“Lobby en el Vaticano”
Tenemos Papa y papasitos ricos
Aunque la CLAR (Conferencia Latinoamericana de Religiosos) haya aclarado que “lobby gay” no fueron las exactas palabras que escucharon sus directivos de labios de Francisco, queda palmariamente claro que el Pontífice percibe con preocupación pastoral los juegos de poder entre grupetes que actúan arregladamente para controlar las mil y variadas situaciones en que nuestra Santa Madre Iglesia se encuentra involucrada.
Aclaremos el anglicismo lobby. El Diccionario panhispánico de dudas titubea entre censurar su uso, ya que el americanismo cabildero sería poco conocido en amplios sectores de América y de España (se equipara más al lobbyist inglés) o reconocer que lobby ya está bastante difundido como para oponerse a su uso. La definición de Manuel Vázquez Montalbán en su novela de intrigas Galíndez (1990) está bastante cercana a lo que percibe el papa Francisco: “un grupo de presión que trafica con influencias por estar bien situado cerca del poder”. Estas agrupaciones, ubicadas en lugares estratégicos del Vaticano, nos recuerdan a los lobbies religiosos que conformaron los fariseos, escribas y sacerdotes y presionaron a las autoridades romanas para eliminar al predicador Galileo que anunciaba un Reino muy distinto de las estructuras de poder del templo y del Imperio. Cualquier parecido con lo que preocupa al Papa en las esferas de control vaticanas no es pura coincidencia.
“Presionar en grupo” es una tristísima y falsa imagen de personas que se supone que tienen autoridad moral y capacidad teológica para orientar a la grey católica. Es la imagen opuesta del hombre (en el caso vaticano todos son hombres) de Dios que busca la verdad y la defiende aún poniendo en riesgo su posición. Si hay cardenales que presionan en grupo escudados en sus ostentosos vestuarios de sospechoso color púrpura o pisotean lo que les resulta extraño con sus mocasines Versace, son una vergonzosa parodia de la tarea de los pastores más cercanos al Pastor Francisco.
“Traficar con influencias” es hacer negocio con los vínculos. Ya que estos traficantes se amparan bajo la cruz, estamos hablando de simonía, es decir traficar con lo religioso, obtener beneficios de una posición que goza del respeto y la reverencia de los creyentes pero el rechazo absoluto de Dios. Jesús advirtió contra ellos: “cuidado con los falsos profetas esos que se les acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos feroces” (Mt 7,15).
“Situados cerca del poder” es una mal congénito del centralismo romano que Francisco tratará de desmontar en lo que le quede de pontificado, tarea asaz enmarañada porque implicará el enigma de la cizaña mezclada con el trigo (Mt 13,24-30). Esto pone en el tapete el tema de qué significa poder, por qué la religión consolida grupos de poder, qué tan evangélico es el poder y qué nivel de madurez personal y espiritual tienen las personas que ejercen poder en la iglesia de Jesucristo. Bastante pan por rebanar.
Que estos grupos existen en Roma, en los palacios episcopales y en las sacristías de cualquier parroquia de la vasta iglesia católica es algo que todo buen cristiano sabe. Un grupo de damas piadosas presiona al párroco para que sean las únicas autorizadas en colocar las flores en el altar, un puñado de sacerdotes presiona al obispo para obtener las parroquias más exclusivas, los que tienen dinero presionan para que un benefactor sea canonizado en cortísimo tiempo, los que controlan las universidades presionan para que ciertos profesores no sean contratados, en fin… lobby existe en la Iglesia y presiona fuertemente. El efecto que provocó la indisposición de Juan Pablo II contra la teología latinoamericana fue resultado de un sistemático lobby que aún está vivo y coleando.
Que el lobby aludido en una conversación fraterna con religiosos de América Latina tenga carácter gay confirma una sospecha muy evidente cuando uno visita con ojos observadores la Ciudad Eterna. Tras o debajo de las ondulantes sotanas, vaporosas capas y bizarros birretes se esconde una porción del rebaño que protege su orientación sexual en cómodos closets. Externamente se opone a que la Iglesia aprecie la diversidad sexual de la grey y por otro lado actúa con rigor puritano contra una comprensión holística de la sexualidad. Jesús lo expresó muy bien cuando empleó la imagen de “sepulcros blanqueados por fuera” (Mt 23,27).
Poniendo nombre a la situación, habría en las esferas vaticanas un grupo que colegiadamente actúa con la tradicional homofobia católica censurando y condenando la vida de los homosexuales, sin embargo -dentro del amplio ropero vaticano- los mismo lobistas dan rienda suelta a su orientación sexual. No habría pecado ni escándalo si la luz de la verdad se encendiera en estas tinieblas.
Creo que el problema de fondo no está en el adjetivo sino en el sustantivo lobby. El lobby en la Iglesia es pecaminoso, heterosexual u homosexual. Ambas opciones sexuales entre pastores están invitadas a vivir según el evangelio y a buscar primeramente el bien del rebaño. De otro modo se verán merecedoras de la acusación de Isaías: “Estos perros voraces, que no conocen la hartura, son los pastores que no saben atender; todos ellos van a lo suyo, cada uno a su lucro sin excepción” (Is 56,11).
Con estas contradicciones internas, otra vez se plantea la urgente necesidad de que la iglesia católica replantee sus enseñanzas sobre sexualidad humana, reconozca su obsesión con el sexto y noveno mandamientos y bendiga la vida cristiana de creyentes con diversas opciones sexuales que viven cómoda y abiertamente su sexualidad.