Luis Enrique tenía quince años, el niño se suicidó por ser diferente
En el siglo XIX Susan Anthony, una estadounidense que fue impedida de ejercer su voto, se preguntó si las mujeres eran personas. Frente a la obvia respuesta lo siguiente fue preguntarse entonces por qué un gobierno democrático insistía en recortarles los derechos ciudadanos. Con el tiempo las mujeres ganaron peleando, su igualdad jurídica.
Luis Enrique tenía quince años y soñaba con ser un coreógrafo famoso. Como todo adolescente, tenía videos y fotos divertidas colgadas en la web. Seguro que en su colegio lo molestaban como se molesta a todos los distintos o quizás más. En la casa, cuentan los vecinos, lo molían a golpes y le gritaban maricón. Dice su hermana frente a cámaras que la última vez que le pegó, también le tiró pichi. El niño se suicidó y en su velorio la madre muy molesta declaró a los medios que ser maricón es un delito. Luis Enrique era una persona y nadie lo trató como tal.
Las lesbianas, gays, bisexuales y transgénero son personas, eso lo sabemos todos y lo saben los políticos cuando de pedir votos se trata. Una vez que acceden al poder, desconocen la igualdad de derechos ciudadanos, dan la espalda a las peticiones, permiten que la ignorancia y la injusticia crezcan, puesto que la discriminación proviene de sus propios curules, de sus oficinas estatales y de sus consejos de ministros.
Solo la semana pasada, el INEI decidió no reconocer en su censo a la pareja homosexual como un tipo de familia y el Congreso no incorporó al Código Penal el agravante a las agresiones motivadas por orientación sexual. Así es una semana promedio cuando no existes para el Estado, el que debió educar a la madre y la hermana de Luis Enrique.
Quieren convertir una determinada forma de amar en requisito para acceder a los derechos fundamentales, basar las leyes en un dogma de fe. No hablan de la unión civil, no los protegen de los crímenes ni figuran en el conteo de peruanos. Los LGTB son personas, ¿son personas quienes están decidiendo sobre sus vidas?