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General: Salvador Dalí y Lorca, un amor que no pudo ser
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 02/05/2013 14:20
 
SALVADOR DALÍ : El amor que no pudo ser
  
 Federico García Lorca y Eugenio Salvador Dalí vivieron su particular ‘Brokeback Mountain’ en la España de los años veinte. Su relación trascendió la simple amistad. Se conocieron en 1922 en la Residencia de Estudiantes de Madrid (cuando tenían 24 y 18 años, respectivamente). Fue una gran historia de amor aunque nunca llegara a consumarse. Lorca, menos temeroso al erotismo, fue mucho más consciente del amor que sentía hacia su amigo. En cuanto Lorca lo vio se enamoró perdidamente de Dalí, pero éste no aceptaba su homosexualidad, entre otras cosas por la influencia de un padre muy severo, el notario de Figueras. Mantuvieron, a pesar de todo, una estrechísima relación personal y artística primero; y un complejo debate estético después, hasta 1928, cuando se produjo el alejamiento entre los dos.
Dalí había comenzado el servicio militar, pero tuvo tres meses de permiso que pasó con su amigo Federico entre Figueras, Cadaqués y Barcelona. En este momento llevaban más de un año sin verse y pasaron unos meses en íntima amistad.
Según el pintor, en mayo de 1926 el poeta intentó estar físicamente con él -quiso penetrarlo- y aunque Dalí se sentía halagado por el amor de Lorca, no accedió a sus deseos, ya que no se consideraba homosexual, lo que Lorca respetó siempre profundamente.
Dalí era muy crítico con la obra de García Lorca. Cuando se publicó el ‘Romancero gitano’, Salvador le dijo a Federico: «Tú eres un genio y lo que se lleva ahora es la poesía surrealista. Así que no pierdas tu talento con pintoresquismos». Y Federico le hizo caso; dio un golpe de timón a su obra y surgió ‘Poeta en Nueva York’. Dalí se alió con Buñuel en ‘Un perro andaluz’, lo que le distanció de Lorca, que entendió que, con el título de la película, se referían a él. En esa época Salvador conoció a Gala en París.
Con todo, cuando los dos amigos se reencontraron en Barcelona, en el año 1934, ni el tiempo ni la distancia habían borrado esa relación. «Somos dos espíritus gemelos. Aquí está la prueba: siete años sin vernos y hemos coincidido en todo como si hubiéramos estado hablando diariamente.
 
 


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: cubanet201 Enviado: 02/05/2013 14:21
 
Los años felices en Madrid
Foto
Dalí y Lorca en una verbena en 1927
 
Por RAQUEL QUÍLEZ /
1922. Un Salvador Dalí de 18 años deja Figueras y se muda a Madrid para estudiar Bellas Artes en la Academia de San Fernando. Elige vivir en la Residencia de Estudiantes, el centro que fundaron en 1910 Giner de los Ríos y la órbita de la Institución Libre de Enseñanza. Nunca volverá a ser el mismo. En 1926, expulsión académica en mano, atraviesa los muros de este símbolo de la modernidad convertido en el mito que llegó a ser. ¿Su destino? París. Todo había cambiado en cuatro años.
 
Fueron años de experimentación, tertulias, verbenas, vida nocturna y creación. Su época cubista, según los expertos. Años en los que creció de la mano de otros genios como Lorca o Buñuel. Todo podía pasar. La relación entre ellos se fue enfriando a medida que canalizaban el talento y aumentaba el ego, pero entonces el entusiasmo aún se imponía a los prejuicios.
 
El primero en llegar a la Residencia es Pepín Bello, que ingresa en 1915 en lo que llamaban 'el grupo de los niños' porque iban a estudiar bachillerato. Dos años después llega Buñuel y, en el 19,  Lorca se suma a ellos. Cuando Dalí ingresa en 1922, el grupo ya estaba formado. Y era sólido. «Pepín Bello siempre contaba que al principio le llamaban 'el músico' o 'el polaco' porque tenía un aspecto muy extravagante y vestía antiguo. Pero un día pasó por delante de su habitación, vio que tenía un montón de dibujos y pinturas esparcidas sobre la cama y se dio cuenta de que era pintor. Fue a decírselo al resto y decidieron aceptarle. Pronto se harían amigos», cuenta Alicia Gómez-Navarro, directora de la Residencia.
 
Fueron años clave para todos ellos. «Bello siempre decía que Dalí era ya un gran pintor cuando llegó, pero en los años que pasa aquí se abre a un mundo distinto. Él nunca tuvo buena relación con la vida académica —acabó expulsado de la Academia de San Fernando— y aquí descubre la bohemia, el ambiente de las tertulias y un circuito de artistas distintos, como Maruja Mayo. En esta época surgen muchas de sus grandes obras y escritos», añade la directora.
 
La vida en la Residencia suponía un estímulo constante. «Venían muchísimos conferenciantes y es aquí, por ejemplo, donde empieza a leer a Freud. El poeta Emilio Prado tenía un hermano psiquiatra, Miguel Prado, que les envió 'La interpretación de los sueños' en francés. Fue la primera toma de contacto con su obra». Para la historia quedan sus veladas tras la cena, en las que Lorca tocaba al piano canciones populares, términos como 'los putrefactos', que usaban para catalogar a los que consideraban antiguos, cursis o desfasados, y juegos como los anaglifos, que consistía en juntar tres sustantivos, que el del medio fuera 'la gallina' y el primero y el tercero no pegasen para nada. Por ejemplo, 'el búho, el búho, la gallina y el pantocrator'. Cuadros como 'Sifón y botella de ron' (1924) describen cómo eran las habitaciones de la Residencia. Dalí se lo regaló a Lorca cuando aún eran grandes amigos.
 
El Madrid de la época también era un estímulo permanente. Aquí Dalí descubre la vida nocturna, iba a las tertulias literiarias del Café Pombo y el Café de Oriente, a la verbena, hacía excursiones... Su correspondencia y fotos de aquellos años muestran cómo fluía la ciudad.
 
Fueron años felices, pero el tiempo pasa y la relación entre ellos se complica. Con Buñuel, escribe el guión de 'Un perro andaluz' en Cadaqués y en 1926 se marcha con él a París, donde el aragonés ya estaba instalado. Pero las frivolidades de uno son demasiado para la austeridad del otro. O con Lorca, con el que estableció esa relación ambigua que acabó torciéndose. Cuentan quienes les conocieron que Lorca se había enamorado, pero Dalí se dejó querer sin atreverse a ir más allá. Dejaron en el aire un proyecto de libro ilustrado con el que el poeta nunca cumplió. A Dalí, su 'Romancero gitano' le pareció una concesión al arte 'putrefacto' y a Lorca no le gustó el surrealismo del pintor. Y la mezquindad de la guerra no les dejó reconciliarse.
 
Miserias aparte, Dalí se metamorfosea en la Residencia de Estudiantes. «Sale de aquí siendo Dalí, con todo su mundo, sus interpretaciones y sus imágenes», resume Gómez-Navarro. Fue su trampolín para irse a París y conocer a André Breton. El resto es una historia de éxito. 
 


 
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