¿Qué se puede decir de una película que mientras más mala es, mejor cumple su cometido? El mecanismo de preservación de Machete Kills está tan bien ideado como el aparato que el villano de la trama (Demián Bichir) tiene conectado a su corazón: si deja de latir, una bomba estalla en el centro de Washington; ergo, matarlo es imposible. Bajo el mismo principio Machete Kills tendría que ser inmune a la crítica. Pero una vez aceptada la premisa de que tomarla en serio sería perder el punto, se le puede juzgar bajo sus propios parámetros y decidir si lo que empezó como un chiste privado entre los directores Robert Rodriguez y Quentin Tarantino, sigue siendo gracioso. La respuesta también busca su propia infalibilidad. Si algo cuyo merito radicaba en su frescura y espontaneidad se torna deliberado, ¿no pierde su razón de ser?
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Danny Trejo) surgió de un tráiler ficticio dentro de la película Grindhouse (esfuerzo conjunto de Rodríguez y Tarantino realizado en el 2007). El chiste se extendió al largometraje Machete en 2010. La pretensión, si alguna había, no era producir una obra maestra sino rendirle homenaje a las películas de bajo presupuesto. Y costando 10.5 millones de dólares, Machete realmente operaba bajo su propia premisa. La cinta recaudó 44 millones de dólares a nivel mundial. Nada mal para un supuesto chiste privado que, eso sí, logró atraer a estrellas como Robert de Niro y Don Johnson. Machete era un deliberado festín de violencia extrema, mujeres desnudas y sexo gratuito con el rigor necesario para que pasara por obra de un director primerizo y sin talento. Es decir, cumplía con el propósito de su experimentado y consagrado director. Machete Kills costó 20 millones de dólares, un presupuesto bajo dentro de los estándares de Hollywood, pero que la excluye de seguir considerándose clase B. El elenco, completado por estrellas como Mel Gibson, Lady Gaga, Cuba Gooding Jr., Sofía Vergara y Antonio Banderas, la pone automáticamente en otra liga.
El ex agente federal Machete Cortez (Danny Trejo) ha sido encomendado por el propio presidente de Estados Unidos (Charlie Sheen, quien aparece en los créditos como Carlos Estévez) con una delicada misión. Machete tiene que ir a México a capturar a Carlos Méndez (Bichir), un narcotraficante empeñado en la destrucción de Estados Unidos. La absurda premisa es solo el pretexto para una serie de situaciones igual de absurdas lideradas por villanos equiparablemente extremos. Para empezar, el Camaleón, que puede cambiar de cara y entonces ser encarnado ya sea por Cuba Gooding Jr., Lady Gaga, u otros actores. Por su parte, Gibson interpreta al desquiciado inventor de la bomba que está ligada al corazón de Méndez y que pretende destruir al mundo para después rehacerlo a su manera.
La serie de chistes son en su mayoría visuales y juegan con los estereotipos y expectativas de una historia que se origina en México. Por ejemplo, la guarida “secreta” de Méndez tiene la forma de una pirámide. Hay asimismo, guiños a la política fronteriza y migratoria. Uno de los más efectivos es que Machete recibe su certificado de ciudadanía como incentivo del presidente para que acepte la misión. Hay, por supuesto, un arsenal de armas que desafían cualquier ley de la física y el sentido común, al estilo de las que utilizaba James Bond e incluso implementos similares a los de Star Wars. Claro que llevadas deliberadamente por Rodríguez al extremo del absurdo como el sostén de Desdémona (Sofía Vergara), la madame de un burdel en Acapulco de cuyo brasier surgen tremendas metralletas.
Machete Kills puede hacer alusión estéticamente al cine de acción de los años 70 y 80 y a la debilidad por los gadgets de entonces, pero sus verdaderas raíces van más atrás y pertenecen al cine mexicano de luchadores. En particular a El Santo, el Enmascarado de Plata, personaje interpretado por Rodolfo Guzmán Huerta desde 1958. Huerta, una leyenda de la lucha libre, derrotó toda suerte de amenazas a lo largo de más de 50 películas con títulos análogos a la calidad de su contenido: Santo contra el cerebro del mal (1958), Santo contra los zombies (1961) y Santo contra la invasión de los marcianos (1966). La clave para interpretarlo así es una máscara que aparece en la primera secuencia de Machete Kills. Al igual que harían otros intelectuales franceses, el crítico Luis Gasca ha exaltado en estas películas mexicanas la aproximación lúdica al séptimo arte.
Tal vez algo similar ha ocurrido con Machete y su legión de fervientes seguidores. La duda es si Machete Kills es cine naif o simplemente mal cine. Es evidente que hay un propósito de juego en la realización y que Rodríguez y sus actores se divierten. Habría que preguntarse si alargar la broma por 107 minutos no mata la diversión para quienes no son parte de ella, el resto de nosotros.
Los Little Monsters que acudan en masa al cine tendrán que esperar hasta el minuto 40 para poder ver a Gaga en acción, y comprobarán cómo su personaje se parece sospechosamente a la malvada compañera de fechorías de Beyoncé en Telephone (Vista previa) .
El resto del casting femenino lo completan Amber Heard, Michelle Rodriguez y Sofia Vergara (con sujetador pistolero incluido).