Quedan atrás tiempos en que cubanos aplaudían a Fidel Castro
cuando calificaba a los homosexuales como “subproducto” humano
LA OTRA GISSELE CUBANA
Esta otra Giselle de la que quiero contarles es muy diferente a la del clásico ballet que todos conocemos. Aunque muy joven y bella, esta muchacha, en vez de ser amada por un guarda de caza y un príncipe de la Renania Medieval, es amada por otra muchacha tan linda o tal vez mucho más que ella. Se trata de dos féminas de los tiempos modernos, que nunca soñaron con príncipes encantados y mucho menos con un matrimonio convencional.
Casi desde niña, Giselle sintió una atracción muy especial por las chicas como ella, y, según afirma, si tuvo una relación con un hombre, del cual posee un hijo al que ama, fue por equivocación.
Giselle y su amiga viven en el reparto El Roble, en Santa Fe, pueblo costero del oeste habanero, donde predomina una población compuesta por campesinos escapados de las provincias orientales. Su casa es como muchas: humilde, pequeña, sin lujos y hecha con materiales de bajo costo. En ella vive Giselle, con su hijo de cinco años y con su pareja.
A la pregunta de si preferiría un cambio de sexo, me dice rotundamente que no, que se siente orgullosa de ser mujer y, sobre todo, de su femenina belleza física.
Pero las personas que rodean a esta pareja especial, compuesta por dos lindas muchachas, de cabellos largos, ropas delicadas y apariencia feliz, aunque se reservan sus opiniones, en busca de una mejor convivencia, no están muy de acuerdo todavía con el derecho que tienen los seres humanos de elegir sus relaciones íntimas y vivir su sexualidad.
Aún están muy cercanos aquellos años en que el líder de la Revolución, como todo buen homofóbico, se preguntaba contrariado en sus discursos, por qué había homosexuales en su país; y dijo, en 1963: ¨Yo no soy científico, pero sí observé siempre una cosa: que el campo no daba ese subproducto¨.
Sin embargo, los tiempos están cambiando. Ahora una sobrina suya, nada menos que diputada ante la Asamblea Nacional, anunció que investiga el rol de la UMAP, aquellos campos de concentración que funcionaron en Cuba entre 1965 y 1968, para encarcelar a los que Fidel consideraba ¨subproductos¨ y otras víctimas inocentes.
Giselle y su amiga no habían nacido, pero conocen la historia y la sufren como propia. Tal vez como aquellos que vivieron el viacrucis, tampoco perdonan cuando Fidel Castro, en agosto de 2012, asumió su responsabilidad ante aquellos terribles hechos e hizo un hipócrita mea culpa por tanta injusticia cometida.
Por lo pronto, en la prensa oficialista ya no parecen abundar periodistas como el difunto Ángel Rodríguez Álvarez -que Dios lo tenga donde merezca estar-, quien usaba su espacio en Juventud Rebelde para llamar a los homosexuales ¨especie nueva¨ o ¨tumor social¨, e hizo todo lo posible para que las peñas de gays que se reunían en el Malecón habanero, desaparecieran bajo los golpes de la policía.
Hoy, Giselle va tranquila con su amiga al Malecón, el sitio más romántico de nuestra capital, y pueden hasta darse un beso furtivo, sin que nadie se moleste. Además, esperan que más temprano que tarde todos los vecinos que las rodean terminen por aceptar que la vida que ellas llevan no tiene por qué ofender a ninguna otra familia cubana.