La mala memoria de Maduro
El presidente venezolano acusa a EEUU de injerencia mientras olvida las invasiones cubanas.
Cubanos que desembarcaron en la playa de Falcón, Venezuela, en julio de 1966.
Nicolás Maduro insiste en sus discursos en una supuesta injerencia de EEUU en los asuntos internos de Venezuela. El dirigente chavista acusa al "imperio" de ser el principal responsable de la crisis que atraviesa su país.
Sin embargo, si hay un país que continuamente se ha entrometido en la política venezolana, éste no ha sido otro que la isla en la que Maduro adquirió sus rudimentarios dotes de líder sindical.
La penetración de casi todos los sectores y esferas venezolanas por agentes y personal cubano es tan solo el epílogo de lo que comenzó apenas 15 días después de la entrada de Fidel Castro en La Habana, cuando partía hacia Caracas acompañado de todo su sequito —su hermano menor, Che Guevara, Camilo Cienfuegos— en busca de petróleo para la Isla que pretendía convertir en su finca personal.
En su reunión con Rómulo Betancourt, Castro se percató que al recientemente electo jefe de Estado venezolano no le simpatizaban mucho sus ideas mesiánicas y extremistas, y desde ese momento juró destruir la naciente democracia de Caracas. No le importaría que los venezolanos, tras haber derrocado al dictador Pérez Jiménez, le hubieran prestado ayuda económica y militar al Ejercito Rebelde, incluido Acción Democrática, partido al cual pertenecía Betancourt.
Su ambición sin límites no iba a ser frenada por cualquier inútil sentimiento de gratitud que debiera guardar. Castro daría el respaldo que necesitaban los grupos radicales venezolanos —Partido Comunista de Venezuela PCV y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria MIR— que no estaban contentos con el rumbo de la democracia alcanzada y anhelaban seguir los pasos de la "gloriosa revolución cubana". La nación sudamericana sería la elegida por el dictador caribeño como cabeza de playa para expandir su ideología en América Latina.
Ya en 1960 es descubierto un cargamento de armas provenientes de la Isla. Sin embargo, debido al escaso apoyo popular y a divergencias internas, los reiterados intentos de estructurar frentes guerrilleros terminan en fracasos. Es entonces que Fidel Castro decide coger el sartén por el mango, y en un encuentro con líderes del MIR durante la primera Conferencia de la Tricontinental, especie de internacional guerrillera, realizada en enero de 1966, les indica que ha decidido hacer una invasión en toda la regla, e introducirá hombres directamente.
La preparación del grupo conjunto de 45 cubanos y 15 venezolanos comenzaría en marzo de 1966 en Guanabo, a 27 kilómetros de la La Habana, y se extendería durante varios meses. Pero esta vez la suerte no acompañaría a Castro. Una avanzada del grupo sería sorprendida mientras intentaba desembarcar por Machurucuto, en el estado de Miranda. Entre las bajas se encontró nada más y nada menos que el jefe de las Tropas Especiales del Ministerio del Interior, el primer teniente Antonio Briones Montoto. Era el 8 de mayo de 1967.
El saldo total de estas guerrillas impulsadas desde La Habana fue el asesinato de miles de hombres, mujeres y niños. Es importante señalar que estos aventureros alentados y financiados por Castro combatían a gobiernos democráticamente electos, primero el de Rómulo Betancourt y luego, a partir de 1964, el de Raúl Leoni, con números macroeconómicos que ya quisiera tener el señor Maduro. Para que se tenga una idea, en Venezuela solo se importaba el 15% del consumo alimentario y la inflación anual era solamente de 1,4.
¿Se acordará el "hijo de Chávez" de esto, o quizás, a 47 años del desembarco por Machurucuto, vaya a rendirles honores a los cubanos invasores tal y como hizo su padre político, pisoteando la memoria de las víctimas fatales de esta injerencia cubana?