La joven pareja afirma: “el amor es nuestro refugio.
El sexo en grupo, un producto para vender a buen precio”
Por Camilo Ernesto Olivera Peidro | La Habana, Cuba | Cubanet
Son muy jóvenes. Casi unos muchachos. No tienen pelos en la lengua: “Cobramos caro, teniendo en cuenta el riesgos de hacer el sexo con varias personas a la vez”. Ambos me piden el anonimato. Los llamaré Yusimi y Dayron.
A Yusimi, con 17 años, la madre la expulsó de la casa. La descubrió enredada en la cama con una amiga: “Todavía tenía puesta la saya de la escuela, me estaba quitando el ajustador, ella estaba desnuda –narra– el escándalo fue mayúsculo, tuve que irme con unas amistades a vivir en un cuarto alquilado”.
Dayron, llegó con la misma edad a la Zona Rosada del malecón habanero, aguijoneado por las carencias económicas. Pronto adquirió fama de chico sexualmente bien dotado y le llovieron ofertas: “Allí está el que trata de joderte si le haces sombra — cuenta– También el que le caíste bien y te aconseja. Pero abunda la bajeza porque el dinero escasea y la competencia es dura”.
Yo la conocí en un taxi en camino al club, reguetón de Osmani García
“Vi a Yusimi por primera vez –cuenta Dayron– en un taxi que iba para la Playa.
Esa noche yo estaba con un muchacho, hijo de un gerente de la empresa Gaviota –añade Yusimi– Íbamos en el carro mi novio, mi amiga y yo… Quien se fijó en Dayron fue mi novio. Cuando llegamos al Club Chévere ya estábamos hablando con él. Amanecimos todos enredados en una cama. Al poco tiempo terminé con mi novio y me fui con Dayron”.
No lo comentes, esto es para tu consumo, timba de Manolín, el Médico de la Salsa
“Yusimi me convenció de que me saliera de la lucha en el Malecón –cuenta Dayron– Nos la arreglamos para colarnos en Internet y tratar con extranjeros que gustan del intercambio de parejas y el sexo en grupo –-explica–. Cuando damos nuestro perfil, decimos lo que ofrecemos, entre líneas. Los detalles, se cuadran luego por e-mail. Cobramos caro, teniendo en cuenta el riesgos de hacer el sexo con varias personas a la vez”.
Dice Yusimi: “Ambos aparentamos menor edad de la que tenemos, porque es muy atractivo para los que nos contratan”.
“Hay gente con mucho dinero en Cuba, que gustan de hacer fiestas para armar la gozadera y el dale al que no te dio. Algunos son personajes que no podemos nombrar, porque si lo hacemos nos desaparecen del mapa” –- añade la muchacha en voz baja…
“Hace un tiempo participamos en una orgía de destrucción (sexo sin límites) con otros chicos y chicas –-cuenta Dayron– el que pagaba era un tipo gordísimo de Miami”.
“Se me puso arriba en la cama, con Dayron detrás y por poco me ahogan — añade Yusimi (ambos ríen)– Dayron tuvo que librarme de bajo aquella mole y me puso junto a otra muchacha a divertir al tipo en lo que él y otro chico le hacían lo suyo”.
“El hombre decía que yo lo excitaba porque me parezco mucho a su mujercita que tiene allá en la “Yuma –cuenta Yusimi– Pero se quedó encantado con Dayron y, al mismo tiempo, arrolló al grupo completo”
“Nosotros nos amamos con la vida –dice Dayron– pero ambos mandamos a los corazones a tomar vacaciones cuando hay que atender el oficio. Yusimi ha tenido orgasmos fuertísimos delante de mí con otros tipos. Pero, allá afuera, lo más normal del mundo es que las parejas compartan esta clase de experiencias. Además, en esta miseria que vivimos, los dos concebimos el sexo como un negocio y dejamos a un lado las emociones¨.
No me queda otra que lanzarles la pregunta: ¿No piensan en el futuro? ¿En tener hijos, en formar una familia?
Dayron y Yusimi sonríen incrédulos:
“Aquí en Cuba el futuro es irse — dice Dayron– mientras tanto hay que vivir lo mejor posible”.
Yusimi añade: “Queremos tener nuestros hijos, hacer una familia, trabajar y vivir en un país donde hagamos esto porque nos gusta, y no por dinero”.
El teléfono móvil de Dayron suena. Me pide permiso para hablar a cierta distancia. Luego regresa. Ambos se despiden: “Nos vamos –me dicen– tenemos un negocio que atender”.
Camilo Ernesto Olivera Peidro