La crisis económica en Cuba existe desde que los
Castro tomarón el poder en la isla hace más de 53 años. Los platos tradicionales pierden terreno en las mesas de los cubanos Las pizzas y pastas son la primera opción ante los altos precios de otros alimentos
Cubanos compran pizzas en una calle de La Habana. La culpa siempre la tiene el capitalismo yanqui
POR IVÁN GARCÍA / DESDE LA HABANA / Todavía los domingos, Enrique y su familia se sientan a la mesa y almuerzan arroz, frijoles negros, carne de cerdo asada, ensalada de pepino y aguacate. De postre, mermelada de mango o guayaba con queso blanco casero
Pero el encarecimiento de los alimentos ha ido arrinconando a los platos tradicionales hasta convertirlos en almuerzos domingueros, celebraciones familiares o cenas de Navidad y fin de año.
“Para que mi esposa, mis dos hijos, mi madre y mi padre puedan almorzar así el domingo, tenemos que gastar 400 pesos [19 dólares]. Mi salario como contador es de 450 pesos, mi mujer es maestra y gana 380 pesos, y sumando las jubilaciones de mis padres, llegamos a 390 pesos. Mensualmente en la casa entran 1,220 pesos [unos 60 dólares]. En los cuatro almuerzos dominicales se nos van 1,600 pesos. Y no es nada del otro mundo, ni de alta cocina. Sólo platos tradicionales”, comentó Enrique.
Herminia, su madre y ama de casa, aporta más detalles. “Saca cuentas: 4 libras de carne de cerdo cuestan 160 pesos. Dos libras de frijoles negros, 25 pesos. Tres aguacates, 30 pesos. Cuatro o cinco mangos grandes para hacer mermelada, 40 pesos. Tres libras de queso blanco artesanal, 90 pesos. A eso añade 60 pesos en condimentos (ajo, ají, cebolla) y tres libras de arroz brasileño.
Es un lujo comer en casa un menú típico. El resto de la semana, se alimentan con huevos, en cualquiera de sus variantes, croquetas de 5 pesos, pastas y pizzas callejeras”. Desde hace 54 años, comer se ha convertido en el mayor dolor de cabeza de las familias cubanas. La revolución no ha sido capaz de garantizar una alimentación de calidad. Mientras menos dinero entra en un hogar, peor se come.
Los almuerzos, generalmente, se sustituyen por comida rápidas. Es ahí donde entran en escena la pizza y las pastas, sobre todo espagueti y macarrones. DIARIO LAS AMÉRICAS charló sobre el tema con varios residentes en la barriada habanera de La Víbora, también con un italiano. De dinero siempre andan corto. Hacen una sola comida caliente al día. Desayunan café sin leche y un magro panecito desabrido (uno diario per cápita, por la libreta de racionamiento), al cual le untan queso crema o mayonesa casera. El almuerzo, un tentempié.
Según Antonio, tres veces a la semana su familia come espagueti con salchichas de pollo (el paquete de diez salchichas cuesta 1.10 cuc). “Rara vez le echamos queso, vale muy caro. Yo como de cuatro a cinco pizzas semanales, compradas en la calle”. La pizza en Cuba se consume en cantidades industriales. Según Tania Quintero, de 70 años, periodista cubana exiliada en Lucerna, Suiza, “a mediados de los 60, en La Habana y en toda Cuba, restaurantes y cafeterías que antes de 1959 ofrecían variados menús criollos, se reconvirtieron en pizzerías. Antes, rara vez en los hogares cubanos se cocinaban pastas o se comía pizza.
“Es probable que el boom de pizzas y espagueti haya llegado a la isla de la mano de Leo Cittone, recientemente fallecido en Milán a la edad de 90 años, considerado 'el primer italiano en romper el embargo”, comentó. Gracias a su estrecha amistad con Fidel Castro, Cittone se convirtió en un privilegiado socio comercial.
“En 1968, año de radicalización de la revolución, cuando Castro cerró bodegas y pequeños negocios, ya hacía rato que consumíamos más pizza y espagueti que carne de res o cerdo. La epidemia de ‘italianitis’ no paró ahí. Además de pizzas, spaghettis y en menor medida, lasañas y raviolis, en el panorama nacional habían hecho su aparición los Alfa Romeo, enviados para uso exclusivo de la clase gobernante.
“Gracias también a Cittone, a Cuba llegaron tractores Piccolinos y autos Fiat; las motos Guzzi usadas por la policía y la Seguridad del Estado, y máquinas de escribir Olivetti, entre otras mercancías”, recordó Quintero.
Al jubilado gobernante cubano Fidel Castro le apasionaba hacer de chef de cocina. En sus kilométricos discursos, le encantaba promocionar ciertos alimentos. Y para que la población los probara, creaba puestos de venta en todo el país. Desde hamburguesas de cerdo, que él mismo nombró Zas, popularmente conocidas como ‘Mac Castro’ ‘[decía que eran mejores que las McDonald's] y helados tropicales elaborados con agua, azúcar y una esencia de zumo de limón, naranja o toronja (para proporcionarle vitamina C al pueblo) hasta restaurantes vegetarianos. Sin contar que las pizzerías abiertas en los años 60 fueron en aumento. Según un inspector de gastronomía, en Cuba hay alrededor de 15.000 pizzerías, entre particulares y estatales. “Solo en La Habana hay más de 1.500”, afirmó.
En 1990, en pleno “período especial”, una crisis económica estacionaria que se extiende por 23 años, laboratorios estatales supervisados por el propio Castro, patentaron auténticos bodrios alimenticios como la masa cárnica, el “fricandel”, el “picadillo extendido” de soya y el “cerelac”. Aunque comer pizzas y pastas se ha convertido en deporte nacional, su calidad suele ser pésima. La pizza más solicitada es una variante de la napolitana, pero sin queso mozzarella. La “napolitana cubana”, vendida en las cafeterías privadas, es una masa de harina de grosor medio confeccionada con aceite vegetal, queso blanco y salsa de tomate condimentada. Cuesta entre 10 y 12 pesos y se venden a granel. Horacio, dueño de una pizzería que funciona las 24 horas, ha tenido días de vender hasta .000 pizzas.
A dos cuadras, Emilio, dependiente de una cafetería estatal, se queja de los pocos panes con lechón que vende, mientras muestra una pierna asada de cerdo, casi entera, colocada en una bandeja, encima de una mesa plástica blanca. “Sólo he vendido siete panes con cerdo. Cada uno cuesta cinco pesos. Se supone que sea una merienda tradicional. Sin embargo, la gente prefiere las pizzas”.
En La Habana y otras provincias, existen pizzerías por divisas. Su calidad es superior, aunque no espere comerse una pizza como las de Italia. A un italiano que con frecuencia viaja a Cuba, le pregunté sobre las pizzas y pastas elaboradas en la isla y las consideró de “’regular a malas”. “Hay excepciones, como La Mimosa, un ‘paladar’ particular, o un restaurante del Estado en el Paseo del Prado. Siempre me he preguntado por qué el Gobierno de Italia no le declara la guerra a Cuba, después de tantos años desprestigiando nuestro plato nacional”, comentó en broma.
Cuando antes del 59 abrieron ese restaurante, se llamaba Miami, luego le pusieron Caracas, después Budapest y ahora se llama A Prado y Neptuno, porque está situado en la esquina que en 1951 inspiró a Enrique Jorrín a componer La engañadora, el primer chachachá. Administrado por la corporación Habaguanex, se especializa en recetas italianas, desde lasaña hasta tiramisú.
En Cuba no es frecuente que las pizzerías, particulares o estatales, repartan pizzas a domicilio. “Si se creara una cadena de pizzas, estilo Pizza Hut, de donde pudieras ordenar mientras ves televisión, rompería récords de ventas”, señaló un gerente gastronómico. Puede que la carne de cerdo, los chicharrones, frijoles negros, el arroz congrí o moro y los tostones, sigan siendo platos típicos. Pero debido a sus altos precios, cada vez los cubanos los consumen menos. Y ni qué decir de pescados como el pargo y la cherna o mariscos como camarones y langostas, que antes de 1959 formaban parte de la tradición culinaria cubana.
Si no, pregúntenle a la familia de Enrique, que sólo los domingos puede comer a lo criollo. Y si sobra algo, se guarda para la cena del lunes.
FUENTE: -
|