce.
 
Fue en ese año que grabó La gloria eres tú, del cubano “caballero del feeling”, José Antonio Méndez y, en 1955, el productor y animador Gaspar Pumarejo, que no perdía oportunidad trayendo a artistas internacionales y ofertándoles programas a los grandes del patio, lo contrata por cuatro semanas. Lucho volvió tantas veces a La Habana que no puede precisar en cuántas oportunidades lo hizo. Pero lo cierto es que la capital de las estrellas lo convirtió en su ídolo, en su Dios. Por entonces, Cuba era la nación latinoamericana con más televisores per cápita y, según crónicas de la época, la vida cotidiana se paralizaba cuando el bolerista se presentaba en la pantalla chica...
 
“No puedo ser feliz ” y “Por nuestra cobardía ” dan la nota alta a su carrera
 
“Debuté en el Montmartre. Actué después de Edith Piaff, “la mejor cantante de Francia de todos los tiempos. Mi primer gran éxito fue Contigo en la distancia, de César Portillo de la Luz”, resume sobre sus éxitos en la mayor de las Antillas. Luego hizo una larga temporada en el cabaret Parisién, del Hotel Nacional, acompañado al piano por Frank Domínguez, del cual llevó al acetato (en 1957) su inmortal bolero Tú me acostumbraste.
 
“Grabé en Cuba No puedo ser feliz y Por nuestra cobardía, de José Antonio Méndez, con el Cuarteto las D’Aida y en el piano, Frank Emilio: ¡tremendo músico cubano, maravilloso! Fueron dos canciones cruciales en mi carrera”.
 
Y reconoce que, efectivamente, cantó en La Habana gracias a Gaspar Pumarejo. “Para mí fue uno de los grandes, ¡grandes! no solamente de la televisión en Cuba, sino de toda América Latina. Gaspar me anunciaba: ‘Una nueva voz en el bolero’… En Cuba tuve un éxito extraordinario”. El 24 de febrero de 1957, Pumarejo (con la asistencia técnica del productor cubano, el ya mencionado Garrote) le dio la gran sorpresa al traer ante él a su madre Doña Juana, luego de hacerle creer que estaba en Chile, porque ella le hablaba desde una pantalla gigante. Las más de 30 mil personas que colmaban el Estadium del Cerro, lloraban y aplaudían a rabiar, mientras a Lucho le brotaban las lágrimas.
 
Pumarejo también alquiló el teatro Blanquita (entonces el más grande de América después del Radio City Music Hall) el 15 de diciembre de 1957 para ofrecer un super show con el bolerista desde el famoso cabaret Tropicana. El intérprete hoy se emociona cuando recuerda todos esos momentos: “Por todo eso te digo que yo tengo un cariño muy especial por Cuba, por aquella Cuba”.
 
No hubo quien no soñara y se enamorara con la voz profunda y armoniosa de Lucho
 
La “Luchomanía” estalló en la Isla y se diseminó por todo el mundo, desde su tierra natal, Chile, y Venezuela, Argentina, Perú, México, lógicamente, hasta Estados Unidos. Y llegó a Europa, (a España, Portugal), a Filipinas, y a sitios tan distantes como Japón, China y el Medio Oriente.
 
No hubo quien no soñara y no se enamorara con la voz profunda y armoniosa de Lucho, interpretando Historia de un amor (Carlos Almarán); El reloj (Roberto Cantoral); Sinceridad (Rafael Gastón Pérez); Nosotros (Pedro Junco); Vanidad (Armando González Malbrán); Sufrir (Francisco Flores del Campo); Encadenados (Carlos Arturo Briz); Espérame en el cielo (Francisco Vidal López); La puerta (Luis Demetrio); Sinceridad, del nicaragüense Rafael Gastón Pérez. Del célebre Agustín Lara, Solamente una vez, Santa, Noches de Veracruz, María Bonita… Y del entonces joven compositor Armando Manzanero, Voy a apagar la luz, la que grabó en 1959 a propósito de una gira por Estados Unidos en la cual el mexicano lo acompañó al piano.
 
Otras canciones de autores cubanos que incluyó en su repertorio, fueron Delirio (César Portillo de la Luz); La noche de anoche, (la canción que Olga Guillot inspiró a René Touzet); Novia mía, de José Antonio Méndez. Esta última Lucho la grabó ya en México luego de que Bola de Nieve se la brindó, al coincidir ambos en República Dominicana
 
Pero fue en realidad No me platiques más, de Vicente Garrido, que le había escuchado también al genial intérprete y pianista Bola de Nieve en La Habana, su carta de presentación en el país azteca. “Esa es la canción que me identifica, es la canción mía. Todo el mundo que me ve en la calle, me canta: “No me platiques”.
 
En México hizo programas de televisión (después de Cuba el medio se expandió por toda la América hispana) y cine, con películas como Tinieblas, Que seas feliz, la propia No me platiques más, El teatro del crimen, A capa y espada (1958) y Cada quien con su música (1958) junto a Agustín Lara, Libertad Lamarque, Silvia Pinal, Pedro Vargas, el comediante Tin Tan y otras figuras de la música y el cine.
 
Según estimados de la revista chilena Ecran, hasta 1966 el cantante había vendido 22 millones de discos en el mundo, entre ellos El gran Gatica (1958), Encadenados (1958), los compilados Mis primeros éxitos (1960 y 1963), Lucho y Lara (1960), Lucho en la intimidad (1962), Tangos del recuerdo (1962), y Recuerdos de amor (1963), entre muchos otros.
 
“Fue un sueño maravilloso el que viví”…Y en ese sueño incluye al pueblo que lo recibió a cuerpo de rey: “Para mí Cuba era el país donde una vez retirado hubiera escogido para vivir. Si Dios me da vida, al otro día de que Castro se caiga ya estoy allá… Yo extraño mucho a La Habana. Amo a los cubanos”.


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