¿Están olvidados en Cuba los artistas del exilio?
Luisa María Güell fotograma de la película cubana El huésped (1966)
Arturo Arias-Polo
Estoy seguro de que más de un televidente se sorprenderá cuando vea los fragmentos de la película cubana El huésped (1966) que el crítico de cine Alejandro Ríos pasará próximanente en su programa dominical La mirada indiscreta (América Tevé, Canal 41).
Aparte de la curiosidad que despierta redescubrir un filme del escritor y cineasta Eduardo Manet que fue vetado por las autoridades culturales de la isla hace 47 años, el espacio tendrá de invitadas a dos sobrevivientes del elenco, Luisa María Güell y Laura Zarrabeitia.
Como tantos artistas cubanos que en esa época tomaron el camino del exilio, cualquiera pensaría que en Cuba ellas solo habitan en la memoria de quienes las vieron actuar en la salas habaneras y la televisión.
Pero no es así del todo. Como es sabido, en los últimos años, el flujo de información, reforzado por el creciente aumento de los viajes Habana-Miami y las visitas de los artistas de la isla a la capital del exilio hacen que el público “de allá” se mantenga informado de los pormenores de aquellas estrellas que un día se fueron “para no volver”. Que para eso están los programas de Ríos, Carlucho y Omar Moynelo y Carlos Otero, que se ven en Cuba mediante las antenas clandestinas y el trasiego de DVD.
"¿Qué importancia tiene que pongan una película mía en Cuba si allá nadie me recuerda?", me dijo Güell cuando le comenté que no hace mucho El huésped salió al aire en el programa De cierta manera, conducido por el crítico de cine Luciano Castillo, el mismo que “descongeló” otro filme de Manet, Un día en el solar (1965), y Desarraigo (1964) , dirigido por Fausto Canel.
A estas alturas, no dudaría que si a la cantante se le ocurriera presentarse en su país, repletaría la sala, tal como acaba de ocurrir con las minitemporadas teatrales de El caso de la luna, de Artefactus Cultural Project, y Ana en el trópico, una coproducción de la compañía habanera Teatro El Público con FUNDarte, de Miami, en cuyos elencos figuraban Lili Rentería, Mabel Roch y Carlos Caballero, entre otros actores del exilio.
¿O acaso Annia Linares y Mirtha Medina no siguen siendo imitadas en los concursos de travestis por jóvenes que no las conocieron?
El hecho de que Celia Cruz, Olga Guillot, Meme Solís y otros nombres “desaparecieran” de la historia del espectáculo cubano, por razones políticas, no implica que se hayan esfumado del imaginario cultural cubano.
Basta recordar el revuelo que causó la aparición de la Guarachera de Cuba en el documental Yo soy del son a la salsa (1996), realizado por un cineasta residente en la isla, Rigoberto López, cuando se exhibió en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.
Hasta ese momento Celia era uno de los tantos fantasmas del pasado, cuya imagen solo aparecía, de vez en cuando, en las reposiciones de la película Olé Cuba (1957).
Los tiempos cambian. A mediados de año, Meme Solís fue objeto de un homenaje en el Teatro América, ubicado en corazón de La Habana, por el que desfilaron artistas de varias generaciones que entonaron sus melodías. Y aunque Solís se negó a asistir, su legado fue reconocido oficialmente en la misma tierra donde fue silenciado durante muchísimos años.
Entretanto, en la radio, terreno prohibido para los desterrados décadas atrás, se han venido produciendo ligeras aperturas que hubieran resultado inconcebibles en un país cuyo régimen persiguió a tantos artistas por pensar diferente.
Pero lo cierto es que La Victrola y Catalejos, dos espacios de la emisora Habana Radio suelen “colar” temas de Celia, Guillot, Maggie Carlés, Annia Linares, Mirtha Medina y hasta de la misma Güell, aunque la música de Gloria Estefan y Willy Chirino sigue en “la lista de espera” de los medios oficiales.
Nadie podría precisar si los cambios obedecen a alguna orden que viene desde “arriba”, obligados por las presiones de algunas personas pensantes con cierto poder.
De cualquier forma, los artistas del exilio cada día están más presentes entre los cubanos de a pie. Lo que prueba que ausencia no quiere decir olvido.
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