Mujeres en traje de batalla.
Prostituirse ha sido su tabla de salvación
Lolita, Alejandra, Samantha, Paloma, travestis habaneras. Foto JAML
Por Juan Antonio Madrazo Luna | La Habana, Cuba | Cubanet
Lolita, Alejandra, Samantha, Paloma y África María, son drag queens que zapatean en las noches cada esquina habanera, mientras la ciudad duerme. Unas con cara de guerreras y otras de tímidas princesas, patrullan las calles y avenidas de una Habana rota.
Lady Gaga ha dejado de ser el ícono para ellas. Ha sido suplantada por la Conchita Wurst, la “austriaca barbuda” que ganó el Festival Eurovisión. Ellas no creen en la cirugía política y “fabrica de géneros” que propone el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) al haber convertido a Adela, transexual de Caibarién, en la primera delegada del Poder Popular.
En las historias de estas drag queens encontramos el hogar disfuncional, la deserción escolar, la violación sexual por un pariente, y sobre todo, la humillación y el rechazo desde la infancia por ser diferentes.
Como consideran que están en el cuerpo equivocado, lo han transformado con accesorios, tetas de papier marche, siliconas, hormonas o cirugía. La voluntad de vivir les ha permitido a algunas trabajar en hospitales, peluqueras, cantar en cabaretuchos. Para otras, prostituirse ha sido su tabla de salvación.
África María es un atlético “negrón” de 27 años. Su peluca rubio maíz contrasta con su piel oscura. Con sus tacones de aguja y labios carnosos pintados de rojo, recorre todas las noches, desde el machista barrio de Los Sitios en Centro Habana hasta la barriada del Vedado. Su teatro de operaciones es la calle 23. África nos comenta “Hemos desplazado de las calle a las jineteras. Eso que no tratamos de pasar por verdaderas mujeres, porque los machos que nos buscan, saben bien quiénes somos. Vienen en busca de una fantasía reprimida”.
Y añade “Salí del armario cuando tenía 17 años, no terminé la escuela de deporte pues mi padre, un imponente militar de “medallas y ascenso”, me botó para la calle. Y, desde entonces no he dejado de vender mi piel. Y estoy orgullosa, porque en Cuba, para ser negro, maricón y travesti hay que tener muchísimos timbales”
Paloma
Samantha quien se considera una de las travestis más cotizadas de La Habana homoerótica afirma:
“Prestamos un servicio, aliviamos las tensiones de nuestros clientes. Y nadie se imagina los peligros que corremos. Los cubanos le han perdido el miedo al VIH, podemos contagiarnos. Pero ese no es nuestro mayor miedo. Lo peor es que machos abusadores abusen de nosotros. Andamos con una navaja o una tijera para defendernos. Lo mismo nos puede hacer daño el disparador de turno, que un turista o un policía. Nos jugamos la vida. Aunque a veces vivimos la ternura de un negro desesperado, que busca en nosotras la fantasía de gozar una mujer blanca, placer, a veces, inalcanzable por los prejuicios raciales que vive la sociedad”.
Lolita, Alejandra, Samantha Paloma y África María, calientan La Habana, con los vapores de sus cuerpos. Todos los días miran al mar, a la espera de la llegada de un crucero cargado de marineros. No ceden. Son “mujeres en traje de batalla” que no le temen a la noche.