¿A quién no le hubiese gustado alguna vez ser un icono gay? . Algunos incluso hubieran matado por estar cerca de su ídolo o por emularla. Tener un icono femenino fuerte es, de alguna manera, fundamental para la identidad gay y se remonta a los días cuando estas atormentadas mujeres eran lo más parecido que se podía encontrar a una representación de la vida gay. La diva elegida puede ser del mundo de la música: Madonna, Cher, Adele, Gloria Gaynor, Liza Minelli, Kyle Minoge, Barbra Streisand, Mariah Carey, Lady Gaga, Alaska, Mónica Naranjo, Soraya o Marta Sánchez (la lista es muy larga). También pueden surgir del mundo de la política como Hilary Clinton o Michelle Obama o del cine y los medios como Elena Anaya, Ellen DeGeneres, Anne Heche, Cynthia Nixon. Figurones como Judy Garland, Marylin Monroe, Marlene Dietrich, Audrey Hepburn, Coco Chanel o Edith Piaff tienen el cetro y la corona asegurados, incluso después de la muerte. Sólo tienes que elegir una, y nunca, nunca, nunca la abandones.
Las cualidades para ser un icono gay incluyen la belleza, la elegancia y glamour, la fortaleza frente a la adversidad, la androgenia, la exageración de ademanes, y en el caso de las artistas, que sean intérpretes o autores de alguna obra famosa que la comunidad gay haya asumido como parte de su cultura.
Es difícil determinar las cualidades que tienen estas mujeres para que las hagan tan atractivas a nuestros ojos pero hemos intentado realizar un listado de las ‘virtudes’ que nunca deben faltar en una buena diva:
1. Tener “je ne sais pas”
Es difícil de expresar el significado literal de esta frase tan francesa pero viene a equivaler a un “aura” especial, un halo que la convierte en la más grande porque todo lo que hace, automáticamente es venerado por los gays. El estilo y el arte Maria Callas, Isabel Pantoja, Paloma San Basilio o Madonna poco tienen que ver entre sí pero las cuatro, a su vez, son adoradas por el público homosexuales. Derrochan seguridad en sus apariciones públicas y profesionales aunque sus carreras y trayectorias hayan estado plagadas de vaivenes. Es ese ‘toque especial’ que las ha convertido en divas, como tocadas por una “mano divina”.
2. Yo por mi diva…MA-TO
Una personalidad anodina no tiene ningún futuro para el altar politeísta de aquellos a los que Rocío Jurado denominaba sus “niñas de pelo corto”. Una ‘deidad chuequeril’ tiene que tener defensores y detractores que te odien y te defiendan a partes iguales.
3. Un look fashionista
Las verdaderas divas otorgan a la estética una importancia de primer orden, casi tanto o más que al resto de elementos con los que se trabaja. ¿Por qué la extremeña Bebe no es diva gay y Kylie Minogue sí lo es?. Pues porque una parece no haberse mirado al espejo jamás y la otra destila perfección en cada aparición pública y privada. Los mismo es traducible a Cher, Mónica Naranjo o Paloma San Basilio. Sus apariciones están planificadas en todos los detalles estéticos. Algo que las haga diferentes del resto de mortales.
4. Mejor por exceso que por defecto
Y si no que se lo pregunten a Alaska, reina indiscutible para los homosexuales españoles desde hace más de 30 años. Lo dice en una de sus canciones más famosas: “Sólo tienes que pensar que lo estrafalario brilla más que lo normal”. Y no le falta razón. Los grandes iconos para los gays suelen hacer del exceso una virtud. Esta cantante hace de su vida una película rosa y ahí reside su fuerza. Tiene su propio culebrón televisivo sobre su vida, su marido, Mario Vaquerizo, le han tachado de ser gay en muchas ocasiones (y a él se la repanpinfla) y su música siempre será ‘un básico’ del armario, al igual que las camisetas neutras o los zapatos vintage.
5. Amor platónico incondicional
El amor que siente un gay por su diva es un amor asexuado. Es el amor místico, a veces con connotaciones de verdadera y envolvente pasión, pero con un sentimiento muy alejado del sexo.
6. Apetito lujurioso por la vida
Los gays británicos consideran que la vida no es algo que le ocurre a la diva, sino que es la diva la que le ocurre a la vida. Para ser diva hay que tener entonces un sentido casi napoleónico del destino, una enorme resistencia a la tragedia, un pronto cruel pero un corazón cálido y, por encima de todo, un apetito lujurioso por la vida. Si además una derrocha más glamour que una tiara de Tiffany's (y arrastra alguna adicción), perfecto.
6. Romperieron el molde
De nada sirve cumplir todas las premisas anteriores si no van acompañadas de una personalidad única y una presentación original. El imaginario homosexual acepta en paz y concordia ídolos tan variopintos como Bjork o Lola Flores; Barbra Streissand o Britney Spears; Sara Montiel o Gloria Trevi pero si son iconos es porque cuando las hicieron rompieron el molde. Son únicas e irrepetibles. Una buena musa homo se viene arriba y no hay quien le tosa.