Tradiciones Desde los comienzos de la etapa de la llegada de los españoles a América, las tradiciones navideñas integraban el patrimonio religioso y cultural del pueblo cubano. Las costumbres eran similares a otros pueblos latinoamericanos: enviar postales navideñas de deseos de felicidad y paz, reunirse con familiares y amigos, obsequiar presentes y adornar vidrieras, casas, calles con árboles y ornamentos navideños.
En La Habana revolucionaria de fin de año usted no observa a ningún Santa Claus, gordo y barbudo, vestido de rojo brillante. Tampoco abundan los bellos e iluminados árboles de Navidad. La capital cubana está partida en dos. En los hoteles, restaurantes, centros nocturnos y lugares exclusivos en moneda dura se respiran aires navideños.Como en el Pain de Paris de la Calzada de 10 de 0ctubre, una cafetería que vende dulces finos, croissants y panes franceses a un precio por encima de las nubes. Desde que usted entra, ve los adornos y una serie de vinos y turrones, para la cena de Nochebuena.
En los ‘lobbys’ de los hoteles como el Parque Central, Meliá Cohíba o Habana Libre, gigantescos árboles de navidad le dan la bienvenida a los huéspedes. Si se camina por tiendas o cafeterías con moneda nacional el ambiente es otro. Los pisos sucios, como casi siempre, los empleados desaliñados y una oferta de productos alimenticios, verdaderos bodrios, sin la higiene adecuada.
La pizzería El Encanto o el café El Expreso, en la propia Calzada de 10 de Octubre, y a pocos metros del Pain de Paris, es una muestra clara que en Cuba sólo funcionan medianamente bien los establecimientos en divisas. Aunque tampoco es para tirar cohetes.
Durante el comienzo del gobierno de Fidel Castro, a partir de 1959 el gobierno suspendió estas fiestas religiosas y a partir de 1969 fueron eliminadas oficialmente. No se permitió celebrar oficialmente durante 28 años la Navidad cubana. En diciembre de 1997, ante el anuncio de la visita del Papa Juan Pablo II , Fidel Castro volvió a declarar el 25 de diciembre como no laborable.
Hoy en día Los cubanos que reciben remesas o poseen algún tipo de negocio legal o ilegal, son quienes se pueden dar el lujo de comprar uvas, sidras y turrones. Los que tienen que contar hasta el último centavo, compran bistec de puerco, arroz, frijoles negros, yuca, ensalada, ron y cerveza barata si es que les alcanza para eso.