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General: Yin Alvarez,padre, amigo y guía del medallista olímpico Danell Leyva
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 16/06/2013 16:43
 
   Danell Leyva, su padre adoptivo Yin Alvarez y su madre María González. Alvarez ha forjado una relación especial con Leyva, medallista olímpico en Londres, basado en el amor, la amistad y la pasión por la gimnasia.
Yin Alvarez, el padrastro del medallista olímpico Danell Leyva, ha mantenido
 el equilibrio de padre, consejero y entrenador gracias a su niñez en Cuba 
  
Daniel Shoer Roth / Imprimir
Millones de personas que vieron el campeonato de gimnasia masculina en los Juegos Olímpicos Londres 2012, presenciaron la conmovedora relación afectiva e íntima entre uno de los medallistas del equipo de Estados Unidos, Danell Leyva, y su entrenador, Yin Alvarez, que también es su padre no biológico.
Saltos alborozados, abrazos efusivos, lágrimas de alegría, susurros en el oído con palabras de aliento; un padre que frotaba a su hijo las orejas, en un extraño ritual, mientras lo besaba en la frente. Las cámaras de televisión no se despegaban de esa magistral coreografía de emociones. Leyva representaba el arquetipo de superación olímpica por los orígenes humildes de su familia que escapó de Cuba, logrando el Sueño Americano.
  
Eso es lo que el mundo vio. Muy pocos, sin embargo, conocen la historia completa que atesora el secreto de una relación de amor y amistad entre padrastro e hijastro.
  
Alvarez asumió la paternidad de Leyva al establecer un núcleo familiar con su madre en el suroeste de Miami-Dade, cuando el atleta cubanoamericano estaba por cumplir 5 años. Partiendo de sus propias experiencias como niño, Alvarez estaba resuelto a regalar a su hijastro lo que él no había recibido.
  
“Quería que él sintiera que yo era su papá, y que supiera que no era su papá. Entre nosotros no habría secretos”, expresó el miércoles después de una sesión de entrenamiento. “Yo tenía bien claro que si algún día llegaba a ser padrastro, no iba a repetir con el niño la historia de mi propia vida”.
  
Dicha historia comienza en el municipio Diez de Octubre, provincia de La Habana, a principios de la década de 1970, cuando se percató que tenía cinco abuelos. Había nacido con defectos en los pies, por lo que debía usar zapatos ortopédicos. Cuando iba al ortopeda, lo llamaban Yin Dantón. En las clases de gimnasia, lo identificaban con el apellido de su madre Oralia Alvarez. Su papá, no obstante, se llamaba Antonio Suárez.
 
“Sentía que algo estaba mal”, recuerda Yin Alvarez, de 47 años.
 
Finalmente, a los 6 años, su madre le confesó que Suárez no era su papá. El mundo de Yin se apagó. Sus ilusiones se desvanecieron como cenizas sueltas en el viento. Si tan solo su verdadero padre estuviera con él, se decía a si mismo, su vida sería diferente.
 
Su padre biológico había abandonado la isla por motivos políticos. Nunca lo había conocido.
 
De pronto, el niño comenzó a creer que Suárez le estaba haciendo un favor criándolo, a él y a su mamá.
 
“Nunca tuve el valor de decirle ‘tú no eres mi papá’ para no hacerlo sentir mal, ni él tuvo el valor de decirme ‘yo sé que tú sabes que no soy tu papá’ ”, relata Alvarez tratando de aguantar las lágrimas. “El me daba cariño, pero no el afecto físico de un papá. Era una persona muy seca”.
 
El distanciamiento emocional se acentuó más con el pasar de los años. Pese a la pobreza que sufrían, Suárez era un padre proveedor y siempre lo apoyaba. Pero no había confianza mutua para sostener una conversación íntima entre padre e hijo. Si la madre regañaba a Yin, el padrastro se mantenía en silencio. Y si el joven se comportaba irresponsablemente, no se sentía con suficiente autoridad para llamarle la atención.
 
Cuando Yin cumplió 15, su padrastro sufrió un infarto. Poco después, la pareja se separó.
 
Para entonces, tras intensos años de práctica en la Escuela Nacional de Gimnasia, Alvarez se había encumbrado como uno de los más destacados gimnastas de su edad. Posteriormente, obtuvo una licenciatura en Cultura Física. Al retirarse del equipo nacional a los 23 años, se dedicó al baile acrobático en espectáculos. En uno de los shows, conoció a un comediante que trabajaba junto a su hijo.
 
“Era un papá que regañaba a su hijo pero a la misma vez era su amigo que lo podía entender”, relata. “Esa era la relación que yo quería tener”.
 
Parte al exilio
Durante un viaje a México, junto a un elenco de artistas cubanos del grupo Los Dadas, Alvarez desertó. Fue entonces que estableció contacto con su padre biológico, José Dantón, exiliado en Miami. En el vestíbulo de un hotel se abrazaron por primera vez. Tenía 26 años.
 
Cruzó la frontera a través del Río Bravo en Matamoros, y se radicó en Miami. Consiguió ejercer como entrenador de gimnasia y, al mismo tiempo, vendía parcelas de cementerio y trabajaba en una estación de gasolina. Con un dinero que ganó en el concurso de televisión Buscando una estrella, empezó a reunir equipos para en el futuro fundar Universal Gymnastics en West Kendall.
 
Un año después, recibió una llamada de una ex compañera de la escuela de gimnasia recién llegada al país. María González buscaba trabajo. Tenía dos hijos concebidos por distintos padres, Dayanis, de 12 años, y Danell, de 3. El menor había nacido de un embarazo no planeado.
 
“Preferí no hablarle de su papá. Ya yo tenía un divorcio. No quería que se confundiera, porque su padre y yo nunca nos habíamos casado”, explica González, de 49 años, quien también trabaja en el gimnasio de la familia, donde hoy entrenan unos 500 niños y adultos.
 
Aunque la relación entre González y Alvarez se limitó al principio a una cercana amistad, los lazos emocionales de este último con Danell anclaron en poco tiempo. Pronto afloraría la figura paternal que el niño carecía. Cuando venía de visita, el pequeño aguardaba por su llegada mirando por la ventana; le enseñaba sus juguetes; se lanzaba sobre su espalda. Juntos hacían piruetas en el aire y veían grabaciones de campeonatos de gimnasia.
 
“Desde el primer momento, tuvimos una conexión instantánea”, comenta Leyva, de 21 años, el primer hispano en obtener el título de campeón nacional en máximo acumulador ( all-around) en Estados Unidos.
 
Después de un efímero matrimonio fallido, en 1996, Alvarez propuso a González mudarse juntos para vivir en pareja. Fue él quien le sugirió que debía informar a Danell sobre la existencia de su padre biológico.
 
“No quería que lo descubriera por él mismo como me pasó a mí”, apunta.
 
Desde entonces, ambos han mantenido contacto telefónico –—el padre biológico reside entre Cuba y España— aunque aún no se han visto en persona.
 
A los 10 años, Danell se sorprendió al enterarse que Alvarez y González no estaban casados. Inmediatamente dio un ultimátum: “Tú no vas a ser mi papá hasta que no te cases con mi mamá”.
 
Entrenador y amigo
 
En el entrenamiento del miércoles, Leyva se sentía frustrado por su desempeño en la barra fija. Iba demasiado rápido en el movimiento de los molinos y saltaba antes de tiempo.
 
En cada pausa, se arropaba en su distintiva “toalla mágica” púrpura con franjas doradas, los colores de la túnica con la cual se ornamenta la imagen de San Lázaro, un santo que el gimnasta define como “su ángel de la guarda”.
 
Al subir nuevamente a la barra, Alvarez le grita: “¡Duro la espalda… sí puedes… estás mejor… vamos a clavar!”
 
Leyva culmina bien el ejercicio. “Su mensaje siempre es el mismo: que confíe en mí”, revela.
 
Es hora de almorzar. Madre, padre e hijo se sientan juntos a la mesa. No hay temor a las calorías. Yuca, papa, arroz blanco, pollo, lechuga y una lata de malta con 40 gramos de azúcar. Para terminar, café cubano.
 
Alvarez solloza evocando su infancia. Le duele, en especial, no haber agradecido a su padrastro por haber estado presente en su crianza. “Quisiera decirle que él era mi papá, no mi padrastro”, indica. “Aunque realmente mi padre fue mi madre”.
 
Después de la comida, el hijo reta al padre a un juego de ping pong en una sala del gimnasio. En este deporte, el medallista olímpico pierde.
 
A pesar de no tener parentesco sanguíneo, Alvarez y Levya coinciden en que son casi idénticos en sus personalidades: fantasiosos, soñadores, supersticiosos; hombres de suma fe religiosa que creen en sí mismos, visualizan metas y, sobre todo, las alcanzan.
 
 
 
El guapo cubano Leyva uno de los mejores gimnastas del mundo
 
 


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