Homofobia interiorizada
Publicado por Gabriel J. Martín en su blog
La peor mentira es la que no se cuestiona. De eso va la homofobia interiorizada: de siglos de incomprensión y rechazo almacenados en tus propios esquemas mentales y a los que fuiste más vulnerable cuando menos podías defenderte: cuando eras un niño. Unos esquemas que se han convertido en el filtro con el que analizas el mundo y conforme al cual haces inferencias sobre lo que será tu futuro. Muy a menudo encuentro hombres profundamente deprimidos o llenos de ansiedad y temores provocados por una imagen distorsionada sobre ellos mismos: la homofobia interiorizada.
¿Eres de los que dicen cosas como “en el orgullo gay se da una imagen pésima de los homosexuales porque allí nada más que hay carne y purpurina” pero nunca dicen “en el carnaval de Río de Janeiro se da una imagen pésima de los heterosexuales porque allí nada más que hay carne y purpurina”?
Dices cosas como “en el ambiente nada más que hay alcohol, drogas y sexo” pero no te paras a pensar que no es cierto que sea así en todos los lugares que conforman “el ambiente” ni que en la noche, en general, es fácil encontrar todo tipo de sustancias y gente buscando sexo, también en las discotecas hetero?
¿Estas dolorosamente convencido que es imposible encontrar un hombre sano y cuerdo que llegue a quererte porque, los maricones, somos todos unos superficiales y promiscuos? ¿Estás convencido de que -en efecto- tu experiencia (y la de tus amigos) así lo demuestra?
Entonces, ¿eres de los que siempre valoran peor aquello que tienen que ver con los homosexuales y no contrabalanceas esas valoraciones con aquello que –también- sucede en el contexto heterosexual?
Bueno, puede que tengas homofobia interiorizada. ¿Sientes vergüenza? ¿Culpabilidad? ¿Estás a la defensiva por temor a ser castigado o amonestado? ¿Piensas cosas como “a la gente hay que pararles los pies, que si no se propasan”?
¿Criticas cualquier cosa que sea “demasiado gay” ya que eso visibilizará tu homosexualidad?
Insisto, probablemente tengas homofobia interiorizada.
¿Te pones tenso cuando se trata de hablar de tu homosexualidad con, por ejemplo, los compañeros del trabajo?
¿Sostienes posturas radicales en contra de todo lo que sea visibilizarse y te escudan en argumentos sobre la intimidad al estilo de “los heterosexuales no lo van diciendo por todas partes”? (ver “nota final”). Pues, me temo, tienes homofobia interiorizada.
¿Homofobia interio-qué?
Una definición breve de homofobia interiorizada sería “la aversión que experimenta un homosexual hacia la homosexualidad o hacia aquello que sea manifiestamente homosexual” pero para comprender bien el concepto, debemos ampliar esta definición mucho más.
Así, la homofobia interiorizada es “un entramado de representaciones mentales (que incluye desde creencias nucleares hasta distorsiones cognitivas) presente en una persona homosexual, según el cual la homosexualidad se valora sistemáticamente en inferioridad respecto de la heterosexualidad. La homofobia interiorizada se manifiesta en sentimientos de vergüenza y culpa así como en una respuesta de ansiedad ante situaciones en las que la persona deba manifestar directa o indirectamente su homosexualidad. Para sortear esta ansiedad, la persona homosexual tenderá a evitar estas situaciones incluso con perjuicio de posibles relaciones sociales y/o sentimentales. La homofobia interiorizada cursa paralela a una baja autoestima y a un autoconcepto desorganizado, existiendo probablemente una relación causal biunívoca entre homofobia interiorizada y autoestima (y autoconcepto). En relación a los juicios sociales, la homofobia interiorizada suele traducirse en pensamientos de tipo “todo o nada” acerca de los demás homosexuales, pensamientos que acostumbran a basarse en prejuicios que el propio homosexual no ha conseguido contraargumentar. Esta última característica acostumbra a ser uno de los principales impedimentos para que la persona homosexual elabore una adecuada red social con otros homosexuales”.
Y, seguramente, me estoy dejando cosas en el tintero (:P). Voy a explicar mejor los puntos más importantes y así podrás elaborarte una idea más exacta de qué es la homofobia interiorizada
Comenzaré por el entramado de representaciones internas. Todos los seres humanos tenemos representaciones mentales del mundo que nos rodea. Si digo “silla” se te viene una imagen de una silla a la mente, ésa es una representación mental. Pero también te acude el esquema “mueble, sentarse, asiento, respaldo, patas”.
Todos hemos interiorizado una representación mental de la “homosexualidad” y el “homosexual” pero –a veces- en esos esquemas mentales aparecen conceptos como “promiscuos, enfermos, ocultar, vergüenza” etc. que distorsionan nuestra idea de la homosexualidad y los homosexuales. Estas ideas distorsionadas son parte de la homofobia interiorizada.
Si tienes una idea distorsionada acerca de la homosexualidad y tú eres homosexual, la propiedad transitiva aplicada a este binomio nos dice que, entonces, tú tienes una idea distorsionada de ti mismo. La forma más habitual de ser consciente de esta autoimagen (autoconcepto) distorsionado son los problemas de autoestima. Al fin y al cabo ¿cómo vas a querer a alguien que es malo? Eso se traduce en no saber ser asertivo ya que ¿cómo vas a defender con firmeza la posición de alguien que, en el fondo, tampoco es “tan bueno”? La vergüenza y la culpa son emociones sociales que se sienten cuando haces algo que, socialmente, no es considerado correcto. Si se trata de sentirte mal por haber insultado a alguien, está bien sentirse un poco culpable. Si el avergonzamiento surge de la interiorización de un prejuicio, como aquellos que se tienen contra la homosexualidad, hablamos de homofobia interiorizada. Como ves, una representación mental puede condicionarte mucho.
Si tienes mucha homofobia interiorizada y te avergüenzas mucho de ser homosexual, tenderás a evitar que se te identifique como gay rebelándote contra la “etiqueta” lo que no servirá más que para crearte la sensación de estar perdido y sentir más confusión mental. Además, como evitarás moverte por lugares gays abiertos (bares, asociaciones, fiestas) y tenderás a relacionarte en espacios estrictamente privados (cruising o por medio de chats) te verás “confirmado” en tus prejuicios sobre los gays (“sólo quieren follar y punto”) y, lo que es peor, eso mismo te impedirá establecer vínculos realmente profundos con otros gais de forma que permanecerás sin red social. Permanecerás sin otros gais en los que apoyarte y con los que poder compartir experiencias personales.
Una de las características de esta distorsión que es la homofobia interiorizada es que se tiende a hacer juicios de tipo “todo o nada”, “siempre/nunca” que ¡evidentemente! no pueden ser ciertos porque –en el ser humano- las cosas suelen tener matices siempre. De hecho, este tipo de pensamiento es anterior a la homofobia. Si en tu entorno acostumbran a hacer juicios de este tipo, si tus padres tenían “esquemas de pensamientos rígidos” donde todo era “o blanco o negro” es normal que los juicios sobre los homosexuales también lo fuesen. Son esos juicios y razonamientos radicales los que tú has ido interioriando.
¿Por qué interiorizamos la homofobia?
Porque estamos indefensos ante ella. Es así de sencillo. Estamos oyendo mensajes homofóbicos cuando aún nuestra mente no está madura para defenderse haciendo uso del pensamiento crítico ni es capaz de contraargumentar las afirmaciones que se hacen. Fíjate en la figura 1, es una representación de la tarea de conservación, un “clásico” de los experimentos con niños. Se pone al niño delante de los vasos. En los vasos A y B hay la misma cantidad de agua y el niño lo está viendo. Ahora cambiamos el agua del vaso B al vaso C. Como éste es más estrecho, el agua sube a más altura. El volumen de agua es el mismo y la disminución de anchura en la base del vaso se compensa con un incremento en la altura a la que llega el agua. Una menta adulta sabe que el agua no aparece de forma mágica y que, por tanto, en ambos vasos hay la misma cantidad. Pero un niño pequeño (hasta los 10 años más o menos) se guía por la información inmediata, no realiza inferencias ni cálculos. Tampoco dice “el agua no puede haber surgido de la nada”. Sin embargo un niño pequeño mira el vaso C, el vaso A, ve que en el vaso C llega el agua a más altura y dice “hay más agua en el C”… ¡y se queda tan ancho!
Pues algo parecido sucede con los pensamientos que interiorizas. No contestas: “¿Cómo que no es natural la homosexualidad? ¡hay homosexualidad en 1500 especies animales además de en la nuestra!” Simplemente, en lugar de eso, te crees lo que te dicen y comienzas a verte a ti mismo como algo desviado, fuera de lo normal, una anomalía frente a lo que es “normal y natural”. Cuando eres pequeño te crees que dos papis y un negrazo, montados en camellos, reparten juguetes a todos los niños del mundo en una sola noche. Creer que “ser homosexual es una anomalía” no es muy diferente de creer que “los reyes magos existen”.
Los niños absorben lo que se les dice sin filtrarlo y gracias a ello adquieren un montón de conocimientos útiles y necesarios en muy poco tiempo gracias al aprendizaje por imitación (¿no has oído eso de “los niños son ”loros que lo repiten todo”?). Gracias a eso aprendemos rápidamente pero también gracias a eso, incorporamos los prejuicios, incluso aquellos que están dirigidos contra nosotros mismos.
Los niños primero adoptan los valores de su núcleo familiar sin discutirlos, luego los de su grupo de iguales (colegio, instituto). Sólo cuando nos hacemos adultos y desarrollamos la capacidad de pensar de forma crítica, independiente y autónoma podemos ser capaces de evitar interiorizar los prejuicios sociales.
Por último, recuerda lo que te he dicho antes sobre los conceptos: silla= asiento, patas, respaldo, mueble. Bueno, ahora ponte en el lugar de una niña que ha visto maltrato en su casa y ha interiorizado el esquema “matrimonio= mi padre, mi madre, insultos, perdón”, ¿cómo crees que actuará si, en el futuro, su novio la insulta? Es probable que asuma que los insultos forman parte de una relación. Vale, pues ahora piensa cómo es el esquema que has interiorizado sobre la homosexualidad y pregúntate ¿para qué tipo de vida me prepara este esquema? Si el esquema es un esquema distorsionado, la vida para la que te preparará no será una vida agradable. Y tú te mereces algo mejor.
Contra la homofobia interiorizada…
¿Y qué podemos hacer cuando hemos detectado que tenemos homofobia interiorizada? La respuesta no es fácil ya que existe, además del componente cognitivo, el componente emocional, el componente relacional, social, conductual, etc. Pero solemos empezar por los tres puntos que tienen que ver con el propio hombre gay: la parte cognitiva, la parte emocional y la parte conductual. Yo acostumbro a pasarles un cuestionario sobre la expresión de la homosexualidad y, con el cuestionario, evaluamos el grado de homofobia interiorizada en base a aquellas cosas que el hombre gay se abstiene de hacer (besar a un novio en público, hablar con los vecinos sobre su homosexualidad, poner una foto con su novio en la mesa de su despacho, etc.). En base a esto trazamos un plan de actuación sobre aquellas áreas que conviene ir trabajando (familia, ámbito laboral, espacios públicos, etc.) y planificamos el trabajo. Me gusta que trabajemos haciendo pequeños “experimentos” en los que el hombre que está haciendo terapia se compromete a hacer algo (p. ej.: sacar el tema de que es homosexual mientras charla con la dependienta de la frutería) y mientras lo hace se observa. Antes hemos entrenado para identificar las emociones que le asaltan en esos momentos, los pensamientos automáticos que le surgen, las distorsiones cognitivas que aparecen y qué tipo de estrategia de afrontamiento está empleando. Poco a poco vamos trabajando -camino de la excelencia- de forma que un hombre gay pueda hablar con cualquiera sobre que es homosexual, sin necesidad de abstenerse de nada y de forma natural. Por el camino aprendemos a reconocer los esquemas que hemos interiorizado y a darnos cuenta de por qué tenemos determinadas expectativas sobre las reacciones de los demás.
En ese camino nos vamos dando cuenta de que las reacciones de los demás suelen ser acogedoras y que nos hemos abstenido de expresarnos por un temor que teníamos interiorizado y no por una ”amenaza real”. Ir acumulando “éxitos” en la revelación de nuestra orientación nos hace estar cada vez más relajados al respecto y ser capaces de ir hablando de ello con más soltura, mucho más espontáneamente.
Lentamente iniciamos el camino a la autoestima. Nos vamos dado cuenta de que no tenemos nada de lo que avergonzarnos y que, en absoluto, nadie (la mayoría) nos ve como algo vergonzante. Mientras tanto, en consulta, hemos ido revisando las distorsiones y los esquemas que hemos ido interiorizando. Poco a poco hemos discutido y contraargumentado todas las interiorizaciones que se han hecho contrarias a nuestro autoconcepto: hemos trabajado sobre que Jesús (Cristo) realmente tenía un buen concepto sobre la homosexualidad (para saber más, léete el libro de Helminiak que cito al final), hemos trabajado sobre la utilidad que tenemos los homosexuales de todas las especias para la supervivencia de la siguiente generación de crías (es lo que dicen los sociobiólogos), hemos trabajado sobre las prácticas sexuales, la misoginia con la que se aborda el rol de pasivo en nuestra sociedad e incluso dentro de los propios gais. Hemos trabajado todo ese mundo virulento y lleno de odio que interiorizó y que le hace sentir una mierda y que le provoca no atreverse a relacionarse o a hacerlo de un modo que -de ninguna de las maneras- le hace feliz.
Porque hay algo muchísimo peor que rabiar contra la carnaza en el Pride o decir que los maricones solemos ser un poco “guarras”. Lo peor de todo es estar profundamente convencido de que eres algo tan horrible y malo que jamás merecerías ser amado. Y que tu destino feliz es quedarte solo porque jamás-nunca-nadie podría amar a alguien como tú. Y que estés tan profundamente convencido que ni tú seas consciente de ello, de tan enterrado como está en las honduras de tu mente. Pero que pueda inferirlo en base a que nunca aspiras a lo bueno, a que siempre te conformas con lo que sea, vives insatisfecho de tu vida y, a la vez, desesperanzado e incrédulo ante la idea de que puedas cambiar nada. Quizá lo has intentado, quizá has ido por el camino que no era, quizá has querido aprender a volar antes que aprender a agitar las alas. Quizá te vendría bien la ayuda de un profesional. Si es así, suelo organizar talleres presencial sobre homofobia interiorizada. Por el precio no sufras porque son low cost para que todo el mundo tenga acceso.
El camino más largo siempre comienza con un pequeño paso hacia delante: atrévete, te servirá para darte cuenta de que el mundo es mucho menos negro que ese cristal con el que lo miras. ¡Feliz entrada de la primavera!
Nota final: Los heterosexuales sí se pasan el día diciendo que son heterosexuales. Cada vez que un hombre dice “este fin de semana estuve con mi mujer y los niños en Besalú” está diciendo que es hetero. La cuestión no es que tengas la obligación de decir que eres homosexual. La cuestión es que no tengas la obligación de ocultar que eres homosexual. No se trata de decir, sino de no sentirse obligado a abstenerse de hacerlo.
Referencias:
Helminiak, D. (2003). Lo que la Biblia dice realmente sobre la homosexualidad. Egales. Madrid.
El artículo se publicó, originariamente, en la revista Gay Barcelona nº 90
Fuente: El blog de Gabriel J. Martín