“Nadie quiere mi vaca” Está prohibido vender la leche o comérsela.
Solo puedo esperar a que se muera de hambre, porque si la mato, voy preso
Reinaldo Emilio Cosano Alén | La Habana, Cuba | Cubanet El campesino Juan Carlos (alias Niño) del Sol Rivero, de 52 años, residente en Guanabo al este de La Habana quiere vender su vaca, pero nadie quiere comprarla. “No la quieren ni regalada. Todos están en la misma. Están locos por salir del ganado”.
Quieren salir de sus vacas, porque casi no llueve, no hay agua, ni yerba. Las reses están muy flacas, se mueren de hambre y dan mucho trabajo. Uno se mata mudándolas varias veces al día a donde haya un poco de yerba.
El estado nos vendía pienso (a base de cereales importados) y entregábamos la leche por centavos, obligatoriamente. Seguimos entregando leche pero ya no nos venden ni un grano de pienso. Y solo podemos venderle al estado. Y si sacrificas una res de tu propiedad, vas preso. Entre cinco y ocho años de prisión. Y si es ganado ajeno, la condena puede llegar a dieciocho años.
El Ministerio de la Agricultura revela que el 76 por ciento de los delitos que se cometen en el campo están relacionados con el hurto y sacrificio de ganado. ¡Qué hipocresía! Porque el gobierno solo vende carne en algunas tiendas dolarizadas, ¡y a qué precio!, dos kilos de carne representan el precio total de la res del campesino.
¿Y, además, cómo venderla? “No tenemos un camión particular, para trasladarla (no puede ser estatal)—Me dice el Niño– Son camiones viejos (de 1950 hacia atrás), sus dueños no quieren transportar esa carga pesada. Da mucho trabajo montar y desmontar una vaca.
Cobran más por transportarla que lo que el estado paga por la maldita vaca… “¿Qué ganancia tengo? –se pregunta, el campesino– Ninguna. Si te apareces con la vaca en el matadero te pueden decir que no les interesa, que no tienen dinero, que te pongas en la lista de espera. Y antes pesábamos en Campo Florido, pero esa pesa está rota, tenemos que llevarla a pesar a otra provincia, lejísimo, a Mayabeque.
“Los campesinos estamos locos por salir del ganado –insiste el Niño -Antes el estado te daba (vendía) pienso [a base de cereales de importación] y le entregabas la leche a precios bajísimos. Ahora no te dan ni gota de pienso –agrega– si la policía te sorprende vendiendo leche, queso o mantequilla, te pone una multa hasta de quinientos pesos. Si reincides en la venta ilícita te confiscan todas las reses.
¿Entonces, qué le espera a la vaca?, le pregunto
–Ná, dejar que se muera de hambre –responde—Y avisar al veterinario del Ministerio de Agricultura, no puede ser otro, que certifique que murió, quemarla en su presencia, esperar que se queme completamente y me dé copia del certificado de defunción e incineración para yo no tener problemas con la Justicia, y no me acusen de que maté la vaca. Créame –insiste el Niño– para cualquier campesino apegado a la tierra desde que nació, como yo, es como ver matar a un hijo sin poder evitarlo.
ACERCA DEL AUTOR Reinaldo Emilio Cosano AlénReinaldo Emilio Cosano, La Habana, mayo, 1943, licenciado en Filología en la Universidad de La Habana. Ejerció como profesor los últimos veinte años de vida laboral. Fue separado del magisterio por carecer de 'idoneidad política', según consta en el acta de separación definitiva. Fue miembro del Comité Cubano pro Derechos Humanos, y participó en la Coalición Democrática Cubana. Escribe desde hace más de diez años para CubaNet, a través de la agencia Sindical Press, de la cual es director.