Por DORA AMADOR Me acaba de informar mi médico que soy diabética. Hace tiempo lo estaba esperando. Mi lucha con la gordura data de hace unos cuantos años. Pero hasta pasados los 50 años era cuestión de unas 10, 15, hasta 20 libras de más, que bajaba y volvía a mi peso normal, que era entre 140 y 145 libras. Cuando iba al médico, que me pesaban, era una persona de sobrepeso overweight. Cuando pisé el umbral de la tercera edad empecé a engordar de una forma descontrolada. Me convertí en pocos años, según el índice de masa corporal (el mío es 42), en una persona de obesidad mórbida. Mi peso actual es de 232 libras, mido 5’2” y uso la talla 20, solía usar la 12. Conste, no estoy sola en este peligroso camino. El 65 por ciento de los americanos padecen de sobrepeso y el 30 por ciento de obesidad. ¿A que se debe que yo me haya “abandonado” de esta manera”? Con la vejez todo cambia, pero ahora sólo menciono el metabolismo; se pone lento, no hace su trabajo como debiera. Como demasiado dulce, estoy casi adicta al helado y al chocolate, a los postres. Y si estoy ansiosa, “pico” y me extiendo.
Después de hacer muchas dietas –Weight Watchers, Quick Weight Loss Center, Nutrisystem, Real Dose Nutrition (pastillas), Garden of Life (pastillas y alimentos en polvo), Slim Fast– cada una por meses sin lograr la pérdida de libras que quería, las abandonaba, hasta un día que dije hasta aquí llegué.
Y es así como he optado por operarme. Tengo una rodilla mala que me duele a rabiar, no hago ejercicios y no me soporto ante el espejo. Me voy a cortar el estómago y el intestino por medio de la popular cirugía del bypass gástrico que consigue la pérdida de peso de dos formas: se corta el estómago hasta dejarlo del tamaño de una bola de golf o de ping pong, me la han descrito de varias formas, y se hace un cruce en el intestino delgado (bypass) para reducir la absorción de ciertos alimentos que engordan bastante. La mala absorción de ciertos nutrientes básicos se compensa después tomando de por vida vitaminas y minerals específicos. Tengo que seguir también un plan supervisado de ejercicios. Se me complica la vida. Consciente estoy del peligro que se corre en esta operación, que no es tan alto tampoco. No me va a detener el miedo.
¿Cómo describir mi estado anímico cuando he asistido a algún acto público y la gente que conozco de años me mira asombrada de ver lo gorda que estoy? Me siento como el jorobado de Nuestra Señora de París. No hay ropa que me esconda, he llegado a envidiar a las mujeres musulmanas, que se tapan de arriba abajo sin dejar ver ningún contorno del cuerpo. Estoy bromeando, por supuesto, pero sé que aunque no lo digan, hay muchas personas que se sienten identificadas con este problema de la obesidad mórbida.
Pero hay algo más que me está afectando y para lo que sí no hay remedio: mi edad. Cumplí 65 años el 17 de mayo, y en realidad, lo que perturba al principio de esta nueva vida es que empiezas a sentirte y, de hecho, a ser completamente invisible. Entonces, ¿por qué esta preocupación por cómo me veo, si a nadie le importa a fin de cuentas?
Todo esto me demuestra cuánto dependo todavía de las apariencias, de la opinión de los demás. La importancia que le doy a lo exterior. Así que no me opero sólo por razones de salud –aunque es lo de más peso–, quisiera verme más delgada y bonita, como antes, cuando era mucho más joven. Irracional, lo sé, pero tampoco estoy sola en este pretencioso andar, mire usted si no, la industria de cosméticos para “no envejecer”, la de las cirugías estética y la liposucción, los implantes de mama, en fin, el enfermizo sueño de millones de mujeres de verse jóvenes y bellas hasta el último suspiro. No es mi caso.
Qué maravilloso es mi Creador, porque hay una gran parte de mí que no se siente afectada por la mirada humana. Es la parte liberada de mi verdadero yo. Es el saber que soy imagen y semejanza de Dios, que me mira con amor y no me ve con los ojos de un hombre o una mujer. En mi centro habita su Espíritu recreador. Es en ese Espíritu en quien hallo mi identidad, mi ser más íntimo, y me prepara para esta nueva etapa, la ancianidad, la disminución física y mental. Él me acompañará.